XacopediaSantiago el Mayor

Nombre con el que ha pasado a la historia uno de los doce apóstoles de Cristo (s. I) citados en la Biblia, en la parte correspondiente al Nuevo Testamento. Según este texto, fue uno de los primeros en ser escogido por Jesús, estuvo entre los que formaron parte de su grupo más próximo y acabó siendo el primero en recibir el martirio. Todas las menciones más o menos coetáneas a Santiago que se conservan, muy escuetas, aparecen en el Nuevo Testamento. Sólo se le vuelve a citar de pasada entre los apóstoles que contemplan, en los primeros tiempos sin Jesús, dos apariciones milagrosas de este, y con motivo de su muerte por decapitación en Jerusalén.

No hay pruebas documentales -ni a favor ni en contra- de que Santiago predicase en el extremo occidental del mundo antiguo, correspondiente a la Península Ibérica. Sin embargo, en esa supuesta predicación y en la posterior aparición de su sepulcro en el límite noroeste peninsular hispano se fundamenta la tradición jacobea, que lo convirtió en uno de los apóstoles más conocidos, sólo superado claramente por San Pedro, a quien la tradición considera el primer papa de la Iglesia, y San Pablo.

El nombre de Santiago procede del hebreo Yaaqob/Jacob. Así aparece en la Biblia. En las traducciones latinas de este texto evolucionó hacia Jacobus/Iacobus. Por su consideración de santo de la Iglesia, surgió, para citarlo, la forma Sancti Jacobus/Iacobus, que aparece por primera vez en la documentación compostelana en el siglo IX, al referirse al espacio del sepulcro apostólico de Compostela -el locus Sancti Jacobus-. Por el uso, esta forma compuesta evolucionó hacia Sant-Iago/Santiago. Se considera que Santiago llevaba este nombre porque su familia pertenecía a la tribu de Judá, cuyo patriarca era Jacob (Santiago).

En el Nuevo Testamento aparece en algún momento como “Santiago, el de Zebedeo”, que era el nombre de su padre. También se le menciona simplemente como Santiago, lo que hace necesario deducir del contexto que la cita se refiere a él. Lo habitual, en todo caso, es que aparezca acompañado de su hermano San Juan Evangelista, mediante formas como las siguientes: “Santiago y Juan, hijos de Zebedeo”, “Santiago y su hermano Juan”, “Santiago, el hermano de Juan” y “Santiago y Juan”.

Nunca se le cita como “Santiago el Mayor”. Sucede, sin embargo, que en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Marcos, se nombra una única vez a un Santiago el Menor identificado como hijo de una de las mujeres que contemplan la agonía de Jesús en la cruz. Pero en ningún momento este Menor se relaciona con un Mayor. Es en textos cristianos posteriores a la compilación bíblica donde se comenzó a mencionar a Santiago Zebedeo como el Mayor para diferenciarlo del Menor, a quien, por cierto, la Iglesia romana considera la misma persona que los otros dos Santiagos bíblicos vinculados a Jesús, citados como “el de Alfeo” y “el hermano del Señor”. Sostiene la Iglesia que los responsables de esta diferenciación la fundamentarían en el hecho de que Santiago Zebedeo fue seleccionado por Jesús para el grupo de los apóstoles antes que Santiago Alfeo o el Menor.

No desechan algunos autores que Santiago el Mayor fuese en realidad de más edad que el Menor. También se ha destacado el orden en que aparece citado el Mayor en la lista de los doce: habitualmente después de Pedro -siempre el primero-, en alternancia en segundo o tercer lugar con Andrés. Sea como fuere, Santiago Zebedeo ha pasado a la historia como Santiago el Mayor. En latín se traduce como Jacobus Major; en francés, Jacques le Grand; en italiano, Giacomo (Jacopo) Maggiore (di Galizia); en inglés, James the Elder (the Greater, Major, the More); en alemán, Jakobus der Ältere (der Grössere); en holandés, Jacob de Meerdere, etc.

