El movimiento artístico-cultural del barroco (s. XVII-XVIII) tuvo una notable repercusión en la cultura jacobea y en el Camino de Santiago. Sin embargo, si el románico se puede considerar un movimiento estrechamente vinculado al ideario de la peregrinación y el Camino, con ejemplos característicos tanto en Francia como en el norte de España, no sucede lo mismo con el barroco. Su presencia en las distintas rutas de peregrinación resulta obvia, y ofrece monumentos y referencias artísticas excepcionales, pero su ideario y su espacio ya no son los del Camino, como había sucedido en la Edad Media con el románico. Es el momento del decrecer de las peregrinaciones.
Surge, sin embargo, como un símbolo reconocible con el nuevo ideario artístico la figura del Santiago caballero y a él se van a dedicar algunas de las muestras más relevantes del arte barroco jacobeo propiamente dicho. En Santiago de Compostela destacan las numerosas obras de engrandecimiento de la ciudad. Pero ya no están pensadas tanto en clave de gran meta jacobea abierta y sin fronteras como buscando afianzarse -o simplemente sobrevivir- como el gran santuario español.
Durante el siglo XVII la causa santiaguista -principalmente el Cabildo de la catedral, el Arzobispado compostelano y la Orden de Santiago- tuvo que esforzarse para que el santo patrono de España no dejase de serlo. Ante el peligro de perder la singularidad del patronazgo a favor de Santa Teresa de Ávila, San José o el arcángel San Gabriel, florecieron los libros piadosos que intentaban probar las tradiciones de la evangelización de Hispania por Santiago el Mayor, la aparición en Zaragoza de la virgen del Pilar y el traslado de los restos apostólicos desde Jerusalén hasta Galicia.
En este contexto de exaltación de la figura del Zebedeo, la Iglesia compostelana promovió costosas obras de embellecimiento de la catedral y de la ciudad, encaminadas a hacer perdurar el prestigio del santuario y justificar de un modo elocuente las rentas del Voto de Santiago.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII la cultura barroca desarrolló en Compostela, a través de su gusto por la magnificencia, un complejo programa de reformas centradas en la catedral; en concreto en el embellecimiento del altar mayor y del espacio coral, la construcción de nuevas capillas y llamativas torres y fachadas, y en general una afirmación a través del ceremonial y de los ricos marcos litúrgicos del poder intercesor de Santiago el Mayor.
Las obras en la catedral y en la ciudad se iniciaron, o casi mejor decir, continuaron su rumbo, en los primeros años del siglo XVII. En esta época existía en Compostela una inercia constructiva importante, en casos como la conclusión del nuevo claustro catedralicio o la construcción de la iglesia monástica de San Martín Pinario, edificios de grandes proporciones iniciados en el siglo anterior. En la propia catedral continuaron los trabajos de mejora en estas primeras décadas del Seiscientos, con la construcción de la escalera monumental de O Obradoiro y la primera versión de la Puerta Santa.
A mediados de siglo, con la llegada del canónigo fabriquero José de Vega y Verdugo, la basílica reforzará el sentido triunfal jacobeo con el baldaquino del altar mayor y posteriormente con la construcción de la nueva Puerta Santa, el pórtico real de A Quintana y la elevación de la torre del Reloj, al tiempo que la ciudad reformaba sus fábricas, como si la fiebre constructiva del Cabildo contagiase a congregaciones religiosas conventuales y monásticas, parroquias y particulares. A lo largo del Camino de Santiago, tanto en las ciudades como en las casas monásticas rurales, la arquitectura barroca, la imaginería, los nuevos retablos, los relicarios y toda suerte de muebles, colecciones de orfebrería y composiciones musicales crean un marco apropiado para la exaltación popular del sentimiento religioso. Durante la mayor parte del siglo XVIII, y con el cambio de dinastía reinante, continuó acentuándose en los ámbitos projacobeos hispanos ese gusto por el esplendor formal que caracteriza la vivencia de la religiosidad contrarreformista, y que puede sintetizarse en la monumental fachada de O Obradoiro, realizada entre 1738-1750, y que sirvió de apoteósico telón de fondo a las celebraciones del Año Santo compostelano de 1751.
