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Es uno de los dos países que aporta un mayor número de peregrinos jacobeos en la actualidad, tan sólo superado por Alemania. Siglos antes del descubrimiento del sepulcro en el monte Libredón (s. IX), un documento difundido a partir de la segunda mitad del siglo V desde Italia, La Passio Jacobi, menciona el martirio de Santiago pero omite por completo la predicación del Apóstol en Hispania. Sin embargo, durante el siglo XIV se escribirá en la ciudad de Padova una obra en verso, en dialecto franco-italiano, sobre la Crónica de Turpín contenida en el Codex Calixtinus. Llevaba por título L’entré en Espagne y en ella se menciona la intervención del Apóstol en la liberación de España de los moros. También Dante, Jacobo de la Vorágine y otros escritores resaltan desde el siglo XII la peregrinación jacobea desde Italia.

Las relaciones entre Roma, actual capital italiana y sede histórica del poder papal, y Compostela llegaron a momentos críticos durante la Edad Media, puesto que Roma no quería perder su hegemonía como “capital” de la confesión católica. Las tensiones fueron aplacadas en gran medida gracias a la labor diplomática llevada a cabo por el arzobispo compostelano Diego Gelmírez, quien llegará a recibir de manos del papa Pascual II el privilegio del Palio. Es durante esta época (s. XII) cuando se consolida la vía de doble dirección, además del poder de la Orden de Cluny -gran difusora del Camino Jacobeo- en Roma. Durante el siglo XII visitarán Compostela un buen número de peregrinos italianos y santos, entre ellos San Alberto, eremita de San Agustín.

El mismo Gelmírez viajó varias veces a Roma y donó un pequeño hueso de la mandíbula del Apóstol a la iglesia de Pistoia y a su obispo Atón. La reliquia serviría para corroborar que los restos óseos hallados por López Ferreiro en 1879 eran de Santiago el Mayor, hecho que atrajo nuevamente a peregrinos a Compostela desde finales del siglo XIX. A día de hoy aún se conserva este pequeño vestigio en un relicario de la catedral de Pistoia. Otra medida llevada a cabo por otros arzobispos (ss. XV-XVIII), en vistas de mantener un buen clima con la Santa Sede, fue el contrato de numerosos cantores, instrumentistas o compositores italianos para formar parte de la capilla musical catedralicia.

Por otra parte, Roma siempre fue el espejo en el que se miraría Compostela. Edificadas ambas catedrales sobre un sepulcro apostólico, la Puerta Santa de la basílica gallega (s. XVI) tomaría como referencia la romana (s. XV). También, y a pesar de las más que dudosas fuentes que sitúan el primer Año Santo Jacobeo antes que el romano, casi con toda seguridad la concesión de las primeras indulgencias en Roma fue anterior (1300).

La red que configuran el Camino de Santiago y el de Roma en Italia recibe el nombre de Vía Francígena, itinerario de doble recorrido con destino a Compostela o la basílica de San Pedro, según el caso. Se corresponde, en palabras del prestigioso estudioso Paolo Caucci von Saucken, con “una de las antiguas vías de comunicación de la Italia de la alta Edad Media: la primera que se intenta reconstruir tras la caída de Imperio Romano con criterios de continuidad y con una finalidad más amplia que la de servir al simple tráfico local”. Esta vetusta calzada era de importancia estratégica para los longobardos, que pretendían conectar los ducados del norte y del sur, pasando por Roma y manteniéndose asimismo alejados de la costa de la Península Itálica, controlada por los bizantinos. A lo largo del Camino los príncipes y nobles, independientes de la autoridad episcopal, fundaron la primera estructura hospitalaria de la que disponían los peregrinos en su andadura hacia la antigua capital del Imperio. Con la derrota de los longobardos por parte de los francos, la vía tomará mayor importancia, ya que estos últimos necesitaron reforzarla para mantener las comunicaciones con Roma. Mejoraron los pasos de los Alpes, esto es, el puerto del Gran San Bernardo -empleado por los peregrinos alemanes- y el paso de Moncenisio -el más utilizado-.