Los datos que se conservan de Santiago proceden todos del Nuevo Testamento y resultan muy breves y esquemáticos. De este texto, muy pocos detalles de su vida se pueden extraer. Sabemos sólo que era pescador en el lago Tiberíades, también conocido como mar de Galilea y lago Genaseret. Trabajaba con su padre, Zebedeo, y su hermano Juan, que iba a ser otro de los apóstoles de Cristo. De los textos bíblicos se deduce que los Zebedeo eran socios de Simón, a quien Jesús dio el nombre de Pedro, y que tenían trabajadores a su cargo.

No se conocen el lugar de su nacimiento ni dónde vivía. Sin embargo, algunos exégetas de la Biblia estiman que sería natural de la localidad de Betsaida -de ella eran otros pescadores que se unen a Jesús-, hoy desaparecida y que se acostumbra a ubicar en las inmediaciones del citado lago, en el límite entre las regiones norteñas palestinas de Galilea y Traconítide.

Por clarificadores indicios bíblicos, se cree que su madre es Salomé, la mujer citada con este nombre entre las tres que están con Jesús al pie de la cruz durante su agonía. Por ella se considera desde antiguo que Santiago el Mayor y su hermano Juan podrían ser primos de Jesús, ya que Salomé pasa por ser hermana de la Virgen María. La comparación de los distintos textos bíblicos lleva a establecer con muchas garantías de veracidad esta relación.

El parentesco, de ser cierto, podría estar en la base de la confianza con la que la madre de Santiago y Juan se dirige a Jesús para solicitarle el privilegio de que sus hijos se sienten en su Reino a su izquierda y derecha, interpretando que se trataría de un trono terrenal. Jesús lamentó la petición, pero siguió manteniendo a los dos hermanos entre sus apóstoles predilectos. Por este posible vínculo familiar, Santiago el Mayor aparece formando parte de las tradicionales representaciones de la Santa Parentela, la familia bíblica de Jesús.

Santiago formó con su hermano Juan y los también hermanos Pedro y Andrés el primer grupo de discípulos de Cristo. Jesús los fue a buscar al lago Tiberíades. San Mateo y San Marcos señalan que el futuro apóstol y sus compañeros estaban trabajando en sus aparejos. Tras llamar a Andrés y a Pedro, a quienes encuentra echando las redes al lago, hizo lo mismo con Santiago y Juan y todos decidieron seguirlo, dejando cuanto tenían. Antes, Jesús les había ayudado de forma milagrosa en su pesca, una metáfora con la que les pedía que se convirtiesen desde ese momento en “pescadores de hombres”. Estos hechos tendrían lugar, según estudiosos del Nuevo Testamento, hacia el verano del año 28.

Tras iniciar la nueva vida con Jesús, y una vez que este hubo formado el grupo de los apóstoles, se observa pronto en los distintos Evangelios que Santiago, con su hermano Juan y Pedro, y algunas veces Andrés, forma en el grupo de los más próximos al Maestro. Son los únicos escogidos para estar con él en tres momentos clave de su vida pública. La primera vez es cuando Jesús se dispone a resucitar a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga de Cafarnaún. Se afirma que “no permitió que lo acompañase nadie, salvo Pedro, Santiago y Juan”. Aparecen también los tres en otros dos momentos cruciales en la vida de Jesús. Son, por orden cronológico, los referidos a su transfiguración en el monte Tabor como hijo de Dios, y en el huerto de Getsemaní, cuando les pide que esperen un momento mientras él se aparta para orar poco antes de su prendimiento. Sólo a ellos les dice que se siente muy triste por los acontecimientos que se avecinan. Pese a lo tenso de la situación, los tres apóstoles se duermen, agotados, mientras esperan su vuelta.

Otra muestra de la relevancia que debía de tener Santiago entre los apóstoles es que aparece siempre entre los primeros de los doce. Mateo lo cita en tercer lugar; Marcos, en segundo, y Lucas, de tercero, sólo por detrás de Pedro o, en su caso, después de este y su hermano Andrés.

