XacopediaObradoiro, O

Plaza de Santiago de Compostela donde se sitúa la gran fachada de la catedral, del mismo nombre. Es el corazón de la ciudad, el espacio de encuentro inexcusable para todos los peregrinos y turistas que visitan esta urbe, el punto de referencia de sus celebraciones más solemnes y la mejor muestra de los principales estilos arquitectónicos que, a través de los siglos, definen la personalidad artística de la ciudad, meta del Camino de Santiago.

Considerada una de las plazas más armoniosamente monumentales del mundo y también una de las más visitadas, es el lugar escogido por los peregrinos contemporáneos que llegan a la ciudad por la Ruta Jacobea para descansar y celebrar su llegada. Se les puede ver en esta actitud durante todo el día. Pero esto es algo que hacen, a poco que vengan informados, tras la visita a la catedral, que para los peregrinos del Camino de Santiago sigue reservando como puertas de acceso más idóneas las de A Acibechería y, en los años jubilares, la Puerta Santa, por As Praterías.

Estas dos fachadas son menos grandiosas, pero más identificadas con la cultura de la peregrinación, de júbilo sobe todo íntimo por la llegada. Hay que tener esto muy claro para entender la función que la plaza y la puerta catedralicia de O Obradoiro -que da acceso al excepcional conjunto escultórico del Pórtico de la Gloria- cumplen en el contexto jacobeo y compostelano como marco complementario que mira hacia esa otra faceta que la cultura jacobea siempre quiso tener presente: la de gran espacio de encuentro y ámbito solemne.

Sin embargo, hasta el siglo XVI, más que plaza propiamente dicha, O Obradoiro fue lugar de paso y, periódicamente, de trabajo para los artesanos y canteros de la catedral.

El nombre del recinto proviene de la denominación que se le daba a la zona exterior inmediata al Pórtico de la Gloria, conocida como o obradoiro desde el siglo XII, al tratarse del lugar donde se llevaron a cabo las principales obras de cantería de este gran conjunto románico, un Pórtico que entonces, por cierto, resaltaba su grandiosidad abierto a un horizonte occidental casi infinito y a unas puestas de sol inusitadamente hermosas. Sigue resultando imprescindible descubrir, si el tiempo lo permite, el sol de cobre del atardecer sobre la interminable fachada barroca de O Obradoiro. Por costumbre, el espacio circundante al obradoiro de los escultores y canteros acabó siendo conocido por este nombre. Las obras que en los siglos siguientes dieron forma a los edificios actuales reforzaron y volvieron a dar sentido a esta denominación popular.

Tras la construcción en el siglo XVI del Hospital Real de los peregrinos -el actual Hostal de los Reyes Católicos-, el lugar fue conocido también como plaza del Hospital. A finales del XIX se bautizó como plaza del Príncipe Alfonso y durante el franquismo, como plaza de España. Con la llegada de la democracia, en la segunda mitad de los pasados años setenta, recuperó su nombre tradicional, que se hizo oficial.

La configuración arquitectónica de O Obradoiro es el resultado de un proceso iniciado en siglo XII, con la construcción de la primitiva fachada románica de la catedral y del contiguo palacio obispal de Xelmírez. Sin embargo, su actual diseño no comenzaría a consolidarse hasta la construcción del Hospital Real en su extremo norte, a principios del siglo XVI, promovido por los Reyes Católicos con la finalidad de servir a los peregrinos y enfermos que recalaban en el que los monarcas consideraban el gran santuario de la unificada España cristiana. Por su origen real y su monumentalidad, el edificio precisaba de un marco acorde a su relevancia. Esto va a favorecer el futuro de O Obradoiro como la nueva gran plaza compostelana, un gran recibidor, despejado y monumental.

El frente sur se destinó al colegio de San Xerome, que a mediados del siglo XVII da forma definitiva a la parte meridional de la plaza. La hermosa portada de románico tardío de este edificio, sede del Rectorado de la Universidad de Santiago, procede del antiguo gran hospital de peregrinos de la ciudad, que estuvo situado al lado de la actual plaza de A Acibechería. Se desmontó en el siglo XVII para dar paso a la de la Inmaculada y a la fachada del monasterio de San Martiño Pinario, tal y como hoy se contemplan. En la vieja portada del hospital la iconografía resulta acorde con su primitivo emplazamiento: se distinguen en la jamba izquierda las imágenes de Santiago, de su hermano Juan Evangelista y de un probable -aunque no del todo confirmado- peregrino ilustre, San Francisco de Asís.

