También citado como San Francisco Lippi. Delincuente italiano (1211-1291) sobre el que el Apóstol obró un milagro tras su peregrinación a Compostela. Este personaje dedicado a la mala vida, pendenciero y de conducta disoluta, a los quince años mandaba sobre una partida de mozos delincuentes. En el transcurso de una pelea encarnizada en la calle, se quedó ciego. Tras el incidente, se arrepiente y promete visitar Santiago buscando el perdón de sus pecados. En la ciudad compostelana, y por intersección del Apóstol, recupera la vista.
Este sería uno de los tantos milagros del Apóstol, de no ser porque, en este caso, el agraciado recibió doble curación, ya que su alma también habría sido sanada. Así, Franco de Siena se convirtió a una vida virtuosa y de penitencia. Continuó como peregrino a Roma -donde recibió la absolución de Gregorio X-, y otros santuarios. Se dice también que volvió a Santiago para agradecer el milagro, dejando a los pies del Apóstol su bordón de peregrino. Se ha dicho que el bordón que se conserva sobre el de Santiago en la columna metálica próxima al altar mayor de la catedral compostelana, prueba la veracidad de su peregrinación.
Tras su etapa como romero, Franco regresa a Italia y se retira como eremita a una cueva, donde pasa cinco años entregado a la oración y la penitencia. Algunas fuentes afirman que desde Siena y pueblos muy lejanos acudían a él para oír sus exhortaciones y para pedirle favores. Con patéticas palabras explicaba su mala vida y los inmerecidos beneficios que había recibido de parte del Señor. A los sesenta y cinco años ingresó en la Orden de los Carmelitas, donde llegaría a la santidad. Beatificado, engrosa el número de los beatos peregrinos de esta orden. [XIV]
V. bordón