Cuenta una leyenda que el obispo de Patrás, capital de la región griega de Acaya, emprendió la peregrinación a Santiago de Compostela en el año 1270 portando una ofrenda al Apóstol: uno de los omóplatos de San Andrés. Falleció en el hospital de San Nicolás de Estella, antes de culminar el Camino, pues acarreaba una grave enfermedad. Muerto sin desvelar su identidad ni la carga que llevaba, fue enterrado con sus andrajos de peregrino en el claustro de la iglesia de San Pedro de la Rúa, en Estella. Al poco tiempo de ser sepultado, empezaron a verse por la noche unas misteriosas luces que salían de la tumba. Impresionados por el fenómeno, las autoridades civiles y religiosas decidieron exhumar el cadáver. Además de hallar el mango de un báculo y unas vinajeras de plata, se pudo comprobar en la documentación que acreditaba que ese hombre era el obispo de Patrás.
Pero, sin duda, el mayor descubrimiento fue la reliquia de San Andrés, de la que se dice que estaba dentro de una cajita de madera forrada de bronce. Después de tener el cadáver expuesto algunos días, el prelado fue enterrado otra vez en el claustro de la iglesia de San Pedro de la Rúa junto a la reliquia de San Andrés, en una sepultura más acorde con su rango eclesiástico. Con el tiempo San Andrés llegó a ser el patrón de Estella. Desde 1625, los restos se encuentran en el altar de la capilla del Apóstol. Todavía se conserva en el claustro la losa sepulcral del prelado, con una cruz de Santiago labrada en la tapa. [XIV]