El culto a las aguas, reflejado en fuentes, ríos y manantiales, ha sido una constante en el mundo occidental y su influencia ha llegado hasta nuestros días con una mayor nitidez. Este culto, muy vinculado a los santuarios que jalonaban los antiguos caminos de peregrinación, pervive efectivamente hoy en día manifestándose de una forma cotidiana ante el paso de los peregrinos. Muchos templos han venido a cristianizar la existencia de un homenaje antiquísimo a las aguas. En Galicia existen numerosas muestras, entre las que cabe citar Santa Mariña de Augas Santas, muy cerca del Camino Mozárabe; A Nosa Señora da Escravitude, en el Camino Portugués, o Nosa Señora das Neves, en la Prolongación a Fisterra. Incluso se pueden encontrar ejemplos de ninfeos paganos, como en el caso de Santa Eulalia de Bóveda, en las cercanías del Camino Primitivo.
El apego a fuentes, aguas y manantiales considerados como sagrados o milagrosos ha sido acervo común de los pueblos indoeuropeos, más acusado en los celtas, donde muchos pozos sagrados han sido señalados como punto de entrada al más allá. Manantiales y fuentes, donde se han concitado todo tipo de maravillas y hechos excepcionales, han acompañado a lo largo de la historia el paso de los peregrinos, para los que, además, el agua formaba parte cotidiana de un duro deambular donde la calidad o virtudes salutíferas de las fuentes y manantiales eran vitales para su propio devenir en la peregrinación, configurando un espacio donde el líquido esencial era, más que en ninguna otra parte, auténtica fuente de vida [fons vitae]. Es así como la veneración de esas fuentes y manantiales por los pueblos primitivos llega, muchas veces cristianizada, hasta nuestros mismos días.
La primera guía del peregrino, realizada por el monje Aymeric Picaud y recogida en el libro V del famoso Codex Calixtinus (s. XII), informaba exhaustivamente al peregrino sobre la calidad de las aguas que iba a encontrar a su paso. Desde las consideradas venenosas (en el Salado) hasta las más salutíferas, Picaud no dejaba de recomendar las más beneficiosas o perjudiciales para los peregrinos del Apóstol. Así señala la región de Las Landas como carente de todo, incluidas específicamente las fuentes, mientras detalla en la Gascuña que son sanas con un agua perfecta para beber. Por ejemplo, en Galicia, junto a los vicios y virtudes de los gallegos, no deja de reflejar la claridad y bondad del agua de sus fuentes.
Pero, sin duda, para Aymeric Picaud nada en el mundo como la que denomina fuente de Santiago, verdadera maravilla según él, que estaba situada junto a la puerta septentrional de la catedral compostelana.
Según Aymeric, se asentaba sobre tres escalones y era de tal tamaño que podía alojar hasta quince personas. En el centro de su hermosa taza cóncava, se erguía una columna heptagonal de bronce rematada por cuatro leones que no cesaban de echar chorros de agua por sus fauces abiertas. Picaud califica el agua de esta fuente como “dulce, nutritiva, sana, clara, magnífica, templada en invierno y fresca en verano”. El monje francés anota para la historia la inscripción que rezaba bajo las garras de los leones: “Yo, Bernardo, tesorero de Santiago, hice esta conducción de agua y ejecuté la presente obra para remedio de mi alma y de las de mis padres, el día tercero de los idus de abril de la era MCLX”.
Las fuentes situadas a la vera de los caminos de Santiago gozan, en muchísimos casos, de justa fama entre los peregrinos jacobeos, la cual ha pasado de generación en generación hasta nuestros días, unas por sus virtudes salutíferas, otras por ocupar un espacio sagrado donde se ha dado hasta el milagro y otras más por sus características históricas o constructivas. Podemos decir que todos los caminos de Santiago, sin excepción, tienen sus fuentes singulares, pero hay, sin duda, algunas que forman parte indisoluble de la peregrinación jacobea hasta convertirse en propios mitos del Camino de Santiago.
Así, en el Camino Francés, el peregrino no tarda en encontrarse con la fuente Reniega, en el difícil alto del Perdón (Navarra). Esta forma parte de las fuentes milagrosas que jalonan el Camino de Santiago, y es, sin duda, una de las más representativas. Cuenta la leyenda que un viajero transitaba por esos solitarios parajes atormentado por la sed. Un caminante, que resultó ser el propio diablo, se le aparece y le ofrece beber de una fuente oculta si reniega de Dios, de la Virgen María y de Santiago Apóstol. El peregrino rechaza su ayuda y, ya moribundo, pide ayuda a Santiago, que se le aparece con todos los atributos jacobeos para señalársela, y le da de beber al viajero enfermo con su propia vieira. La antigua fuente todavía espera al peregrino, a la vera del viejo itinerario por los siempre duros pasos del Perdón.
