Polígrafo y erudito español (Santander, 1856-1912). Autor consagrado fundamentalmente a la historia de las ideas, a la crítica e historia de la literatura española e hispanoamericana y a la filología hispánica, aunque también cultivó la poesía, la traducción y la filosofía. En su obra Historia de los heterodoxos españoles (1880) sostiene que pudiera ser Prisciliano el que realmente está enterrado en la tumba atribuida al apóstol Santiago en Compostela.
Menéndez Pelayo llegó a afirmar que “sería una temeridad negar la predicación de Santiago Apóstol, pero tampoco es muy seguro afirmarla”. Además, puso sobre la mesa la posibilidad de que en la tumba atribuida al Apóstol estuviese enterrado en realidad Prisciliano, noble hispanorromano nacido en Galicia “que había ejercido las artes mágicas desde su juventud e incluso había tornado contacto con las artes célticas y druídicas de su tierra y con las doctrinas arcanas de Oriente”.
Así, defiende que las crónicas astures, como la de Alfonso III (ca. 900), no mencionan la aparición del cuerpo del apóstol Santiago en Iria Flavia, cuando debía haber sido así, ya que apareció en la época de Alfonso II. Tanto Julián de Toledo como Isidoro de Sevilla dicen en sus obras que Santiago fue decapitado en Jerusalén. En cambio, aparece una tumba principal, junto a varias secundarias a su alrededor, con un cuerpo decapitado en la época de Alfonso II. El monarca lo utiliza como instrumento ideológico porque le viene bien desvincularse de la Iglesia toledana, que está bajo dominio musulmán y que está defendiendo la herejía adopcionista. De esta manera, no sólo se crea un negocio importantísimo con las peregrinaciones, sino que se vincula con el cristianismo más prístino y ortodoxo.
Existe la posibilidad de que sea Prisciliano el que está enterrado bajo la catedral de Santiago de Compostela, ya que se sabe que su cadáver fue reclamado por sus seguidores y llevado de vuelta a su lugar de influencia. A esto se añade que el sitio donde apareció el supuesto sepulcro de Santiago era un punto de peregrinación popular desde tiempos inmemoriales, lo cual podría tener relación con el mártir al que se le siguió rindiendo culto en Gallaecia, pues su éxito estuvo ligado con la irrupción del pueblo suevo, que vio en la herejía de Prisciliano un interesante elemento de cohesión interna y diferenciación con el resto de la península. Junto con Menéndez Pelayo, otras opiniones, como las de Sánchez Albornoz o Chadwick, apoyaron la creencia de que es Prisciliano el que está enterrado en el sepulcro compostelano.
Licenciado y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid, Menéndez Pelayo ganó a los veintidós años la Cátedra de Historia Crítica de la Literatura Española de la citada institución. En 1881, cuando contaba con veinticinco años, es elegido académico de la Real Academia de la Lengua. Con posterioridad, será académico de Historia (1883), de Ciencias Morales y Políticas (1889) y de Bellas Artes de San Fernando (1892), lo que lo convertió en el único español de la época que perteneció a las cuatro instituciones. Bibliotecario de la Real Academia de la Historia (1892) y decano de la Facultad de Letras de la Universidad Central (1895), en 1898 es nombrado director de la Biblioteca Nacional de Madrid, cargo que desempeñó hasta su muerte. Las intrigas ajenas le cerraron el paso a la dirección de la Real Academia Española (1906). En 1905 se presenta su candidatura para el Premio Nobel y en 1909 es elegido director de la Real Academia de la Historia. Fue diputado en Cortes y senador en representación de la Real Academia Española. [IM]