Emplazamiento de tradición jacobea situado en Padrón, en la provincia gallega de A Coruña. En la orilla derecha del río Sar, un kilómetro antes de la unión con el río Ulla, hay un terreno denominado A Barca. Antiguamente estaba ocupado por las aguas, pues el cauce fluvial dibujaba un meandro. La tradición señala este espacio como el escenario donde se desarrolló el pasaje de la llegada del cuerpo de Santiago a Galicia y se cree que aquí podría estar enterrada la barca de piedra que trasladó el cuerpo del apóstol Santiago desde Palestina, o según otras versiones, la peña donde fue depositado nada más atracar la nave. Según el historiador padronés Eloy Rodríguez Carbia, la zona concreta sería una parcela de propiedad municipal, conocida popularmente con el apelativo de Remol, situada al oeste de la actual explanada y a unos 100 m de la iglesia de Santiago. Al haber acogido antiguamente el curso del río, contiene una gran sedimentación fluvial.
El historiador Francisco Singul considera que la tradición convirtió una embarcación de madera convencional de aquel tiempo en una embarcación de piedra. Además cree factible que con los medios de la época se pudiese realizar el viaje entre Palestina e Iria. Sería por etapas y en distintas naves dedicadas al transporte de mercancías entre oriente y occidente. Las fuentes escritas y orales de la Edad Media hacen referencia a una piedra donde se colocó el cuerpo de Santiago después de ser evacuado de la barca por sus discípulos. Esta piedra se reblandeció adaptándose a su anatomía. La mayoría de los historiadores coinciden en que podría referirse a un sepulcro medieval como los que abundan en la necrópolis de la cercana Iria Flavia. Los peregrinos profesaban gran devoción a esta pieza, arrancándole trozos para llevárselos como reliquia. Por este motivo, la autoridad eclesiástica decidió arrojarla al río Sar. No se sabe la fecha con exactitud, pero pudiera ser en la primera mitad del siglo XV.
Sobre la existencia de esta piedra hay abundantes noticias, pero posteriores a su inmersión en las aguas del Sar. En 1467 fue vista en el río por el noble bohemio Leo de Rozmithal y su comitiva. Wenceslao Shaschek, uno de los narradores de este viaje, escribe que los discípulos del Apóstol que transportaron el cuerpo santo desde Palestina “cuando llegaron al río de dicha ciudad que se llama Sar [Padrón], pusieron el sagrado cuerpo sobre una peña, que todos vimos y en la que está impresa la figura del cuerpo, la cual se ve todavía como si estuviera acabada de hacer, y habiendo oído el pontífice que los peregrinos quebrantaban por todas partes aquella peña, la sumergió en el agua y labró unos escalones desde donde pudiera la gente contemplarla”.
Más adelante cuenta que “en la villa de Padrón hay una gran piedra que se ha cubierto de agua por orden del Papa, porque los peregrinos se llevaban grandes trozos, y todavía se ve muy bien en el agua. En esta misma piedra vino por mar el cuerpo de Santiago, y siempre sobrenadaba, todavía se ve en la piedra la huella de su cuerpo, que ha quedado impresa milagrosamente como en cera”.
Como se ve, primero afirma que en la pieza arrojada al río había estado el cuerpo del Apóstol, nada más sacarlo del barco; sin embargo al final explica que en la piedra sumergida se trasladó el cuerpo de Santiago desde Palestina hasta Padrón. Esto pudiera deberse a que en la tradición acabó mezclando la piedra denominada A Barca con aquella en la que se habrían colocado los restos mortales del hijo de Zebedeo y Salomé.
Varias décadas más tarde en 1494, el peregrino Münzer y sus compañeros también la vieron en el mismo lugar, “a la orilla del río en donde fondeó la nave que, sin remos condujo desde Judea el cuerpo del Santo, acompañado de alguno de sus discípulos y al ser colocado sobre una peña se operó el prodigio de que esta se derritiese como cera para recibirlo en su seno”.
A mediados del siglo XVI todavía era posible ver la piedra: en 1550 el licenciado Molina, canónigo de Mondoñedo, recoge la tradición en los siguientes términos: “en una gran peña donde fue echado el cuerpo de Santiago, que luego que sus discípulos le sacaron de su barca y la pusieron en aquella piedra, ella misma se abrió y se hizo un sepulcro perfecto, según hoy día vemos en este puerto. Y esta piedra no es la barca en la que afirma el vulgo que vino el Apóstol, sino donde fue echada”.
En 1572 Ambrosio de Morales ya no es capaz de verla. Pero expone una relación completa de la tradición que en la villa se cuenta y cita unas obras de un muelle especial para que se volviese a ver: “En el lugar de portecico donde llegó y aportó el Santo Cuerpo está una peña sobre la que le pusieron y dicen se abrió milagrosamente, tomando forma de sepultura. Esta yo no la vi, porque ya el agua del río la ha cubierto y la arena también la cubre con cualquier avenida, y aunque tienen cuidado en descubrirla, entonces estaba muy cubierta. Lo que vi es hecho allí un muelle agradecido, aunque pequeñito, con sus gradas hacia el agua, dicen que para que se pueda bajar a ver aquella concavidad de la peña, y su humilladero hay allí, y se visita todo aquello por los peregrinos con gran devoción”.
Otro testigo de excepción es el cardenal Jerónimo del Hoyo (1606). Sus palabras dejan ver un intento de frenar la leyenda. Escribe: “el río arriba, cerca de los muros, está el lugar adonde llegó la barca con el cuerpo del glorioso Apóstol y en el mismo en medio del río está la piedra en donde la pusieron al desembarcar, que lo hizo en ese mismo lugar, como un sepulcro. Echáronla allí porque no se gastase y peresçiese su memoria, que la llebaban a pedaços los romeros. Está echa una media de ponteçuela en el río hasta donde está. Vese algo della y lo más está cubierto de arena. Desta piedra nasció el decir que la barca fue de lo mismo, pero lo cierto es que fue de madera y se gastó con el tiempo pues pasó mucho antes de que se hubiese noticia entre cristianos”.
En 1610 Mauro Castellá Ferrer en su Historia del Apóstol señala que la piedra la arrojó al Sar “el Regimiento de la Villa no ha muchos años porque los peregrinos no la acabassen de deshacer llevándola a pedazos por reliquias. Y de aqui vino le engaño de dezir, es la barca en que vino Santiago y pudieron mejor haberla puesto en alguna iglesia que haberla echado en el río”.
A partir del siglo XVII la peña reblandecida ya no volvió a verse, ya completamente oculta por las arenas del río. Esto no evitaba que los padroneses siguiesen mostrando a los viajeros y peregrinos el lugar donde estaba enterrada, al tiempo que seguían divulgando con orgullo su leyenda cada vez más adornada, afirmando que se trataba de la barca de piedra en la que había llegado el Apóstol.
Una tarea muy valiosa sería la recuperación y puesta en valor de esta pieza que engulló la tierra, pero que dejó al descubierto unas apasionantes leyendas que engrandecen aún más la tradición jacobea. [MGR]