Xacopediatributo de las cien doncellas

La legendaria historia española del supuesto tributo de las cien doncellas partiría de un acuerdo sellado entre el rey cristiano Mauregato (783-788), hijo bastardo de Alfonso I, y el emir de Córdoba Abderramán I (756-788), por el que el monarca se comprometía a aportar cada año al musulmán el citado tributo en pago por la ayuda que este le había prestado en el año 783 en su enfrentamiento con Alfonso II, hijo de Fruela y nieto legítimo de Alfonso I, por el trono asturiano.

En el año 788, Mauregato es asesinado por dos nobles asturianos que se negaban a satisfacer el ignominioso tributo, lo que supuso la llegada al trono de Bermudo I (788-791), que decidió sustituir el pago de las doncellas por una cantidad de dinero. Su sucesor, Alfonso II el Casto (791-742), rechaza también el pago del dinero y, tras la batalla de Lodos, en la que vence al moro Mugait, consigue su propósito.

Durante el largo reinado de Alfonso II, los sarracenos no volvieron a reclamar el tributo, pero, al morir este, los moros creyeron que la debilidad del nuevo monarca Ramiro I (842-850) les permitiría reclamarlo de nuevo y, por orden del califa Abderramán II (822-852), así lo hicieron. Según relata la Primera Crónica General, mandada realizar por Alfonso X el Sabio (1252-1284), “assi como cuenta la estoria, pues que los moros sopieron que el rey don Alffonsso el Casto, que era rey muy esforçado et muy fuerte et muy auenturado en batallas et los auie mucho apremiados et crebantados con lides et correduras, que era muerto, et reynaua en su lugar el rey don Ramiro, quedando ellos que el, como serie en su noueza, que les aurie miedo, ca era el poder de los moros muy grand en Espanna […] et que auiendoles miedo que les darie lo que demandeassen por razon quel non diessen guerra et quel dexassen en paz; et enuiaronle pedir que les diesse cada anno L donzellas de las mas fijasdalgo con que casassen, et otras L de las otras del pueblo con que ouiessen entre si sus solazes et su deleyte; et estas cien doncellas que fuessen todas uirgines”.

Ramiro I se enfureció al conocer la noticia y “non dio a los moros resposta ninguna daquello que demandauan”. Abderramán II decidió emprender una lucha para recuperar el pago del tributo y el propio rey Ramiro se puso al frente de su ejército para defender su decisión de no satisfacerlo en el campo de batalla. Sin embargo, la superioridad de las huestes sarracenas les obligó a refugiarse en Clavijo para reorganizarse y acometer de nuevo la lucha. Como cuenta la ya citada Primera Crónica General, “los cristianos acogieronse a la cabeça daquell otero, et estando allí todos llegados en uno, rogaron a Dios de todos sus coraçones, llorando mucho de los oios, faziendol priezes et rogandol que los non desamparasse, mas que los acorriesse en aquella priessa en que eran”.

Pero durante la noche -continúa la crónica- al rey Ramiro se le apareció en sueños el apóstol Santiago y le dijo que les ayudaría a vencer a los sarracenos, irrumpiendo en el campo de batalla a lomos de un caballo blanco, con su estandarte y su espada. «El rey don Ramiro desperto luego que el apostol se tiro delante, et fizo luego llamar los obispos et los abades et todos los altos omnes de su hueste, et dixoles aquella uision que uiera. Ellos quando lo oyeron, dieron gracias a Dios et alabaron el su nombre, et fizieron todo lo al assi como les era mandado del apostol, et fueron luego entrar en la fazienda et lidiar con los moros. Otrossi el apostol sant Yague fue y luego con ellos, assi como les el prometiera, et esforçaualos a la batalla, et firie el mismo muy de rezio en los moros, assi como a ellos semeiaua. Los cristianos, quando uieron a sant Yague, fueron muy esforçados, et fiando en el ayuda de Dios et del apostol sant Yague, començaron de ferir en los moros muy de rezio, dando grandes uozes et diziendo: “Dios, ayuda, et sant Yague!” Los moros fueron luego al ora uençudos; et murieron y bien LXX uezes mill dellos, assi como cuenta la estoria. Et los otros que escaparon, fuxieron todos los que pudieron foyr.»

