Xacopediaamor

En el Camino de Santiago el término amor se ha manifestado, desde sus orígenes, en una dirección: el amor a los demás a través del amor al Apóstol y a Dios. El hecho de que la Ruta Jacobea sea una ruta sacra hizo que este término fuese el punto de partida para casi todo lo demás. Por amor divino los peregrinos hacían el Camino, por ese mismo amor eran respetados por los poderosos y atendidos de forma hospitalaria, y por él lograban llegar a la casa de Santiago.

El Codex Calixtinus (s. XII) insiste en el valor de la peregrinación como expresión terrenal del amor a Santiago y de las exigencias que supone desde el primer momento: “Pues todo el que por mi amor quiere peregrinar debe manifestar antes sus pecados en una humilde confesión y hacer después penitencia de ellos peregrinando. Y quien de otra forma obre hará una peregrinación reprobable”.

La expresión del amor celestial apunta también hacia quienes encuentran el peregrino humilde y devoto a su paso. El Codex Calixtinus señala, en más de una ocasión, la expresión de amor que suponen las limosnas dadas a los peregrinos y como se tendrán en cuenta: “quien les dé una limosna por amor a Dios o al Apóstol sin duda tendrá su recompensa”.

Por lo tanto, en la historia del Camino el amor tiene carácter fundacional: se peregrina piadosamente por amor divino y de ese amor obtendrá el peregrino todo cuanto necesite para su sustento: limosna, ayuda y hospitalidad. Hay que reconocer que ya fuese por amor -o en ocasiones por temor- a Dios, el Camino se fundamentó y cimentó en estos principios. No de otra manera se puede entender el gran número de instituciones hospitalarias que llegaron a atender al peregrino de forma desinteresada y como hasta los mismos monarcas -con las excepciones que se quiera- establecían una legislación favorable al peregrino y facilitaban su paso.

El amor a Dios y al Apóstol era el sustento de todo lo demás, y debía estar presente desde la salida hasta la llegada a Santiago, donde la concentración de peregrinos era máxima y planteaba problemas para la acogida. Así lo transmite el Codex Calixtinus: “todos los peregrinos necesitados, la primera noche después del día en el que llegan al altar de Santiago, deben recibir hospedaje completo en el hospital, por amor de Dios y del Apóstol”. Pese a las limitaciones que siempre existieron, el gran número de instituciones religiosas que prestaron atención a los peregrinos en la ciudad respondería, entre otras consideraciones, a esta exigencia divina.

No habla, sin embargo, el Codex del otro amor: el surgido a través de la atracción sexual. Y es lógico: el Camino se concentra en el amor divino, como acabamos de ver. Sin embargo, tanto en el pasado como en el presente las intensas y continuadas relaciones establecidas a lo largo de la Ruta generaron amores y odios con igual intensidad. De ambos hay pruebas sobradas. En el caso del amor entre parejas, el Codex, sin citarlo de forma expresa, parece rechazarlo. La meta es divina, no terrenal. En el libro I recomienda: “No te dejes llevar por el amor de Venus ni del vino, pues de igual manera perjudican Venus y el vino”.

La peregrinación actual, tan distante en el tiempo y en el espacio físico y humano de la histórica, ha hecho de la intensidad de las relaciones entre los propios peregrinos una de sus razones de ser y uno de los motivos de su éxito. Por este motivo, la Iglesia acepta en el presente el hecho del amor nacido entre peregrinos y santifica sus relaciones. Desde los años ochenta, se conocen muchos casos de peregrinos que se conocieron, se enamoraron y se casaron en el Camino y en la catedral compostelana. [MR]

V. sexualidad


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