Aunque ya existen romeros documentados en el siglo II d.C., el primer flujo importante de peregrinos hacia Roma se da en el VII. Son en su mayoría ingleses, entre los que se encuentran representantes de la realeza. Entre los reyes, arzobispos y caballeros que visitaron Roma destaca Sigerico (s. IX), discípulo de San Durstan, por dejar escrita una relación de los lugares visitados en su peregrinación desde Canterbury (Reino Unido).

Este trazado entrará en decadencia en el siglo XIII, con motivo de la expansión comercial y política de Florencia. Los Annales stadenses seguirán mencionando entre los años 1240 y 1256 el trazado de la Vía Francígena, aunque señalan la existencia de otro itinerario, más fácil y directo, que atraviesa los Apeninos y llega hasta la Via Emilia en Bolonia. Siglos después, en el año 1985, Caucci se referirá a esta ruta como el “Camino italiano de Santiago”, por haber sido utilizada en doble dirección a ambos santuarios.

Por otra parte, en la Edad Media combinar las tres peregrinaciones mayores era frecuente en los peregrinos, cuando menos visitar Compostela y Roma, dado que el viaje hasta Jerusalén implicaba mayores dificultades. Esta ruta por dos de los principales santuarios de la cristiandad situará en el Mediterráneo occidental “una suerte de espacio privilegiado donde se dan cita la evocación de la memoria evangélica de tres apóstoles de Cristo sobre los que descansa el ser y la identidad de Europa”, en palabras de Carmen Puggliese, que se refiere a San Pedro y San Pablo, en Roma, y a Santiago, en Compostela.

Desde el siglo X hasta el XII este trazado constituía una vía de doble dirección, con destino Compostela o Roma, según el caso. El primero salía de Roma, visitando Viterbo, Siena, Altopascio, Lucca, Pistoia, Parma, Fidenza, Piacenza, Alessandria y Torino. El valle de Susa y, seguidamente, el paso de los Alpes tienen como destino la Vía de Toulouse en Francia y, a continuación, el Camino Francés, por España. La antigua calzada llegará a concentrar peregrinos de la más diversa procedencia, que, tras visitar las reliquias de San Pedro y San Pablo, remontarán el Camino hasta Compostela. Eslavos y peregrinos del Véneto se dirigen directamente a Piacenza, mientras que Pavía acoge a los alemanes que prefieren esta ruta a la Oberstrasse.

Con todo, debe mencionarse la importancia histórica de otras rutas seguidas en el pasado. Muchos de los peregrinos se dirigían desde Roma hacia los puertos del sudeste de Italia, para embarcarse rumbo a Jerusalén, mientras que otros iniciaban su camino mucho antes, en Nápoles, visitaban a continuación Roma y seguían el trazado antes descrito hasta Francia. Autores como Lucía Gai puntualizan que aunque en la actualidad se sitúa Roma como punto de inicio, los peregrinos partían en el siglo XII de San Nicolás de Bari.

Italia se postula como el país en el que se ha recogido un mayor número de testimonios jacobeos, muestra de lo que se conoce como literatura odepórica. Muchos de estos ejemplos datan de la época renacentista. Entre todos destaca Domenico Laffi, boloñés que peregrinó cuatro veces a Compostela y a Fisterra, en los años 1666, 1670, 1673 y 1691. Tras su segunda peregrinación y antes de iniciar la tercera, redactó y publicó en Bolonia en 1673 un relato titulado Viaggio in Ponente a S. Giacomo di Galitia e Finisterre, gracias al cual se conoce que siguió un itinerario muy parecido al explicitado en el Codex Calixtinus. No se trataba de un peregrino al uso, puesto que entre sus motivaciones no estaba sólo la devoción cristiana, sino un interés por “querer ver cosas nuevas”, tal y como escribió en el relato de su viaje. Para la remodelación barroca de la catedral compostelana, Laffi proporcionará diseños a su amigo el canónigo José de Vega y Verdugo, promotor de las obras.