Los Evangelios presentan a un Santiago de gran disposición y fuerte carácter, al igual que su hermano Juan. Por este motivo, Jesús los bautizó con el sobrenombre de Boanerges -hijos del Trueno-, como recoge Marcos. Se ha puesto como ejemplo de este talante el momento en el que Jesús y sus discípulos llegan a Samaria y allí se niegan a recibirlos de forma hospitalaria, porque marchaban a Jerusalén, con la que los samaritanos no tenían buenas relaciones. Como el precepto de la hospitalidad decía lo contrario, los dos hermanos se dirigen a Jesús preguntándole si quería que bajase fuego del cielo para destruirlos. Señala Lucas que Jesús les reprochó sus palabras. La Iglesia compostelana, empeñada en resaltar las virtudes del Apóstol, llevó esta muestra del carácter de Santiago a sus últimas consecuencias. Señala en el Codex Calixtinus (s. XII) que Pedro abandonó la red y el barco para seguir a Jesús, pero que Santiago, anteponiendo la ley de Dios a todo lo demás, dejó incluso a su propio padre, con el que estaba trabajando y a quien estaba obligado a honrar y cuidar.

La vehemencia también lleva a los dos hermanos a manifestar sus deseos sin tapujos. En este sentido es muy conocido, como ya avanzamos, el pasaje bíblico en el que Salomé pide a Jesús, para sus hijos, sendos puestos junto a él, a su derecha e izquierda, en el Reino de los Cielos. Así lo cuenta Mateo, en tanto que Marcos afirma que fueron los propios Santiago y Juan los responsables de tan atrevida y arriesgada petición. La propuesta no sería tanto una muestra de egoísmo, como, según algún magnánimo autor, una expresión del deseo de unir sus destinos a Jesús. El hecho, en todo caso, fue aprovechado por la Iglesia de Santiago para fundamentar la teoría de las tres sedes, destinada a reforzar su prestigio: Compostela, sede de Santiago, estaría a la derecha de Jesús; Roma, sede de Pedro, en el centro; y Éfeso, sede de Juan, a la izquierda. El planteamiento, que no tuvo éxito más allá de Santiago, pretendía argumentar las aspiraciones compostelanas a ser sede apostólica.

Se desconoce la actividad de Santiago entre la muerte de Jesús y la suya, salvo las referencias bíblicas genéricas a los apóstoles en los primeros momentos. Por ejemplo, en los Evangelios se alude a él sin citarlo expresamente cuando Jesús se les aparece por primera vez a los apóstoles tras su resurrección, invitándolos a anunciar la nueva fe. En los Hechos se le menciona formando parte de los discípulos que, tras la citada aparición, se reúnen en Jerusalén para dedicarse a la oración, a la espera del Espíritu Santo que los iluminará para su misión evangélica. La última referencia la encontramos en el Evangelio de San Juan en una nueva aparición de Jesús a varios discípulos que pescaban en el lago Tiberíades. Entre ellos estaban “los de Zebedeo”.

A partir de estos momentos la vida de Santiago, como la de la mayoría de los apóstoles, se difumina y no disponemos de dato alguno que permita una mínima concreción sobre su actividad en los tiempos que siguieron. Por lo tanto, este vacío biográfico iba a permitir todo tipo de especulaciones y teorías, entre ellas, por supuesto, la de su predicación en Hispania. Contrasta la ausencia de noticias de Santiago con las que sí se ofrecen de su hermano Juan, que gana gran protagonismo en la primera Iglesia y como autor del Evangelio que lleva su nombre, y de Pedro y Santiago el Menor o Alfeo, de los que sí se destaca su misión.

Por el contexto bíblico se puede deducir que Santiago pudo iniciar en Jerusalén su tarea evangelizadora, pero la ausencia total de noticias sobre él hasta el momento de su muerte abre paso a cualquier especulación. Durante el tiempo que va desde las apariciones y Ascensión de Jesús al cielo hasta la muerte de Santiago, este habría tenido tiempo de predicar entre los gentiles y que esos gentiles fuesen los del extremo occidental de mundo conocido.