En el campo de la erudición intelectual hay que resaltar el gran número de libros projacobeos publicados en España durante el período barroco. Estas publicaciones pueden dividirse en tres grupos: libros sobre la predicación de Santiago en España, textos sobre la defensa del Voto de Santiago y obras relativas a la defensa de los privilegios del año santo compostelano. Sobre la predicación de Santiago en España ya se había escrito en el siglo XVI, pero será en la época de Felipe III cuando florezcan piezas como la de Diego de la Mota, titulada A Nuestra Señora del Pilar de Zaragoça. Libro de la venida de Santiago Apóstol a predicar a España, publicado en Valladolid, 1604; o el libro de Diego del Castillo, Defensa de la venida y predicación evangélica de Santiago en España, Zaragoza, 1608; también es de la época el célebre texto de Mauro Castellá Ferrer, Historia del Apostol de Iesvs Christo Sanctiago Zebedeo patron y capital general de las Españas, Madrid, 1610; también el de Francisco de Jesús y Xodar, Cinco discursos con que se confirma la antigua tradición que el apóstol Santiago predicó en España. Defendiéndola de lo que algunos autores han escrito de nuevo contra ella, Madrid, en la Imprenta Real, 1612. Y por último, el libro de Hernando Oxea, Historia del glorioso Apóstol Santiago patrón de España: de su venida a ella y de las grandezas de su Iglesia y orden militar, Madrid, por Luis Sánchez, 1615.
El fraile dominico fray Hernando Oxea (ca. 1543-1615), natural de Ourense, profesor de teología en México durante los años finales del siglo XVI y primeros del XVII, redactó esta historia entre México y España, donde residió durante 1601 y 1603.
A lo largo de los 56 capítulos en los que se divide la obra, especialmente pensada para devotos y peregrinos, el padre Oxea desarrolla una gran variedad de temas relacionados con la historia del Apóstol, en particular su predicación, martirio y traslado de su cuerpo a Galicia, el descubrimiento del sepulcro, los privilegios e indulgencias que la Iglesia de Santiago recibió de papas y monarcas, la devoción a las reliquias jacobeas en conexión con la peregrinación, los milagros de Santiago, su aparición e intervención como caballero celeste en varias batallas acaecidas en tierras mexicanas, a favor de Hernán Cortés y del general Juan de Oñate, una historia de los prelados de Iria-Compostela y, para terminar, una descripción de la basílica compostelana y de la ciudad de Santiago. El libro fue publicado en Madrid en 1615, con el beneplácito del arzobispo Juan Beltrán de Guevara (1615-22), del Cabildo de la catedral de Santiago y del Provincial de los dominicos en México, contando con el patrocinio de Pedro Fernández de Castro, VII conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias y virrey de Nápoles.
En la España de Felipe IV, el monarca que institucionaliza la Ofrenda Nacional al Apóstol cada 25 de julio, se publican textos como el de Joseph Pellicer de Salas y Tobar, titulado Defensa de la venida del glorioso apóstol Santiago a España, Madrid, 1628 y 1630, el libro de Juan de Aranda Faxardo y Guzmán Epítome de la venida, vida y muerte de Santiago, Santiago, 1638-; o el de Miguel de Salinas Viñuela España primogénita de Iesv-Christo con decisión de la venida, y predicación de nuestro Padre y Apóstol Santiago, disputada en singular certamen, y forma de batalla contra la nueva opinión del Eminentissimo cardenal Cesar Baronio, Madrid, 1640; y la célebre obra de Miguel de Erce Ximénez, Prueba evidente de la predicación del apóstol Santiago el Mayor en los reinos de España, Madrid, 1648.
La publicación de estos libros especializados en pleno período barroco contaba con la herramienta visual de los grabados y xilografías que representaba la aparición de la Virgen del Pilar ante el apóstol Santiago, en Zaragoza, en uno de los momentos más difíciles del programa evangelizador de Hispania. Estos grabados sirvieron de modelos de inspiración para imágenes escultóricas y lienzos de devoción, logrando gran difusión de esta iconografía en España y América. Uno de estos libros-fuente es el de fray Diego Murillo, “predicador general de la Orden de San Francisco, lector en Teología y padre de la provincia de Aragón”, que trata de la venida de Santiago a España y la fundación, por el Apóstol, del primitivo templo zaragozano de la Virgen del Pilar.
Lo principal de esta obra, desde el punto de vista de la evangelización jacobea, se encuentra en los capítulos séptimo, octavo y noveno. En el capítulo séptimo, titulado “De como el Apostol Santiago vino a España, y en el discurso de su peregrinación llegó a Zaragoça, predicando el santo Evangelio”, es evidente la preocupación por la defensa del patronazgo. El octavo, “Del fruto que hizo con su predicacion el Apóstol Santiago, y de como le aparecio la Virgen en la ribera del Ebro, estando en oracion, junto a los muros de Zaragoça”, destaca los logros del Apóstol en España; y en el noveno, titulado “De como la Virgen nuestra Señora consoló al Apostol Santiago: y le señaló el lugar donde auia de edificar la Capilla, y de la diligencia que puso en la fabrica della”, se habla de la fundación de la primitiva basílica del Pilar a manos del propio Santiago el Mayor. El texto también resalta la presencia de los doce discípulos que el Zebedeo trae consigo a la península, a quienes va distribuyendo a medida que el plan evangélico se desenvuelve.