El relato de Domenico Laffi destaca por ser posiblemente el más extenso de los referidos a la peregrinación jacobea. Profuso en detalles, señala la hospitalidad ofertada en el Camino, tanto por particulares como por lugares de acogida, las normas de dichos hospicios y las trampas e injusticias llevadas a cabo por ciertos mesoneros.

Otros peregrinos relatarán su viaje en verso. Este es el caso de Francesco Piccardi, quien viajará a Compostela en 1472 y escribirá Il viaggio al Santo Sepulcro ed a S. Jacopo in Galicia, descritto in ottava rima, manuscrito que se conserva en la Bibliothèque Nacionale de París. Bartholomeo Fontana escribirá, por su parte, el Itinerario o vero viaggio de Venecia a Roma… seguendo poi per ordine di Roma fino a Santo Jacobo in Galitia, Finibus Terre, la Barca, il Padrone e Santo Saluatore, per più di una via che far si può, un folleto de 35 folios impreso en Venecia en 1550.

También Cosme III de Médici, príncipe heredero del Gran Ducado de Toscana, visita Compostela en marzo de 1669. El relato de su viaje -siguiendo el Camino Portugués- y estadía en la ciudad lo escribirá el marqués Filippo Corsini, entre otros, mientras que Pier Maria Baldi se encarga de representar las localidades que visitaron en grandes acuarelas. En su narración destaca aspectos negativos como la presencia constante de la lluvia en la capital gallega y la vida miserable de sus habitantes. Sin embargo, abandona Compostela con buenas impresiones de la catedral románica, la iglesia de San Agustín, el convento de San Domingos de Bonaval, el palacio arzobispal y el gran Hospital Real.

Nicola Albani (s. XVIII) deja escrito su Veridica istoria o’sia Viaggio da Napoli à San Giacomo di Galicia, obra editada en dos tomos que consta de más de 600 páginas. Aúna Albani las características de un peregrino que viaja por devoción y de un pícaro que sale a la aventura. Estuvo en Compostela en dos ocasiones, una en 1743 y otra en el Año Santo de 1745.

Con todo, el documento más antiguo que menciona Compostela en relación con la Vía Francígena lo escribió el abad islandés Munkathvera entre 1151 y 1154. El peregrino, que visitó Roma y Tierra Santa, indica en dos ocasiones las conexiones entre la Vía Francígena y el sistema viario que llevaba a Compostela, al que cita como Camino de Saint-Gilles, un tramo del sur francés que conducía a Santiago.

Se decía que una casta de hombres procedentes de Francia se desplazaba durante la Edad Media por todos los caminos de peregrinación, desde Santiago a Roma, engañando a los peregrinos solitarios. Una de las estafas señaladas por los autores de Las peregrinaciones a Santiago de Compostela era aquella en la que un grupo de maleantes invitaba al romero a confesar sus pecados, imponiéndole penas económicas. Los bandidos aseguraban que harían llegar el dinero a la Iglesia, cosa que no llevaban a cabo.

Quien sí recibió su castigo fue Bartholomeus Cassanu. Peregrinó en 1586 desde Génova, robando a su paso por el Camino del Norte en las iglesias de Zarautz y Salas. En esta última localidad asturiana fue capturado, condenado a la horca, al descuartizamiento y a que sus restos permanecieran a la vista de todos en los caminos. La sentencia se hizo efectiva en septiembre de ese mismo año.

