Apóstol de Cristo (Betsaida, Palestina?-Roma?). San Pedro es el personaje bíblico más vinculado a Santiago el Mayor, junto con el hermano de este, San Juan Evangelista, y el propio Jesús, que eligió a los tres como sus apóstoles más próximos. Desde el comienzo de la tradición jacobea se produjeron algunos hechos históricos que siguieron relacionando al Apóstol que Jesús deja al frente de su Iglesia con el que, según la tradición, se encuentra enterrado en Compostela.
La evidencia sobre la relación entre Santiago y San Pedro nos la ofrece el Nuevo Testamento, al destacar que eran socios y compañeros en las faenas de pesca, antes de que Jesús los captase -con sus respectivos hermanos, Juan y Andrés- para su causa. Ningún otro pasaje permite hablar abiertamente de una relación continuada entre Pedro y Santiago, pero sí podemos intuir que esta se mantuvo, ya que ellos dos y Juan formaron el círculo más íntimo de los seguidores de Jesús, quien además de incluirlos entre los doce apóstoles los escoge para que lo acompañen en varios momentos claves y especialmente simbólicos de su misión. Así sucede cuando los lleva con él para contemplar la resurrección de la hija de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga de Cafarnaún, para presenciar su transfiguración como hijo de Dios o para que lo acompañen cuando, profundamente desolado, se retira a orar antes de ser detenido y condenado a la crucifixión.
Después de la muerte y Ascensión de Jesús el Nuevo Testamento solo ofrece un pasaje [Hechos de los Apóstoles] que da a entender que ambos siguieron conservando la relación dentro de la comunidad cristiana inicial, con Jerusalén como núcleo aglutinador. Nos referimos a la orden dada por el rey Herodes Agripa I para que detuviese a Santiago Zebedeo y, a continuación, a Pedro. El objetivo era claro: satisfacer a los judíos opuestos al cristianismo. La elección de estos dos apóstoles indica que eran figuras relevantes de la nueva religión y que realizaban una labor próxima.
Santiago acaba siendo ejecutado, pero Pedro es liberado por la intercesión divina. Santiago se iba a convertir desde ese momento en una figura secundaria, a pesar de ser el primer apóstol mártir, hasta que la leyenda jacobea lo rescató -nunca acabaremos de saber por qué-, mientras que Pedro pasará a ser, según la tradición, el primer dirigente ecuménico de los cristianos. Será después de escapar de Palestina y partir, según algunas versiones defendidas por la Iglesia católica, hacia Roma, donde el llamado príncipe de los apóstoles sería martirizado en algún momento comprendido entre los años 64 y 68, aunque también se apuntan otros anteriores, como el 55 o el 58.
Tras la desaparición física de los dos apóstoles, no volvemos a tener noticias que los vinculen, hasta que en la Edad Media surge la cuestión jacobea. El primer motivo que los vuelve a unir -y ahora no precisamente en positivo- va a ser la problemática cuestión de la evangelización de la Península Ibérica. Según la tradición compostelana, Santiago viaja al extremo occidental del mundo conocido -España y Galicia- y logra establecer, no sin esfuerzo, las primeras comunidades cristianas. Sin embargo, según la tradición romana, serían los apóstoles Pedro y Pablo los protagonistas indirectos de la evangelización peninsular, al enviar desde Roma a los primeros discípulos encargado de la misión. Se sostiene que el propio Pablo pudo ser el primer evangelizador peninsular. En algún texto incluso se alude a una posible visita de San Pedro.
Pese a las periódicas suspicacias entre Roma y Compostela por la cuestión indicada, la Iglesia compostelana procuró, desde sus primeros tiempos, vincular la figura de San Pedro a la del Apóstol enterrado en Compostela. Cuando, tras el supuesto descubrimiento de los restos de Santiago, se construye el primer templo a él dedicado, también se levanta otro, posteriormente desaparecido, bajo la advocación de San Pedro como cabeza de la Iglesia. En el siglo XII el arzobispo Diego Gelmírez promueve la iglesia de San Pedro de Fóra, en la entrada del Camino Francés en la ciudad, en el actual barrio de San Pedro.
Es también en tiempos de Gelmírez cuando el Codex Calixtinus (s. XII), a partir de la interpretación de un pasaje bíblico de San Pablo, destaca a Pedro, Santiago el Mayor y Juan como los favoritos de Cristo, lo que lleva a los autores del texto a situarlos como las tres columnas de la Iglesia, con sus respectivas sedes apostólicas: Pedro en Roma, Juan en Éfeso (Turquía) y Santiago en Compostela. Es sabido que esta teoría parte de una interpretación falsa: el Santiago citado por San Pablo, según interpretación casi unánime de los exégetas, es el conocido como el hermano del Señor o Santiago el Justo. Se trata, por lo tanto, de un deseo, premeditado o no, de establecer una vez más una directa vinculación con Pedro y con el liderazgo de la Iglesia.
El círculo que relaciona a San Pedro y Santiago se cierra con sus respectivos sepulcros. El paralelismo entre ambas sepulturas es notable. Según la tradición, Pedro es enterrado en un cementerio romano luego afectado por sucesivas reformas y vicisitudes, que hacen que se pierda su memoria, como sucede también con el de Santiago. Sobre las dudosas tumbas de ambos se construyen, sin embargo, las dos grandes basílicas de la cristiandad en Europa. Y el subsuelo de ambas basílicas va a ser excavado a la búsqueda de sus sepulcros: la de San Pedro entre 1939 y 1949 y la de Santiago en 1878-1879 y en los años cuarenta-cincuenta del pasado siglo. En ambos casos, pese a la falta de pruebas concluyentes, la Iglesia terminará reforzando las respectivas tradiciones. [MR]
V. tres columnas, teoría de las