XacopediaAbalar, piedra de

En gallego, Pedra de Abalar. Mítica roca vinculada a la tradición jacobea y a la cultura popular en el Camino de Fisterra-Muxía, en la costa noroccidental de Galicia. Cerca del gran santuario mariano de A Nosa Señora da Barca, al final de la Prolongación Jacobea a Fisterra y junto al gran mar que bate en las rocas, se conservan los testimonios pétreos que la leyenda y la tradición hacen pertenecer a los restos del casco del barco de piedra en el que llegó la virgen María para aparecer ante Santiago Apóstol en esos remotos confines del mundo conocido. Al igual que lo hizo en Zaragoza, la Virgen se hace presente en Muxía para darle ánimos en su predicación hispánica.

El milagro de A Barca, con un origen medieval confirmado en época tardía, se vincula a las tradiciones jacobeas de Fisterra, en las que hay que recordar que el Santo Cristo llega también por mar. La relación entre ambos cultos, el mariano y jacobeo de A Barca y el del Santo Cristo de Fisterra, es ampliamente recogida por la devoción popular: “Veño da virxe da Barca / veño de abala-la pedra / tamén veño de vos ver / Santo Cristo de Fisterra” -Vengo de la virgen de la Barca / vengo de mecer la piedra / también vengo de verte / Santo Cristo de Fisterra-. En A Barca queda así establecido el encuentro entre dos devociones: la jacobea y la mariana.

Diversos autores hablan de la cristianización de cultos anteriores panteístas, muy vinculados a la litolatría -culto a las piedras- y muy presentes en toda la comarca de Fisterra, con testimonios en el promontorio Nerio -piedras Santas y de la Fertilidad, esta última en San Guillermo- y en el monte Pindo, también con restos de cultos alrededor de piedras de la fertilidad, según testimonio del padre Sarmiento.

La tradición reconoce en Muxía, en unas grandes piedras cercanas al santuario, el casco, la vela y el timón del barco de la Virgen. El casco se identifica con la famosa piedra de Abalar, en tanto otro conjunto pétreo, no menos famoso, es identificado con la vela del barco y con la denominada piedra de Os Cadrís. La piedra de Abalar tiene un perímetro de casi 31 metros cuadrados y pertenece al conjunto de las denominadas piedras oscilantes, consideradas desde la más remota antigüedad como dispensadoras de todo tipo de propiedades: adivinatorias, mágico-curativas y, sobre todo, propiciatorias de la fertilidad. Si bien hoy en día se conserva únicamente el ritual de “abalar”, es decir, mover la gran piedra oscilante, distintos autores -Taboada Chivite, Antón Castro- señalan su antigua función -más acorde con la antropología y costumbres de la zona- de piedra propiciatoria de la fertilidad. En similitud con la Logan Stones de Cornualles, estas piedras oscilantes dispensan también una función protectora a quien se acerca a ellas. Según atestigua el investigador Fernando Alonso Romero, revelaban la inocencia o culpa de un reo, según consiguiera o no hacer oscilar la gran piedra. En la antigua Bretaña, al igual que en Galicia, las piedras oscilantes también servían para demostrar la virginidad de una doncella.

La costumbre de mover la piedra ya fue destacada por el licenciado Molina, que se asombraba ante el prodigio en el siglo XVI: “Entre las peñas entra como una barca grande de piedra con su mástil y velas de lo mismo, y siendo como es de tan gran peso y cantidad que gran número de bueyes no la podrían mover, en tocándola la mano o el dedo la hace cualquiera menear tan visiblemente como si fuese una cosa de madera pequeña que estuviera sobre el agua [...]”

La gran piedra de Abalar, desplazada de su sitio por el gran temporal de 1978 y hendida por los rayos que azotan los inviernos de Fisterra, no dejó en ningún momento indiferentes a los peregrinos que se acercaron a estos remotos confines del mundo antiguo. La cristianización evidente de sus virtudes paganas divulgó entre los peregrinos la noticia de que sólo podría oscilar esta roca quien estuviera en gracia de Dios.

En 1446, el peregrino de Augsburgo Sebastián Ilsung refleja el prodigio en su relato: “Luego [tras llegar a Fisterra], me dirigí a la barca de Nuestra Señora, y éste es el mayor de los milagros que yo he visto en este viaje. Allí hay una barca de piedra, parece un barco gigantesco y es muy grande [...] y alrededor es todo un desierto pues una iglesia que a causa del milagro se edificó allí está en ruinas. El que llega allí y no está en pecado mortal puede mover el gran mástil, que es de piedra, con su dedo. Pero el que ha matado a alguien o está excomulgado y no lo ha expiado totalmente no puede mover ni siquiera un pequeño trozo. Llegan allí muchas personas que lo pueden mover y yo también lo he visto personalmente. Yo lo he puesto a moverse un poco, de manera que jamás en mi vida me había asombrado tanto. Yo he contemplado el suceso con mucha atención, no se puede hablar en definitiva sobre esto si uno no lo ha contemplado con sus propios ojos.”

Otra gran piedra despierta la atención y devoción de los romeros. Es la piedra de Os Cadrís (en gallego, Pedra dos Cadrís) considerada la vela del barco de la Virgen, con amplias virtudes curativas para dolores de espalda y afecciones reumáticas. Esta piedra -de casi siete metros de largo y siete y medio de ancho- tiene una oquedad que permite al devoto deslizarse bajo ella. Se produce la curación o alivio de los dolores si lo hace con fe durante nueve veces consecutivas.

Si la piedra de Abalar pertenece al grupo de las piedras oscilantes, la piedra de Os Cadrís se encuadra en la tradición céltica de las piedras horadadas. Al suroeste de Inglaterra, en Cornwall, otra piedra similar hacía que muchos padres llevaran allí a sus hijos para curar el raquitismo. Estas piedras o Men-an-Tol, dispersas por Gran Bretaña e Irlanda, poseían virtudes curativas y purificadoras. Las piedras santas de Muxía, continúan en la actualidad siendo objeto de la atracción y visita de los peregrinos, y si bien se cierne sobre ellas una visión folklórica y turística, siguen siendo objeto de gran devoción popular. [JAR]


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