Es uno de los símbolos pasados y presentes del Camino de Santiago. La expresión Via Crucis significa ‘Camino de la Cruz’ y hace alusión a la Pasión sufrida por Jesucristo desde su retiro a orar al monte de los Olivos con sus discípulos, donde acepta el Camino que Dios le ha asignado: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas, 22, 42); hasta su resurrección, que es el premio de salvación que esperan los cristianos que aceptan el Camino que Dios les tiene reservado. Según dijo el propio Jesucristo, “el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mateo, 10, 38)
El Via Crucis significa también las dificultades que cada uno se encuentra en la vida para seguir el Camino que Jesucristo marcó cuando dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan, 14, 6). El camino de peregrinación como metáfora del camino de la vida, dice el Códice Calixtino (s. XII), “es cosa buena, pero es estrecho. Pues es estrecho el camino que conduce al hombre a la vida: en cambio, ancho y espacioso el que conduce a la muerte”. La cruz es pues símbolo de un sufrimiento -que en el caso de Jesús lo conduce hasta la muerte- pero también de garantía de resurrección. Al final del camino y de las dificultades superadas se encuentra la salvación.
La cruz en la que murió Cristo significa el sometimiento a la voluntad de Dios, y Santiago así la aceptó cuando Jesús lo eligió junto a su hermano Juan, a Pedro y a Andrés o cuando murió decapitado por orden de Herodes Agripa por predicar su doctrina, lo que le otorgó, según el Códice Calixtino, “la primacía en el ilustre colegio de los apóstoles”, ya que “mereció ser el primero de ellos en recibir la corona del martirio y subir a los cielos y el primero en poseer el cetro de la victoria, la corona de la gloria y asiento en el paraíso celestial”, que es la meta definitiva de todo cristiano.
La presencia de la capilla románica compostelana del Salvador, cuya imagen preside el retablo y enseña los agujeros de los clavos en las manos después de haber estado clavado en la cruz, justo detrás del sepulcro del Apóstol, meta del Camino de Santiago, es la garantía de que al final de la peregrinación como metáfora del camino de la vida está la salvación.
El escritor gallego Castelao justifica la presencia de cruces en los caminos jacobeos, ya que “a viaxe dos pelengríns xacobitas estaba inzada de perigos, porque no Camiño tamén había malfeitores en axexo e a pouca distancia acampaban os sarracenos. Por eso nas crónicas desta romaxe abondan as referencias de cruces de pedra ourelando a roita, tanto para cristianizala como para marcala, tanto para confortaren o ánimo dos camiñantes como para guialos con ben a través dunha Hespaña invadida de mouros. En ningún outro vieiro de pelerinaxe serían tan necesarias as indicacións, pol-o que resulta asisado coidar que a cruz dos pelengríns tomou vida no Camiño Francés [y en las demás Rutas Jacobeas] e que este novo obxeto da cruz moimental enxendrou o calvario e o cruceiro”.
En el cruceiro de Melide, que Castelao considera el más antiguo de Galicia, en pleno Camino Francés, se dispone en una de sus caras la imagen del Crucificado, con María y Juan, el hermano de Santiago, a sus pies, y en la otra la de Cristo salvador, mostrando en sus manos los agujeros de los clavos de la cruz, sentado en su trono y coronado de Gloria.
Cuenta el Códice Calixtino que en la cima de Port de Cize, “hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él con hachas, con piquetas, con azadas y demás herramientas abrió una senda Carlomagno al dirigirse a España con sus ejércitos en otro tiempo y, por último, arrodillado cara a Galicia elevó sus preces a Dios y a Santiago. Por lo cual, doblando allí sus rodillas los peregrinos suelen rezar mirando hacia Santiago y todos clavan sendas cruces, que allí pueden encontrase millares. Por eso se considera aquel lugar el primero de la oración a Santiago”.
En los límites de Roncesvalles y Burguete, se encuentra la llamada cruz de Roldán, que señala el lugar donde, según la leyenda, fue enterrado el héroe después de su derrota frente a los sarracenos cuando se encontraba al frente de la retaguardia del ejército de Carlomagno, que relata el Códice Calixtino.
La cruz de los Peregrinos de Roncesvalles es otro de los hitos emblemáticos del Camino Francés y punto de partida de muchos de los que se dirigen por esta ruta a Santiago de Compostela.
La décima etapa del Códice Calixtino comienza en Villafranca del Bierzo, “en la boca del valle del Valcarce, pasado el puerto del monte Irago”, donde se encuentra la cruz de Ferro, de unos cinco metros de altura, a cuyos pies los peregrinos depositaban una piedra que acreditaba que habían hecho el Camino.
En la actualidad, muchos peregrinos dejan también pequeñas piedras junto a los mojones que señalan la ruta, imitando la costumbre de los viejos milladoiros. Además, según la tradición, en el Monte do Gozo, desde donde divisan por primera vez las torres de la catedral compostelana los peregrinos llegados por el Camino Francés, había una cruz y un milladoiro donde depositaban una piedra y realizaban un rito de acción de gracias.
La cruz roja de Santiago, símbolo de los caballeros de la orden, representa también la espada con la que sufrió el martirio por ser discípulo de Cristo. Es también el arma con la que tuvo que defender la fe representada por la cruz en sus apariciones en apoyo de las tropas cristianas en sus disputas con las sarracenas.
La cruz griega, donada por Alfonso III a Compostela e inspirada en la cruz de los Ángeles de Oviedo, era el símbolo de la fe que trajo a tierras hispanas el apóstol Santiago. Según se indica en su inscripción, “con este signo se ampara el justo: Con este signo se vence al enemigo”. Una cruz de parecidas características se encuentra en el sepulcro del obispo Teodomiro, descubridor junto al eremita Paio, de los restos del apóstol Santiago en el bosque Libredón, en el primer cuarto del siglo IX. Este hallazgo fue el principio de las peregrinaciones a Santiago de Compostela.
En la actualidad los peregrinos a Santiago han recuperado la antigua tradición de depositar cruces a lo largo de la ruta.
Se pueden ver, toscamente elaboradas y casi siempre de madera, depositadas en lugares emblemáticos del Camino: puertos, monumentos funerarios, proximidades de Santiago, etc. [JS]