Denominada en gallego fonte do Franco, se trata de una fuente legendaria, actualmente sin agua, situada al inicio de la histórica rúa do Franco, en Santiago de Compostela. La tradición la considera el punto donde se detuvieron a beber los bueyes que transportaban en un carro el cuerpo de Santiago, indicando así el lugar donde este quería ser enterrado.
Por Porta Faxeira, citada en el Códice Calixtino como una de las siete puertas que daban acceso a intramuros de la ciudad de Santiago de Compostela, entran los peregrinos procedentes del Camino Portugués. López Alsina relaciona esta antigua puerta (hoy inexistente) y la rúa do Franco con la vía comercial establecida entre el puerto fluvial de Iria, en Padrón, y Santiago de Compostela.
Algunos historiadores dicen que debe su nombre a que allí nació el ilustre Fonseca, conocido como el Franco por antonomasia; otros lo atribuyen a Bretenaldo Franco, que pudo ser uno de los primeros peregrinos que llegaron desde tierras ultrapirenaicas; y muchos piensan que puede deberse a la costumbre de considerar como francos a todos los peregrinos, ya que franco tenía en un principio el significado de ‘extranjero’.
Según la tradición, por allí entraron los bueyes salvajes entregados por la reina Lupa, convertidos milagrosamente en mansos, que arrastraron el carro que trasladó los restos del apóstol Santiago desde Iria. Dice el Códice Calixtino (s. XII) que, gracias al Apóstol, “tanta mansedumbre y lentitud se apoderó de ellos, que los que al principio se acercaban corriendo para ocasionar una catástrofe impulsados por su atroz bravura, luego con la cerviz baja confían espontáneamente su cornamenta en manos de los santos varones”.
Cuenta la Leyenda áurea que “los discípulos del apóstol prefirieron que fuera Dios el que decidiera el lugar de sepultura de su maestro por lo que, rechazando el ofrecimiento de Lupa, y después de recuperar el cadáver en el Pico Sacro, permitieron que fueran los toros los que marcaran el emplazamiento exacto, dejándoles errar a su capricho hasta que se detuvieran, cosa que hicieron en un campo denominado arcis marmoricis, y que con el tiempo se llamaría Santiago de Compostela”.
Manuel Murguía señala que la leyenda del Apóstol Santiago está por completo impregnada de celtismo y la relaciona en este sentido con Román, evangelizador de Cornualles (Inglaterra): “Cuando muere Román, se deja a merced de los bueyes que conducen la carreta en que va el cadáver que señalen el lugar en que el santo quiere ser enterrado. Atraviesan el bosque y, al llegar al sitio en que se levantan las más robustas encinas, se detienen y allí, por lo tanto, se cava la sepultura. Lo mismo en la leyenda de Santiago Zebedeo. Sus discípulos conducen los venerados restos en un carro al cual uncen toros salvajes, y en el lugar en que estos se paran, allí depositan el cuerpo inanimado del Apóstol.” Murguía cree que el lugar donde fue enterrado Santiago era un “vasto edificio consagrado al dios celtogallego que se adoraba en el lugar en que se detuvieron los bueyes que conducían en el carro el cuerpo del Apóstol”.
Recoge también la tradición que los bueyes, tras beber en la fuente, ya no quisieron dar un paso más, lo que fue interpretado por los discípulos de Santiago como una indicación divina de que ese era el lugar elegido. Otras versiones de la leyenda dicen que el agua brotó del suelo cuando los bueyes se pararon y se pusieron a escarbar en la tierra.
La fuente, a la que se le atribuyeron propiedades curativas, sobre todo de las enfermedades de los ojos, hoy ya no mana agua. Tiene una inscripción en la que se dice que fue reconstruida en 1830. Antonio Fraguas señala que su fama se debe a que allí recuperó la vista San Franco de Siena (s. XVIII), del que el dramaturgo Agustín Moreto escribió en el siglo XVI la obra de teatro San Franco de Sena o el ciego de mejor vista y lego del Carmen. Parece que San Franco pudo dejar como recuerdo de su milagrosa curación el bordón con el que peregrinó, que se guarda en una columna relicario de la catedral compostelana, junto al bordón en forma de tau que supuestamente encontró el obispo Teodomiro en la sepultura del apóstol Santiago.
Junto a la fuente, visitada en tiempos medievales por muchos peregrinos, se construyó una sencilla capillita que hoy acoge una imagen de Santiago representado como peregrino, con el típico sombrero jacobeo decorado con una concha de vieira, lo mismo que la esclavina; con su mano derecha sostiene el bordón, que como dice el Códice Calixtino es “la defensa del hombre contra los lobos y los perros”, que representan al “diablo tentador del género humano”; la calabaza, como es tradicional, va colgada del bordón; en la mano izquierda porta el Libro de los Apóstoles, que alude a su evangelización por estas tierras, causa por la que sus discípulos trajeron aquí su cuerpo para ser enterrado. Una inscripción en la piedra dice: “Limosna para el Santo Apóstol que, según la tradición, paró su santo cuerpo en este sagrado lugar.” [JS]