Cenobio cisterciense (1.120 m) situado a 15 km de Puebla de Sanabria, Zamora, y del Camino del Sudeste o Camino Sanabrés, que atraviesa esta localidad. Sus orígenes, en las inmediaciones del lago de Sanabria, se desconocen; sólo se sabe que en el año 921 fue reconstruido por monjes mozárabes andaluces. Ya en el siglo XII sería reformado y ampliado por orden de Alfonso VII. Fue durante la Edad Media relevante lugar de acogida de peregrinos a Santiago. La primera referencia al respecto aparece en un Tumbo del cenobio, donde el rey Ordoño III (951-956) pide a los monjes que atiendan el hospedaje de los peregrinos y el sustento de los pobres.
El patrono del monasterio es un santo vinculado a la peregrinación, San Martín, cuya imagen aparece en el friso de la puerta a caballo, cortando la capa con su espada para darle la mitad a un pobre. También es devoción netamente caminera la imagen de la Virgen de la Peregrina, patrona de la localidad de San Martín (150 habitantes) en la que se enclava el edificio. El conjunto del cenobio es de gran valor patrimonial.
El monasterio de San Martín poseyó los derechos de pesca en el lago de Sanabria, lo que fue fuente de conflictos con las necesitadas poblaciones ribereñas. El lago es un excepcional espacio natural glaciar surgido hace unos 12.000 años con unas 22.000 ha de superficie.
Sin embargo, este no es el origen que le da una conocida leyenda local, que atribuye su creación a un peregrino al que no prestan hospitalidad en la aldea de Villaverde de Lucerna. Sólo unas mujeres que estaban cociendo pan en un horno le dieron cobijo e incorporaron algo más de masa para ofrecerle una torta. Al poco tiempo, la masa comenzó a crecer y acabó saliéndose del horno. Las mujeres, sorprendidas, preguntaron al peregrino quién era. Resultó ser Jesús, que, muy molesto con la falta de caridad del pueblo, golpeó el suelo con su bordón para que brotase agua hasta anegar la aldea. Los vecinos escaparon a toda prisa y las aguas comenzaron a brotar tras decir el peregrino las siguientes palabras:
El agua lo inundó todo y tan solo se salvó el horno. Es, dice la leyenda, el islote que se puede ver en el lago. El milagro enlaza con otro en la misma línea, situado en Arzúa (Galicia), en pleno Camino Francés, donde un peregrino pide pan a una mujer que está cociendo y esta se lo niega; en ese momento la hornada se convirtió en piedras. Ambos milagros tienen que ver con la exigencia de hospitalidad debida al peregrino que el Codex Calixtinus (s. XII) condena y recompensa en la misma proporción a quien la deniega o practica.
El milagro y castigo de Villaverde de Lucerna lo recoge Miguel de Unamuno en la novela San Manuel Bueno, mártir (1930), donde el nombre original se transforma en Valverde de Lucerna. El topónimo Lucerna, vinculado a las leyendas de Carlomagno recogidas en el Codex Calixtinus, aparece atribuido a otras poblaciones míticas de la zona. [MR]
V. Carucedo / Duio / Lucerna Ventosa