De otro tipo eran los conocidos como peregrino pro fame. Se trata de gentes que recorrían los santuarios del Camino aprovechándose de las limosnas destinadas a los peregrinos. Su existencia está documentada en la ciudad toscana de Pistoia, entre otras. Fueron tan abundantes que el Cabildo de esta ciudad llegó a solicitar al de Santiago una copia de las compostelas para distinguir a los falsarios de los verdaderos peregrinos que regresaban a sus hogares.

A lo largo de la Vía Francígena, al igual que en la Tolosana, fueron asentándose los hospitales de la Orden de San Juan, cuyos antecedentes se remontan a principios del siglo XI, con la fundación de la primera casa de la Orden en Palestina (1002).

También la Orden de San Iacopo di Altopascio, llamada Orden del Tau, por el tipo de cruz que la representa, ejerció esta labor hospitalaria. Según Paolo Caucci, esta será la única orden con el nombre de Santiago fundada en Italia. Fue creada en la segunda mitad del siglo XI, cuando un grupo de nobles de Lucca levanta un hospital de peregrinos en una zona situada al paso de la antigua Vía Francígena. La primera referencia que se obtiene del centro es de 1084, mediante el testamento de un tal Gugliemo. El primer maestro o rettore conocido sería Martino de Bonagiunta, quien ostentaría el cargo hasta 1104. El hospicio se pondrá bajo la protección de los santos Gil, Cristóbal y Santiago, pero tan sólo permanecerá esta última advocación.

El peregrino islandés Munkathvera y Felipe II Augusto mencionarán la existencia del hospital de Altopascio durante el siglo XII. La bula de Atanasio IV, que data del año 1154, confirma todas las posesiones y la autonomía del hospicio, dictamen que también seguirá Inocencio III en 1198, así como otros papas a lo largo del siglo XIII. La orden también tuvo propiedades en Pamplona, Astorga y Perelló, esta última localidad emplazada en el Camí Català de Sant Jaume. Finalmente, la orden se verá absorbida durante el siglo XVI por la de Santo Estefano, fundada en 1562.

Otra orden que se preocupó por el bienestar de los peregrinos fue la de los antonianos, que proporcionaron asistencia en el valle del Susa y en el complicado paso del Moncenisio, que tomaban muchos peregrinos con dirección a Vienne, para venerar las reliquias de San Antonio Abad. Fue fundada por Gastón de Vienne y aprobada por Urbano II en 1095.

También cabe mencionar el hospital de San Antonio de Ranverso, fundado por Humberto II de Saboya en 1188. Mediante una bula de Pío VI, desaparece la orden y el hospicio pasa a manos de la de San Mauricio y San Lázaro.

Las cofradías de San Jacopo o San Giacomo poblaban asimismo los caminos. En el siglo XVIII seguían subsistiendo algunos de estos centros en lugares como Bolonia. Otra institución genuinamente jacobea sería la Societá di San Giacomo de Parma, mientras que la Cofradía de San Jacopo d’Oltrano, fundada en 1300, sigue ejerciendo su labor en la actualidad.

También los militares de la Orden del Temple protegieron a los caminantes. Tras la desaparición de los templarios, sus posesiones pasaron a la Orden de San Juan, que consiguió ampliar su red hospitalaria en los caminos de las tres peregrinaciones mayores. Contaron los sanjuanistas con hospitales en Pisa y Venecia, puertos muy utilizados por los peregrinos jacobeos en la Edad Media.

En palabras de Caucci, “la estructura asistencial de las distintas órdenes constituyó un importante factor de consolidación de la Vía Francígena como camino de peregrinación.”

Noticias de otros hospicios hacen referencia, por ejemplo, en Palermo (Sicilia), al emplazamiento de un gran hospital de Santiago (s. XVI) anexo a la catedral. Precisamente Sicilia se postula como uno de los lugares por los que el apóstol San Pablo llevó a cabo su viaje evangélico.

