Localidad episcopal de 63.000 habitantes (326 m) en la Vía Francígena, Italia. A 2.270 km de Santiago y a 85 de Roma. Fue un campamento militar romano llamado Castrum Herculis por la presencia de un templo dedicado al mítico héroe (el león, símbolo de la ciudad hace referencia a él). En el siglo XIII fue teatro de las luchas entre güelfos y guibelinos. La victoria güelfa marca definitivamente la política filo-papal de la ciudad. Un episodio muy significativo, que atrae la atención sobre Viterbo, es la elección del pontífice Gregorio X, sucesor de Clemente IV. Como los cardenales que tenían que elegirle llevaban tres años reunidos sin alcanzar ningún resultado, el pueblo viterbés llegó a la drástica decisión de encerrarlos bajo llave en la sala de la elección (clausi cum clave), dejarlos a pan y agua y a la intemperie (habían quitado también el techo de la sala) hasta que nombrasen al nuevo papa. Desde entonces las elecciones del pontífice (los cónclaves) se celebraron en un lugar cerrado. Con la presencia de la curia papal, la ciudad alcanzó su máximo esplendor, tanto económico como arquitectónico, con la edificación de edificios públicos, torres e iglesias. Fue llamada durante siglos la Ciudad de los Papas, en memoria del periodo en que la sede papal fue trasladada a esta ciudad.
El monumento más famoso es, sin duda, el palacio de los Papas, construido a mitad del siglo XIII (1255-1266). Al lado se encuentra la catedral de San Lorenzo, erigida en el siglo XII en el lugar donde se emplazaba una pequeña iglesia del siglo VII. La basílica, de tres naves, padeció importantes daños a causa de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Son numerosos los hospitales anexos a las iglesias. Cerca de la de Santa María, en Carbonara, había una encomienda templaria. No lejos del duomo se encuentra el medieval quartiere (barrio) del Pellegrino, testimonio toponímico de la importancia del paso de los peregrinos por la ciudad. Entre 1233 y 1252 vivió en la ciudad Santa Rosa de Viterbo, que predicó en contra de heréticos y guibelinos. Su culto hizo aumentar el flujo de peregrinos, que venían para ver su cuerpo incorrupto.
Aunque el periodo aviñonés marcó el inicio de una larga fase de decadencia para la ciudad, el tráfico viario de la Francígena garantizó su desarrollo. [CP]