En la ciudad del Ebro es donde, según antigua tradición destacada por el padre Murillo, Santiago realiza un mayor número de conversiones, en especial siete discípulos a los que lleva consigo en su viaje de regreso a Jerusalén. Esta reducida comunidad cristiana queda retratada en el grabado que ilustra el inicio del libro. En él se representa la aparición de la Virgen en carne mortal sobre el Pilar del Ebro, llevada por los ángeles y con Dios Padre iluminándola en su papel intercesor. A los pies de María se encuentra prosternado el grupo formado por Santiago, Teodoro, Atanasio y los siete discípulos principales que representan a la comunidad cristiana local. Se hace referencia a las antiguas fuentes textuales que hablan sobre esta fundación. En efecto, el padre Murillo recoge el testimonio del obispo Marco Máximo de Zaragoza (ca. 606), quien “llama a la santa Capilla honra, hermosura y ornamento de Zaragoça; ayuda, defensa y arrimo de la Provincia Iberia; y despues de aver dicho que Santiago la edificó por mandato especial de la Virgen dize, que es casa que ha de durar para siempre, aludiendo en esto a la promesa que hizo la Virgen al santo Apostol diziendo: que nunca avian de faltar Christianos en Zaragoça; y que aquella columna avia de perseverar en aquel lugar hasta el fin del mundo”.
El obispo Máximo, en una crónica del año 571 sobre los hechos más relevantes de su episcopado, evocaba la fundación por el Apóstol de un templo en Zaragoza dedicado a la Virgen, constituyendo la fuente escrita más antigua de Hispania referida a su evangelización por Santiago. El texto de fray Diego se revela así, a principios del siglo XVII, como heraldo de esta tradición local que busca explicar la cristianización del romanizado valle del Ebro -y de Hispania, por extensión- como fruto de la predicación jacobea.
Hay una segunda línea de trabajo en los historiadores barrocos, relativa a la defensa del Voto de Santiago. Además del clásico de Ambrosio de Morales, titulado Declaración con certidumbre por averiguación de historia en el punto de si hizo el voto, y dió el privilegio á la Sta. Iglesia de Santiago el rey D. Ramiro I ó el II, publicado en Córdoba, en 1588, en el Setecientos se publicó un anónimo compostelano que llevaba por título Por el arzobispo, cabildo, grande y real hospital de Santiago, manifiesto, respuesta y satisfacción jurídica a la queja dada por el reverendo arzobispo de Granada, sobre la exención y cobranza del voto de Santiago y a lo en su virtud expuesto, Santiago, 1769; y el libro de Lázaro González de Azevedo, Memorial y discursos del pleito, que las Ziudades & c. tratan en la Real Chancillería de Valladolid con el Arçobispo dean y Cabildo de la Sta. Iglesia de Santiago & sobre los votos, Madrid, 1771. Sobre la defensa de los privilegios del año santo compostelano se manifestaron el presidente y cabildo de la Santa, Apostólica, Metropolitana Iglesia del Señor Santiago, Vnico, Singular Patron Tutelar de las Españas, con un texto titulado Discurso moral, defensa de los privilegios del jubileo del año santo compostelano especialmente de la facultad de conmutar votos en virtud de el mismo jubileo y se desvanecen los fundamentos con que pretendió hacer improbable dicha facvultad, vn papel anónimo esparcido por el mes de Febrero de 1708, publicado en Santiago en 1708; y cuarenta años más tarde vería la luz la pieza de Antonio Rioboo y Seijas, llamada Tratado del Jubileo Compostelano, sobre la facultad de conmutar votos, Madrid, 1748.
Como colofón a esta rica bibliografía generada en la época barroca debemos destacar un texto relativo a la predicación de Santiago en España y la sepultura del Apóstol en Compostela; una obra del padre Juan Joseph Tolrá titulada Justificación histórico-crítica de la venida del apostol Santiago el Mayor a España, y de su sepulcro en Compostela, publicada en Madrid en 1797. En definitiva, la arquitectura, la pintura, la escultura, el grabado y la imprenta del período barroco son los cauces expresivos a través de los cuales se difunde el mensaje jacobeo de la evangelización de España, de la existencia de la tumba del Apóstol en Compostela, y del merecimiento y legalidad moral del Voto de Santiago y de los privilegios que atesoraba la catedral compostelana. Todo un despliegue de medios como fiel reflejo de la mentalidad, la ideología política y la religiosidad popular del momento. [FS]
V. arquitectura / arte