Los estudios sobre cronología bíblica permiten establecer que hay un tiempo relativamente amplio -algún experto lo llega a estimar entre once y catorce años- en el que nada se sabe de Santiago. Por lo tanto, pudo utilizarse para especular con la posibilidad de que durante ese periodo realizase el Apóstol una misión evangelizadora significativa. El propósito sería llenar el vacío de noticias para dar contenido a la misión evangélica de los apóstoles y, al mismo tiempo, aprovechar la figura de uno de los más destacados en su relación con Jesús. Dentro de esta línea especulativa, Santiago pudo haber viajado a Hispania entre los años 33 ó 34 y 42 ó 43. Habría permanecido en la península entre cinco y seis años, según algunos estudiosos, pese a que otros rechazan esta posibilidad, por considerarla excesivamente especulativa y muy difícil de encajar entre unos primeros cristianos reconcentrados en sus propias y extremas dificultades.

Los exégetas que no rechazan de plano la viabilidad de su predicación más allá de los límites de Palestina argumentan la cita de los Hechos de los Apóstoles (1, 7-8) en la que Jesús, antes de la Ascensión, se dirige a los apóstoles, diciéndoles: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la Tierra”. También se apoyan en el Evangelio de Mateo (28, 19) en el que les señala: “Id, pues, enseñad a todas las gentes”. Se cita incluso a San Marcos (16, 20) quien asegura que después de la Ascensión de Jesús, los discípulos se fueron, “predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor”, y a San Pablo (Romanos, 10, 18) cuando afirma que “por toda la tierra se difundió su voz [la de Jesús], y hasta los confines del mundo habitado sus palabras”.

El tráfico marítimo comercial por el Mediterráneo en el siglo I era notable, sostienen muchos historiadores, y Santiago pudo haber viajado en alguna de esas naves hasta las costas de Hispania. A esto se une el propio carácter impulsivo del Apóstol, que lo llevaría a tomar una decisión tan atrevida e incierta como marchar justamente hacia ese “extremo de la Tierra”.

Respecto a la posibilidad de que la misión evangélica en Hispania fuese asumida por San Pablo, como él mismo avanza en su Epístola a los romanos, se ha argumentado que no se ha podido confirmar su visita y que, en todo caso, el hecho de su estancia no habría impedido la del propio Santiago, en un tiempo donde no era precisamente fácil la comunicación y en un territorio tan amplio como la Península Ibérica. Además, frente a las voces que rechazan una doble predicación, algunos autores han argumentado que la misión de San Pablo sería posterior a la de Santiago en varios años e, incluso, que estaría motivada por su intención de reconfortar a las incipientes comunidades cristianas establecidas por aquel y sus discípulos. Es conocido, además, que el propio San Pablo llevó la evangelización a lugares como Jerusalén y Roma donde ya habían predicado otros.

La tradición posterior -ya no la Biblia- difundió que la misión peninsular había sido obra de siete varones apostólicos, enviados desde Roma por San Pedro y San Pablo a principios de la segunda mitad del siglo I. Esta fue también la versión oficial defendida por el Papado, que atribuyó durante la Edad Media la labor a San Pablo y los siete varones. Roma pretendería defender con ello la exclusividad y superioridad evangélica de San Pedro y San Pablo, los dos apóstoles vinculados a esa ciudad. Las narraciones compostelanas se limitaron a superar el problema incluyendo de forma más o menos indirecta a los propios varones como discípulos de Santiago. Ante Roma, históricamente reacia a aceptar la misión peninsular del Apóstol, Compostela obvió la cuestión no argumentándola abiertamente; se limitó sobre todo a defender la realidad del sepulcro, razón imprescindible de su existencia y que, con alguna excepción, sí ha sido aceptada por el papado desde el medievo. Desde el papa León XIII (1884) el Vaticano acepta la predicación como una tradición piadosa.

Entre los numerosos lugares donde el mito -la fuente son tradiciones locales, fundamentalmente- sitúa la presencia de Santiago, que van desde el sur al noroeste peninsular, figuran Cartagena, principal ciudad donde se conserva la leyenda del desembarco del Apóstol, Sevilla, Granada, Valencia, Toledo, Palencia, Braga y Padrón (Santiaguiño do Monte). Sobresalen, además, Muxía (Costa da Morte) y Zaragoza, los dos lugares donde se le aparece la Virgen María para darle ánimos. Desde Zaragoza, el Apóstol continuaría hacia tierras valencianas o del sur donde embarcaría de nuevo para regresar a Palestina. Sucedería esto entre los años 42 y 43.