Después de la ayuda recibida, el rey Ramiro, como muestra de agradecimiento al apóstol Santiago por su milagrosa intervención, decide instituir en Calahorra el Voto de Santiago. “Por consiguiente -añade el mismo texto- ordenamos por toda España e hicimos voto, que se ha de guardar en todas las partes de España, que Dios nos conceda librar de los sarracenos por la intercesión del Apóstol Santiago, de pagar perpetuamente cada año, a manera de primicias, de cada yugada de tierra una medida de la mejor mies, y lo mismo del vino, para el mantenimiento de los canónigos que residen en la iglesia del bienaventurado Santiago y para los ministros de la misma iglesia. Concedimos también e igualmente confirmamos para siempre, que los cristianos por toda España, de todo el botín que en cada una de las expediciones cogieren a los sarracenos, den con toda exactitud a nuestro glorioso patrono protector de España, el bienaventurado Santiago, tanta parte y porción como corresponde a un soldado de a caballo. Nosotros, todos los cristianos de España, hemos prometido con juramento dar cada año a la iglesia del bienaventurado Santiago todos estos donativos, votos y ofrendas que arriba se indican y así tenemos canónicamente determinado que se observe perpetuamente por nosotros y nuestros descendientes.”

Muchos historiadores opinan que tanto la batalla de Clavijo como el mencionado Voto de Santiago fue una invención. Otros fijan el pago del tributo en la batalla de Simancas, librada en el año 936 por Ramiro II (931-951) y Abderramán III (929-961). Durante la contienda se produjo un eclipse, las tropas cristianas invocaron la ayuda de Santiago y San Millán y, finalmente, consiguieron vencer.

El poeta Gonzalo de Berceo concluye contándolo en la siguiente cuaderna vía:

[Abderramán]
Mandó a los cristianos el que mal sieglo prenda
Que le diesen cadaño tres vent dueñas en renda,
Las medias de linage, las medias chus sorrenda,
¡Mal sieglo haya preste que prende tal ofrenda!
[…]
[Los cristianos]
Enviaron messages a la gent renegada
Que nunca más viniesen pedir esta soldada,
Ca era contra ellos la tierra acordada;
Si ál quisiesen fer prendién grand sorrostrada.
[…]
Viernes era el día [el eclipse], que esto aconteció,
De fasta tercia, el sol non pareció
Plus pavoroso día nuncua amaneció,
Sinón el Viernes Santo cuando Cristo murió.
[…]
Vinieron dos personas hermosas y relucientes
Eran mucho más blancas que las nieves relucientes.
Vienen en dos caballos más blancos que el cristal,
Con armas quales non vio nunca hombre mortal.
El que tenié la mitra e la croza en mano
Esse fue el apóstol [Santiago] de san Juan hermano,
El que la cruz tenié e el capiello plano
Esse fue san Millán el varón cogollado.
[…]
El rey don Remiro, que haya Paraíso,
Heredó al apóstol como gelo promiso,
Confirmole los votos como homne anviso,
Non dejó en el regno casa que y non miso.

La leyenda cuenta que habían de entregar siete doncellas y que ellas, para no sufrir la humillación, se cortaron las manos por ver si así eran rechazadas, por lo que hay quien dice, no sin una dosis de ironía, que de ahí viene el nombre de Simancas. Por su parte, Lope de Vega, en su obra teatral Las famosas asturianas, sostiene que el monarca que se comprometió a pagar el tributo fue Alfonso II, pero en su versión las doncellas, al ver que iban a ser ofrecidas como tributo, acusan a los cristianos de cobardía y provocan su reacción para que luchen y consigan impedir el vergonzoso pago:

Vete moro en hora mala.
Di al tu rey que cien doncellas
son cien chuzos y cien lanzas,
que vengan como quixere
que las hembras solas bastan
a defenderse asimesmas
.

En la actualidad, en el pueblo riojano de Soriano se celebra una procesión llamada de las Cien Doncellas, en la que cien mujeres vestidas de novia acompañan la imagen de la Virgen de Hermedaña, conmemorando la supresión del infame tributo. [JS]


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