El itinerario del Camino Francés está jalonado de fuentes que han hecho historia en el Camino, como la gótica de Villamayor de Monjardín u otras cuyos topónimos son plenamente significativos. Tal es el caso de la de Mojapán, en el inicio de la dura subida a San Juan de Ortega (Burgos), la del Piojo (entre Mostelares y Puente Fitero, también en la provincia de Burgos), donde es leyenda que los peregrinos se despiojaban, o la mítica fuente de la Trucha, en el Acebo (León).
Pero junto a estas fuentes legendarias que nos ha ido legando el propio Camino, aparecen otras, de factura más moderna cuya fama, sin embargo, pronto ha rodado por el Camino de Santiago, tal vez como las viejas consejas, por el propio boca a boca de los peregrinos. De todas ellas, sin duda la más famosa es la fuente del Vino, en Irache (Navarra), que es ya todo un moderno mito entre los actuales jacobeos. Situada junto al Camino para promoción de unas famosas bodegas, surte indistintamente de agua o vino a los agradecidos caminantes. Una cámara conectada a una página web se encarga de inmortalizar a los bebedores.
Pero no solamente el Camino Francés aporta fuentes famosas o legendarias, sino que se puede disfrutar de ellas a lo largo de todas las rutas que conducen a Compostela, y más cuando se acercan o se introducen en el país gallego, donde la huella celta y el arcano culto al dios de las aguas, Nabia, pervive tras cada encrucijada de los viejos caminos. Son fuentes milagrosas en su mayoría, cuyas aguas han sido espejo de acontecimientos singulares, salutíferas desde tiempos inmemoriales y legendarias, que han sobrevivido al paso de los siglos y de miles de caminantes que han rendido culto a la magia y la fascinación que se oculta entre sus aguas.
Así, el viejo Camino Primitivo conserva nada menos que un hidrotopónimo en la primera villa que sale al encuentro del peregrino al penetrar en Galicia: A Fonsagrada, siempre hospitalaria junto a la antigua fontem sacratam, a la que se atribuía propiedades curativas y que aún saluda el paso de los jacobeos, con los que está relacionada por las leyendas. Muy cerca del mismo Camino Primitivo, el antiguo ninfeo romano (hoy cristianizado) de Santa Eulalia de Bóveda es reflejo de antiquísimo culto a los dioses de las aguas. Otro de los caminos gallegos, el Mozárabe en una de sus alternativas (muy cerca de Allariz), refleja también esos antiguos cultos en Santa Mariña de Augas Santas.
En el citado Camino Mozárabe, en Ourense, se encuentran las famosas Burgas, manantiales termales ya aprovechados por los romanos, donde brotan unas aguas extremadamente salutíferas (silicatadas y fluoradas), muy beneficiosas para la piel, a una temperatura de entre 64ºC y 68ºC con un caudal de 300 litros por minuto. Las conforman tres manantiales: la Burga de Arriba (la más antigua), la Burga del Medio y la neoclásica Burga de Abajo. La vinculación de Ourense con estos es total, y su nacimiento se le atribuye a un lugar situado bajo la propia capilla del Santo Cristo, patrono de la ciudad.
De antiguo ninfeo romano también califican algunos autores el conjunto de A Nosa Señora das Neves (municipio de Dumbría), al pie mismo del itinerario de la Prolongación Jacobea a Fisterra. Las aguas de la fuente que allí permanece junto a la ermita conservan también virtudes de todo tipo, sobre todo la de aumentar la producción de leche en las mujeres que están criando. Cuando la visita se realiza el día de la festividad de la Virgen, es menester caminar hasta allí en silencio, participar en los actos litúrgicos y beber con devoción.
Una leyenda piadosa, esta vez en el Camino Portugués, señala otra fuente como escenario de un milagro cuya fama ha llegado hasta nuestros días, la fuente de Escravitude. La leyenda atribuye a sus aguas la curación, en 1732, de un pobre campesino que, aquejado de hidropesía, fue llevado prácticamente a morir al Hospital Real de Santiago.
Angustiado, pidió beber del agua de la fuente y curó de inmediato de todos sus males. Su frase de agradecimiento, que dio lugar a la gran fama del lugar, “Bendita seas, Santísima Virgen, que me librasteis de mi esclavitud”, pronto corrió por toda Galicia, lo que llevó a la construcción por iniciativa popular del gran santuario barroco que, aún hoy, es escenario de gran devoción. [JAR]