Se conocía popularmente como el Giro al territorio que, con el sepulcro de Santiago como centro, concedieron los reyes asturianos a la Iglesia compostelana. Abarcaba la actual ciudad y las tierras limítrofes en torno, como decimos, al sepulcro apostólico, epicentro del locus sancti Iacobi, un espacio radial de tres hectáreas para los edificios de servicio a la iglesia del Apóstol.
El primero, de unas de 3 millas de radio y 60 km2, lo estableció el rey astur-gallego Alfonso II el Casto en el año 834; el segundo, algo después (858), lo concede Ordoño I, pasando a 6 millas y 180 km2; el tercero llega en el año 915 con Ordoño II de León, que lo amplía hasta las 12 millas, alcanzando casi 1.000 km2. La disposición radial, posteriormente ampliada por otros monarcas, se mantuvo (milia in giro ecclesie) lo que dio lugar a que, a través del tiempo, se conociese este marco territorial como el Giro (en gallego, Xiro).
El territorio del Giro tuvo un gran valor, sobre todo en los comienzos. La decisión de Alfonso II garantizó a los primeros religiosos instalados para atender el sepulcro apostólico el desarrollo general del santuario y la disposición de los recursos indispensables para su mantenimiento. El Giro será el origen del señorío de Santiago.
Sus límites estaban marcados por humilladeros o milladoiros (pequeños montículos de piedras) situados en la totalidad de los caminos que confluían en la ciudad. Con el tiempo, estos milladoiros, cargados de la poderosa simbología que suponía para los peregrinos entrar en la tierra de Santiago, adquirieron la consideración de lugares semisagrados. Los caminantes se detenían un momento para hacer un alto en el Camino, dar gracias a Dios por haber llegado hasta allí y, a veces, como parte del ritual, se depositaba una piedra más en el lugar.
Con el nacimiento moderno de las peregrinaciones en grandes grupos durante los años santos, impulsadas por el propio arzobispado compostelano entre finales del siglo XIX y principios del XX, se retomó el término para referirse a la que era siempre una de las más concurridas de cada periodo jubilar: la formada por los vecinos de los barrios y zonas inmediatas a Compostela. Como ejemplo, la del Jubileo de 1915 pudo contar, según la prensa, con dieciséis mil personas. Se consideraba la peregrinación local por excelencia.
Perdió peso e impacto popular esta peregrinación desde los años cuarenta del siglo XX, al popularizarse las grandes peregrinaciones del régimen franquista e incrementarse las procedentes de otras zonas de España. La mención al Giro como espacio de referencia, aunque ya sólo fuese simbólica, decayó -hasta desaparecer- en la segunda mitad del siglo XX. [MR]