Xacopediaadopcionismo

Se trata de una herejía de origen bizantino, condenada por el papa Víctor I a finales del siglo II. En el siglo VIII la reacción contra el adopcionismo hispano acabó influyendo positivamente en la consolidación del culto jacobeo que iba a comenzar en la siguiente centuria.

Suele citarse como autor de esta doctrina a Teodoto de Bizancio, un rico curtidor de pieles que aseguraba que Cristo fue un hombre adoptado por Dios en el momento de su bautismo en aguas del Jordán; un ser a quien la divinidad dotó de tal sabiduría y potencia divina que fue capaz de emprender la misión redentora de Dios en la Tierra. Se trataba, por tanto, de una doctrina claramente antitrinitaria que negaba las tres personas de Dios y, como herejía, fue condenada por el Sumo Pontífice. En el siglo IV el arrianismo extendió de nuevo por Oriente la idea de la negación de las tres personas de Dios, dado que, según el obispo Arrio, su fundador, el Creador tiene una sola persona que es el Padre, mientras que Cristo es un hombre, por lo tanto no es divino; un hombre a quien el Padre elige para que a través de él se realice la obra de Dios en el mundo. La doctrina arriana fue condenada en el concilio de Nicea (325) y, después, en el de Constantinopla (381). Subsistió durante muchos años entre las capas más humildes de la sociedad cristiana, impregnando en Occidente a buena parte de los fieles del Reino hispanogodo, hasta que en el año 587 se produce la conversión de Recaredo al catolicismo.

Menos de dos siglos tardó en restablecerse en Hispania la sensibilidad religiosa antitrinitaria, esta vez como una suerte de intento de acercamiento interconfesional entre mozárabes y musulmanes andalusíes, para quienes Alá es el único Dios y Mahoma su profeta; para ellos Cristo es también un profeta y, por lo tanto, sólo un hombre. En este marco de diálogo con el Islam, el obispo Elipando de Toledo proclama en el año 754 la doctrina adopcionista, un movimiento que se estaba extendiendo entre los fieles de sus diócesis -mozárabes propiamente dichos- y que aseguraba que Cristo, según su naturaleza humana, es hijo adoptivo de Dios. Elipando no cuestionaba la doble naturaleza de Jesús, divina y humana, puesto que le servía para estar en buena relación con los musulmanes andalusíes, con los que compartía espacio, pues el territorio toledano estaba bajo poder del Emirato cordobés, y con los católicos ortodoxos del norte peninsular.

El adopcionismo pronto contó con el apoyo del obispo Félix de Urgel, cuya Diócesis estaba dentro de la Marca hispánica y, por lo tanto, integrada en el imperio de Carlomagno. Sin embargo, fue el adopcionismo un mal del espíritu combatido por el presbítero astur Beato de Liébana, autor de unos célebres Comentarios al Apocalipsis, por el rey Alfonso II el Casto y por el teólogo carolingio Alcuino de York, máximo responsable ideológico del Imperio de occidente. Esta disputa teológica entre Alcuino y Beato contra Elipando y Félix de Urgel fue juzgada por el papa Adriano I, quien concluyó en el año 794 condenando al adopcionismo como herejía. Poco tiempo después, hacia el año 799, Félix de Urgel se retractaría de su error, regresando como hijo pródigo a la ortodoxia trinitaria.

Esta disputa teológica de finales del siglo VIII tuvo una influencia decisiva en el fortalecimiento y prestigio del Reino de Asturias; una consideración que cobraría fuerza con el descubrimiento del sepulcro de Santiago (ca. 820-830). La corte de Oviedo sabía que el fortalecimiento político del reino precisaba de una iglesia propia autónoma y prestigiada, independiente de la sede heresiarca de Toledo, cabeza de la organización eclesiástica heredada del Reino visigodo. La gran victoria política que para el Reino astur supuso ganar la disputa del adopcionismo, una lucha entre ortodoxia y heterodoxia, logró fortalecer la autoridad moral de Beato y de la joven Iglesia astur, institución que lograba, tras la penalización del obispo Elipando, la creación de la Sede Episcopal de Oviedo en el año 812.

La dedicación de Beato de Liébana a la defensa de la ortodoxia trinitaria tuvo como complemento su fidelidad a la causa jacobea, con la composición del himno litúrgico O Dei verbum, Patris ore proditum (ca. 785), texto que difunde la idea, ya expresada en los Comentarios al Apocalipsis, de la evangelización de Hispania por Santiago, además de exponer abiertamente el concepto del patronazgo apostólico sobre el pueblo de Asturias. Santiago el Mayor es aceptado por la Monarquía, por la Iglesia y por los fieles como santo protector, y así es invocado. Alfonso II no dudó en basar en el papel integrador del catolicismo ortodoxo, la restauración de un orden político cristiano con capacidad de liderar en Hispania la lucha contra el Islam andalusí.

El santo patrono que habría de proteger la vitalidad de este movimiento político-religioso sería el apóstol Santiago, adoptado como tal desde finales del siglo VIII. Cuando Teodomiro de Iria identifique el sepulcro jacobeo en un apartado lugar de su Diócesis e informe de ello al monarca, el mesianismo del hallazgo -Santiago es un enviado de Dios- imanta al rey Casto de tal modo que no duda en personarse como primer peregrino en el santo lugar. Tras el descubrimiento del edículo jacobeo el soberano asume la idea del patronazgo de Santiago con la donación que ofrece (ca. 829) al obispo Teodomiro de Iria del territorio comprendido a tres millas en torno al sepulcro apostólico. Al tiempo que surge la idea del patronazgo jacobeo de España, iniciada por Beato y sostenida por la Iglesia astur, prestigiada por sus orígenes apostólicos, la Corona y el clero del reino salen robustecidos ante el mundo occidental con su defensa a ultranza de la ortodoxia católica, celebrada a través de su militante antiadopcionismo. [FS]


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