El texto esencial en el que se ha apoyado la tradición de la predicación peninsular de Santiago -al margen del Codex Calixtinus, que la cita de pasada en el libro III, sobre la translatio- es el Breviarium Apostolorum, de finales del siglo VI o principios del VII, escrito en algún lugar de Francia o Italia y con influencias orientales reinterpretadas en Occidente. En él se señala por primera vez que el Apóstol predicó en Hispania y en las tierras occidentales del mundo. A comienzos del siglo VII la obra De ortu et obitu patrum, atribuida a San Isidoro de Sevilla, recoge por primera vez en Hispania la noticia en una interpolación que ha sido atribuida a la influencia y difusión del Breviarium. Antes de estos textos, en los siglos IV al VI ya se habían difundido en el mundo cristiano algunas noticias sobre las misiones evangélicas de los apóstoles atribuyendo, de forma indirecta o más o menos específica, según los casos, la misión occidental a Santiago, sin indicar ningún territorio en concreto. También es cierto que otras fuentes orientales sitúan su misión lejos de occidente.

Mención aparte merece la cita de Máximo de Zaragoza, a finales siglo VI, que se refiere a un templo de la urbe zaragozana dedicado “a la Madre de Dios, llamado de la columna [pilar], edificado por el divino Santiago”. Algunos autores coinciden en que en el siglo VIII, incluso antes de la invasión musulmana (711), existía la creencia de que Santiago había predicado en Hispania. Se acepta esta teoría relacionándola con el interés de las distintas zonas de Europa de vincular sus iglesias locales con alguno de los apóstoles de Jesús, motivo por el que Roma reivindica a San Pedro y San Pablo, Grecia y Rusia, a San Andrés, e Hispania, a Santiago el Mayor.

Quienes han defendido la predicación de Santiago en Hispania han tenido que afrontar su regreso a Palestina, porque los Hechos de los Apóstoles señalan que fue decapitado en Jerusalén por orden del rey Herodes (Agripa I). La cuestión se ha argumentado señalando, entre otros razonamientos, que habría regresado de forma temporal para dar cuenta de la marcha de su misión, como también hizo San Pablo.

Los Hechos incluyen la referencia al martirio en 12, 1-3: “Por aquel tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada. Viendo que esto era grato a los judíos, llegó a prender también a Pedro”, quien se acabará salvando por la intercesión divina. La muerte por decapitación era de habitual aplicación entre los judíos para los condenados por idolatría, que pudo ser el delito del que fue acusado Santiago.

El año de la decapitación se ha datado teniendo en cuenta el reinado de Herodes Agripa I, el responsable de su muerte, que abarca desde el año 41 al 44, situándola más bien en este último, por las razones que vamos a exponer. Es un dato histórico que Herodes fue nombrado rey de Judea y Samaria en el año 41 por el emperador romano Claudio, concluyendo su gobierno con su muerte en el 44. En el párrafo anterior al que señala su muerte, se anuncia una gran hambre “por toda la Tierra” por ese tiempo y se indica que llegó bajo el emperador Claudio (41-54). Según el historiador judío del siglo I Flavio Josefo hubo periodos de gran hambre en Palestina desde el año 44 al 48, pero el único que coincide con Herodes todavía vivo es el primero. Respecto al momento del año en que se produjo el martirio, los mismos Hechos señalan que la detención de Pedro, inmediata a la decapitación de Santiago, tuvo lugar por “los días de los Ácimos”, coincidentes con la Pascua en el calendario judío -meses de marzo y abril, aproximadamente-.

