Junta Central del Año Santo
Tras el redescubrimiento en 1879 de las reliquias del apóstol Santiago en la catedral compostelana y las primeras medidas de recuperación de las peregrinaciones, se hizo patente la necesidad de establecer unos mecanismos de previsión y coordinación que favorecieran el viaje de los peregrinos y su atención y alojamiento en la ciudad.
Tras la afluencia lograda en el Año Santo de 1909, alta para aquel tiempo y, sobre todo, para la capacidad organizativa y de recepción compostelana, el cardenal José Martín de Herrera estimó que su apuesta por las peregrinaciones y el fomento de visitas de autoridades y figuras de la Iglesia de toda España -en algún caso también del extranjero- sólo se consolidaría si la ciudad contaba con una coordinación y mejora de sus servicios de hostelería y hospedería, de atención a las peregrinaciones colectivas -recepción, ornamento de la ciudad, recorridos, días de visita, productos específicos que actualmente entenderíamos como merchandising, etc.- y de difusión exterior e información. La preocupación era patente también en otros sectores de la ciudad.
Fue así como en el Año Santo de 1915 se creó por vez primera una comisión destinada a prever con tiempo suficiente las necesidades de la celebración, tanto eclesiásticas como civiles. La mejora de la acogida a los peregrinos era el gran reto. El cardenal Herrera buscó y logró una mayor implicación del Ayuntamiento compostelano y de las fuerzas vivas de la ciudad.
La demostración de la complejidad que empezaba a adquirir la organización de los años santos se observa al repasar las comisiones de trabajo creadas por la Junta de 1915: invitación de prelados y cabildos, establecimiento de las fechas de peregrinación, preparación de las peregrinaciones, ordenación de las peregrinaciones, visita a los monumentos artísticos, hospedaje a personas distinguidas, hospedajes generales para peregrinos, tarifas especiales de ferrocarriles y automóviles, ordenación de las peregrinaciones en la catedral, cocina económica para peregrinos pobres, protección de peregrinos, estadística de comuniones, propaganda y recuerdos piadosos e himno de las peregrinaciones.
La composición y objetivos generales de la Junta Central Organizadora de 1915 se han mantenido hasta el presente, con las adaptaciones y variaciones exigidas por el paso del tiempo y las nuevas circunstancias. Siempre actuó como el órgano máximo de preparación y coordinación de los años santos desde el ámbito eclesiástico. Incluso cuando la Administración civil entró a fondo en la organización de los jubileos -en los años cuarenta, con la dictadura franquista- ante su potencial económico y político, la Junta mantuvo sus objetivos en defensa de una estructura organizativa controlada en último término por la Iglesia. En el Año Santo de 1943 el Gobierno creó por primera vez una organización civil, que dejó en manos de los falangistas, pero la Junta se mantuvo con sus propios objetivos.
Esta política de defensa de la capacidad organizativa y de control de la Iglesia compostelana se reactivó en el Año Santo de 1982, el primero vivido en plena democracia. En la Junta no hubo ningún representante de la Administración civil. La Iglesia pretendía dejar claro a las nuevas autoridades democráticas la diferencia entre los objetivos eclesiásticos y políticos.
En el Jubileo de 2004 la Junta Central dio cabida a las distintas administraciones públicas en una línea de colaboración y entendimiento, pero reservándose el poder decisorio en los ámbitos que consideraba más propios. Cuestiones como la acogida a los peregrinos y su atención en la catedral, los objetivos de la celebración religiosa, las peregrinaciones colectivas, etc., siguen siendo, hoy como ayer, asuntos pretendidos en exclusiva por la Iglesia de Santiago.
Con una estructura organizativa y promocional no siempre moderna, pero eficaz, las sucesivas juntas fueron un medio relevante para la difusión de los años santos compostelanos desde el ámbito eclesiástico, con repercusiones evidentes en el entorno socio-económico y cultural. [MR]