Municipio de 4.959 habitantes en la Prolongación Jacobea a Fisterra, A Coruña. Su capital municipal está a 84 km de Santiago. La localidad de Fisterra, villa marinera y jacobea, es una de las metas del peregrino que sigue la Prolongación Jacobea. Una sinuosa carretera permite alcanzar el faro, a 3 km desde el centro del pueblo, mientras que el santuario de A Nosa Señora da Barca (Muxía) está a 29 km. La villa conserva aún un importante núcleo con estructura marinera, con casas dotadas de los típicos balcones y patines, aunque muy alterado urbanísticamente, en el que destacan el histórico castillo de San Carlos (s. XVIII) y la capilla barroca de Nosa Señora do Bo Suceso. El interés histórico del municipio viene dado por su excepcional situación geográfica junto al cabo Fisterra y el fin del mundo conocido en la antigüedad.
Cronistas, viajeros y peregrinos de todas las épocas se han ocupado tanto del pequeño pueblo marinero como de todos los hitos históricos que acoge el municipio: la antigua y misteriosa ciudad de Duio, desaparecida bajo las aguas y de gran importancia en la leyenda jacobea de la translatio; el inmenso y remoto promontorio Nerio o cabo de Fisterra, bajo cuya mole se guarda la pequeña villa; la ermita de San Guillerme, en lo alto del promontorio y sus cultos de fertilidad; las viejas leyendas que envuelven estos parajes del fin del mundo, o el Santo Cristo da barba dourada que acoge la cercana iglesia de Santa María das Areas. El pueblo de Fisterra, que le muestra una intensa devoción, representa por Pascua la Resurrección de Cristo en el campillo anexo al templo parroquial, siguiendo unas pautas que seguramente tienen origen medieval. La representación ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, e incide no en la muerte, como es común en otras partes de España, sino en la Resurrección, curiosa tradición en unas tierras donde muere el Sol en el punto más extremo del antiguo occidente, para renacer siempre, encajando todo en un mensaje global perfectamente entendido por los peregrinos de un finis terrae volcado a la esperanza y el renacer tras un largo camino.
Los primeros documentos sobre esta localidad aparecen el año 1199, en el testamento de la hija del conde de Traba, Urraca Fernández. En él se hace donación de la eclesie Sanctee Marie de Finibus Térre. Fisterra permaneció largo tiempo vinculada a la familia de los Mariño. Uno de sus miembros, Vasco Pérez Mariño, obispo de Ourense, donó el Cristo, emblema de la villa, que se conserva en una capilla independiente en Santa María das Areas. La propia situación geográfica, que hizo que mucho de lo bueno y lo malo llegaran directamente del mar, motivó que fuera asolada por los piratas en distintas épocas de su historia. El corsario Harry Pay la arrasó y una escuadra francesa no se limitó a atacar impunemente el pueblo, sino que se llevó el cuerpo del propio San Guillerme. No se libró tampoco Fisterra de la invasión francesa en 1809, en la que sufrió el saqueo general y el incendio del castillo de San Carlos.
La relación eclesiástica de Fisterra con la mitra compostelana motivó la cesión de impuestos a los señores feudales que presionaban constantemente a la población. Eso llevó a la rebelión del vecindario a finales del siglo XV, que se negó a pagar los impuestos, por lo que fue fulminantemente excomulgado, privación que sólo fue levantada tras la intervención real. Es precisamente en este siglo cuando comienza a intensificarse la llegada de peregrinos, que desde Santiago se dirigen a Fisterra y Muxía, y es también a finales de ese siglo (1479) cuando el clérigo Alonso García Rodríguez funda el hospital de peregrinos, cercano a Santa María das Areas.
Los viajeros fueron los primeros que, en sus relatos, acercaron al mundo el conocimiento de la pequeña villa marinera. Entre ellos destacamos la descripción que hace el austriaco Christop Guzinguer (1654): “Este lugar, situado junto al llamado Oceanus Occidentalis, llamado también cabo de Finisterre, no es grande y sin embargo tiene un puerto. Supongo que hasta aquí no llegan grandes navíos por su propia voluntad. La orilla está repleta de moluscos de los que suelen llevar colgados los peregrinos. Delante de las casas por todas partes cuelgan de cuerdas gran número de peces de mar abiertos en canal para que se sequen [...].”
Actualmente Fisterra cuenta con albergue de peregrinos. [JAR]