Las razones dadas par explicar la decisión de Herodes han sido diversas. En general, suelen coincidir en que fue un acto que agradó a los judíos porque consideraban que sus paisanos cristianos habían roto con la tradición, abriéndose a los gentiles. Se ha afirmado que Santiago habría sido condenado por el Sanedrín de Jerusalén y que Herodes se limitaría a hacer cumplir la sentencia. La progresiva implantación de la religión cristiana agravó las relaciones con los demás judíos, que no aceptaban a Jesús como el Mesías. Por lo tanto, la acción de Herodes sería un gesto hacia los ju-díos más tradicionalistas. Se ha especulado con el carácter vehemente de Santiago, que lo llevaría a destacar entre los predicadores cristianos de Jerusalén, siendo considerado por las autoridades el hombre ideal para dar un escarmiento a la comunidad cristiana. Sería incluso un indicio de que era una figura muy destacada entre los cristianos de Jerusalén, lo que iría en contra de una labor evangélica alejada de ese entorno. Pero también el hecho de su distante misión occidental, unido a su carácter, podría haberle dado rápido fama a su regreso.

La Passio Iacobi, un texto latino escrito previsiblemente en Francia hacia finales del siglo V o inicios del VI, relata, partiendo de versiones orientales, que la personalidad de Santiago lo llevó a conseguir conversiones incluso cuando era conducido al lugar de ejecución. Lo logra con el mago Hermógenes y el escriba Josías. El relato, puramente literario, trataría de poner en valor el hecho de que el Apóstol había sido el primer mártir del colegio apostólico. Al referirse sólo a su labor de evangelización en el tiempo inmediato a su muerte -sin otras alusiones anteriores- la Iglesia compostelana medieval pudo asumir sin problemas como propio el relato de la Passio, engrandeciendo con él la figura apostólica, tal y como interesaba a sus objetivos. Por eso se incluyó en el Codex Calixtinus (s. XII). Que Santiago fuese el primer apóstol de Cristo en sufrir el martirio, el único cuya muerte se menciona en los textos bíblicos y, además, que existiese un amplio y atractivo relato posterior que así lo contaba fueron motivos a sumar en el éxito medieval de las peregrinaciones jacobeas.

Pese a que algunas tradiciones señalan que Santiago fue enterrado en Palestina, no existe la más mínima prueba documental al respecto. Las propuestas que apuntan a un posible enterramiento en Jerusalén se apoyan en el hecho de que existió durante mucho tiempo memoria de una sepultura en el monte de los Olivos que algún peregrino antiguo adjudica a Santiago el Mayor. Otras fuentes más documentadas señalan que se trataba de la de Santiago el Menor o el hermano del Señor, con más visos de verisimilitud, por la relevancia que este alcanzó entre los cristianos de Jerusalén.

La Iglesia armenia ha sostenido históricamente que la cabeza de Santiago el Mayor permaneció en Jerusalén y se enterró en el lugar donde fue decapitado. La tradición defiende su veneración en el templo que los armenios poseen, bajo la advocación del Apóstol, en la propia ciudad de Jerusalén. Los armenios han señalado en alguna ocasión, con un tono distendido, que el cuerpo de Santiago habría sido robado de su sepulcro y traslado a Galicia. Otros lugares de norte de África y Europa se han citado como posibles puntos de enterramiento.

Las incertidumbres sobre este otro aspecto de la biografía de Santiago permitieron a la Iglesia compostelana crear un fantástico relato en el que se narra el traslado [translatio] a Galicia del cuerpo de Santiago. Se cuenta que la nave en la que sus discípulos llevaron el cuerpo, que habrían recogido tras su muerte, fue guiada por Dios y llegó a Galicia en siete días. Comenzaba así la segunda existencia de Santiago, que lo convirtió -con o sin veracidad histórica-, en uno de los dos únicos apóstoles de Cristo a cuya tumba han viajado, y siguen viajando, peregrinos de todo el mundo. Nunca ha importado demasiado que las primeras huellas cristianas en Galicia sean de la segunda mitad del siglo III. El sepulcro compostelano de Santiago ha logrado imponerse a todos los corsés históricos a los que fue sometido desde la misma Edad Media, cuando se difundió, desde la Iglesia compostelana, la leyenda de su traslación. [MR]

V. Betsaida / Biblia / Boanerges / Fiesta de Santiago / Fileto / Hermógenes / Herodes Agripa I / Jacob / Jaffa / Josías / Juan Evangelista, San / Olivos, monte de los / Passio Iacobi / Salomé / Tiberíades / translatio / Zebedeo


¿QUIERES DEJAR UN COMENTARIO?


**Recuerda que los comentarios están pendientes de moderación