Cardenal y arzobispo de Santiago de Compostela (Macotera, Salamanca 1803-Santiago de Compostela 1873). Arzobispado: 1851-1873. En su mandato culmina el período de máxima decadencia de las peregrinaciones jacobeas. Huérfano desde muy pronto consiguió, gracias a un tío suyo sacerdote, una beca para ingresar en el seminario de San Carlos de Salamanca. En 1825 obtuvo el título de bachiller en Teología, en 1828 la licenciatura y un año después el doctorado. Sus dotes intelectuales lo convirtieron en un alumno destacado. En 1848 Pío IX le preconizó obispo de Jaca. Tres años después era nombrado arzobispo de Santiago de Compostela. Menéndez Pelayo escribió de él: “Autor característico de la apologética católica”. Una de sus primeras decisiones consistió en construir una nueva fachada de estilo neoclásico y una elegante escalera de honor como nuevo acceso a la cámara arzobispal. En 1854 los obispos de la provincia compostelana, encabezados por Miguel García Cuesta, publican un documento de denuncia de las tendencias antirreligiosas en la prensa (El Clamor Público, La Nación y El Tribuno) y de algunos libros de entonces (Eloisa y Abelardo y El cura de aldea).
Fue reclamado a Roma por el papa Pío IX para asesorarle en los últimos trabajos preparatorios de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. A su regreso, da el nombre de La Inmaculada a la plaza más jacobea, A Acibechería. Su mandato coincide con el periodo de mayor decadencia del fenómeno jacobeo compostelano que, en breve, volvería a resurgir.
Con el obispo de Salamanca, se enfrentó al Gobierno a causa de la base segunda de la nueva Constitución (1869), en la que veían una puerta abierta a la libertad de cultos. Ambos prelados amenazaron con no jurarla y, si fuera preciso, autoexiliarse voluntariamente. Esta lucha contra el gobierno se mantiene durante todo su pontificado.
Fue decisión suya la publicación, con imprenta propia, del Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago (BOAS), cuyo primer número vio la luz en 1862 dirigido por su sobrino y secretario Pablo Cuesta. Hasta entonces, las comunicaciones del prelado eran notas sueltas, que se copiaban a mano en los libros de Veredas. Este boletín es en el presente una fuente esencial para el conocimiento del renacer jacobeo contemporáneo.
El rector de la Universidad de Santiago, José Montero Ríos, autorizó a García Cuesta la permuta del espacio compostelano de San Clemente por el antiguo monasterio de San Martiño Pinario, que se encontraba en situación de abandono y enseguida procedió a su rehabilitación.
En 1869 opta a diputado a las Cortes constituyentes y obtiene un acta en Salamanca. Presentó una enmienda a la totalidad a los artículos 20 y 21, en los que se definía la cuestión religiosa en la Constitución, defendida en un discurso fundamentado en bases teológicas y pastorales. Esta actuación parlamentaria fue conocida como “la sesión de las blasfemias”. Rechazada su enmienda por 194 votos en contra y 51 a favor, regresó a Santiago, donde fue aclamado como héroe. García Cuesta y el Cabildo de Compostela se negaron a jurar la Constitución y a cumplir el decreto, de forma que el Gobierno reaccionó y retuvo las nóminas del clero durante dos años. [IM]