Rito conocido entre los griegos con el nombre de podonipsia. Se practicó desde antaño se tranformó en la tradición cristiana de lavar los pies a los peregrinos con el fin de aliviarles el agotamiento después de caminar durante largas y duras jornadas. Esta tradición, muy habitual en Oriente, tomó un carácter ritual cristiano desde que Jesucristo la practicó con los apóstoles. De hecho, en el Génesis aparece reflejado que tanto Abraham como Loth lavaron los pies a los ángeles peregrinos que los habían visitado.
En esta costumbre opera un importante simbolismo. Se trata de una escena que encierra humildad y caridad cristianas y que, por tanto, se refiere al perdón de los pecados. Lo cierto es que también fue motivo artístico en alguna ocasión. Un ejemplo de ello pertenece a un escultor anónimo del siglo XVII y se puede contemplar en la fachada del antiguo convento de agustinas recoletas de León.
Con todo, es en el Códice Calixtino donde aparece la primera referencia a esta tradición, que sitúa en el riachuelo de A Lavacolla por tratarse del último lugar por donde pasan los peregrinos antes de entrar en Compostela, aunque aquí tiene un sentido de lavado general del cuerpo.
También hay que decir que en la localidad de Itero del Castillo, la última población burgalesa del Camino de Santiago, los caminantes pueden observar bajo el ábside medieval el rito del lavatorio de los pies.
En definitiva, se trata de una tradición con un importante arraigo en la época medieval e incluso a posteriori. Juan Uría en su obra Las peregrinaciones a Santiago de Compostela indica que se practicó hasta finales del siglo XVII. En el presente vuelve a practicar periódicamente en determinados albergues vinculados a entidades del Camino. [VCM]