Es sorprendente a lo largo de los principales lugares del Camino por Italia la constatación de la existencia de las dos vías de peregrinación mencionadas anteriormente. La mayor evidencia se muestra en la situación de los templos, que según su advocación se orientaban cara uno u otro santuario, proporcionando así referencias tanto al romero -con destino Roma, según la clasificación de Dante- como al peregrino -jacobeo-. Así, los templos de Santiago y San Antonio de Vienne se ubicaban hacia el noroeste, mientras que las de San Pedro y el Santo Sepulcro, referidas a Roma y Tierra Santa respectivamente, se localizaban hacia el sudeste. La misma colocación afectaba a las tallas de las iglesias, como en el retablo de San Nicolás de Bari: el apóstol Santiago y San Ludovico aparecen a la izquierda de quien mira.

En Bari también destaca la iglesia de San Sabino, con un oratorio consagrado a Santiago. Otros templos bajo esta advocación serían una iglesia en el Rialto, que se conserva a día de hoy; la iglesia románica de San Jacopo al Tempio, en San Gimignano; la de San Giacomo, in Settignano, cerca de la isla Tiburtina; el oratorio y el hospicio de San Giacomo in Augusta, fundado por el cardenal Giovanni Colona en 1338; la iglesia de San Jacopo in Campo Corbolini de Florencia y, sobre todo, la de San Giacomo degli Spagnoli, en Roma (s. XV). La creación de esta última fue promovida por el obispo sevillano Alfonso Paradinas con motivo del Año Jubilar universal de 1450, para atender a los peregrinos del Reino de Castilla que visitaban Roma. Albergaba el templo una de las mayores obras de Sansovino, una gran estatua de mármol de Santiago el Mayor (s. XVI), trasladada posteriormente hasta la iglesia de Montserrat de los Españoles de Roma.

En Pistoia es notable la capilla de Santiago, patrón de la ciudad. En ella se venera la reliquia del Apóstol mencionada anteriormente, vestigio que la convierte en centro del culto jacobeo en Italia. También contiene un altar de plata de Santiago elaborado entre 1287 y 1456, coronado por un “camino de estrellas” de oro. Otros templos con tallas y otras representaciones jacobeas son la iglesia parroquial de Issime, el oratorio de los peregrinos de Asís, un retablo de Radicofani, un fresco de la colegiata de Sant’Orso en Aosta, varias vidrieras en Perugia, etc.

En la literatura jacobea cabe mencionar la difusión en Italia del milagro del peregrino enfermo, que acaba muriendo abandonado por todos sus compañeros menos por uno. Santiago interviene y los traslada a los dos en su caballo hasta Compostela. Esta narración sería difundida por la Legenda aurea de Santiago de la Vorágine (s. XIII). Nicola Albani (1743) recoge en su texto otros mitos populares: “Aquel que dice que en Santiago hay un agujero en el que se oyen pasar todas las almas por el fondo, o aquella otra fábula que dicen que el que no vaya de vivo a Santiago irá muerto.” Destaca, asimismo, la curación de una dolencia de garganta de un caballero de Apulia tras ser tocado con una vieira que un peregrino llevó a Compostela.

En los últimos años crece sin parar el número de peregrinos italianos que visita el sepulcro jacobeo. Así, en 2006 se contabilizaron 10.031 personas de dicha nacionalidad, que recibieron la compostela, el certificado de la peregrinación por el Camino; 10.275 en 2007 y en 2008 se alcanzó la cota de 10.707. Al igual que la Ruta compostelana, Roma sigue manteniendo un flujo peregrinatorio que alcanza sus mayores cifras en los años santos. Existe en la actualidad un proyecto que unirá la Vía Francígena al Camino de Santiago. El itinerario lleva por nombre La Ruta de las Reliquias, y conecta regiones tan distantes como el Abruzzo en Italia con Conques en Francia, Cantabria y Celanova en Galicia. [SOB]

V. Francígena, Vía / Laffi, Domenico / Perugia / Pistoia / Roma, peregrinación a


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