Lamentablemente, esta portada, no siempre bien valorada y puesta en relación con el resto de la plaza, es el único vestigio del que de conservarse sería un edificio referencial para la ciudad y la historia de las peregrinaciones jacobeas. Esta portada es también la más antigua y entrañable huella jacobea de O Obradoiro. Acabó formando parte del edificio docente debido a que en sus últimos años el antiguo hospital, sustituido en sus funciones por el Hospital Real, se destinó a sede de la naciente universidad compostelana.

El perímetro catedralicio de la plaza vivió un largo proceso constructivo que ocupó los siglos XVII y XVIII. El objetivo era el engrandecimiento arquitectónico de la basílica apostólica para que recuperase, tras la crisis protestante, su peso y prestigio como centro de peregrinación o al menos como principal referente de una Iglesia todavía relevante en España. En plena escenografía barroca, el marco espacial de O Obradoiro resultaba el más idóneo para cumplir esa función. En el siglo XVII se construyen la fachada del claustro renacentista de la catedral, la escalera que da acceso a la entrada principal de la basílica y el nuevo frente del palacio de Xelmírez. Son, con leves variaciones y mejoras, los conjuntos que hoy se contemplan.

Ya en la primera mitad del siglo XVIII, se culmina este frente con la construcción de la monumental fachada barroca de la basílica, que se superpone en gran medida sobre la románica, bastante deteriorada, ya en parte modificada, y considerada poco apropiada para un gran centro religioso como Santiago. De la obra se responsabiliza el arquitecto gallego Fernando de Casas Novoa, que logra crear un espectacular escenario, tan alabado como criticado -sobre todo en este segundo caso durante el siglo XIX-, que se convirtió en la imagen más reiteradamente difundida de la ciudad. Las dos torres que la culminan siguen siendo la máxima altura compostelana. Se elevan hasta los 80 m.

Las huellas jacobeas de la fachada catedralicia están por todas partes: destaca la siempre popular cruz de Santiago, que culmina el cuerpo central, bajo la que aparece una imagen del Apóstol como peregrino al que rinden culto dos monarcas españoles. Un poco más abajo nos encontramos con la popular iconografía compostelana del arca, que simboliza la tumba de Santiago y la estrella o luminaria que en el siglo IX, según la tradición, permitió descubrirla, escoltada por sendas esculturas de los dos principales discípulos del Apóstol, Teodoro y Atanasio.

En las torres se vuelve a repetir ampliamente la iconografía jacobea a través de sendas imágenes de los padres del Apóstol, Zebedeo y Salomé -cada uno representado en una torre-, y de su hermano San Juan Evangelista, entre otros motivos.

El extremo oeste de la plaza estuvo delimitado hasta la segunda mitad del siglo XVIII por la muralla de la ciudad, sobre la que en ese momento se construyó el actual palacio de Raxoi, la obra neoclásica más relevante de la ciudad. El edificio está coronado por un frontón en el que se representa la legendaria batalla de Clavijo (s. IX), en la que se aparecería por vez primera el Apóstol para apoyar a los ejércitos cristianos. Sobre este frontón destaca una estatua de Santiago matamoros, ambas obras del último tercio del siglo XVIII y realizadas por dos destacados artistas, José Gambino y José Ferreiro.

La plaza de O Obradoiro es desde sus inicios el espacio de las grandes festividades y celebraciones de la ciudad como meta de la peregrinación jacobea. Desde el siglo XVI, en ella se recibía con todos los honores y dispendios a los miembros de la realeza que cada vez de forma más espaciada llegaban a Santiago; en ella se representaban en las grandes ocasiones espectáculos e incluso corridas de toros, sobre todo coincidiendo con los años santos; y en ella -ya en el siglo XX- se concentraban, casi con organización y disciplina militar, las grandes masas de gente con las que se inició la recuperación de las peregrinaciones -al menos en el ámbito gallego- a partir del redescubrimiento de las reliquias de Santiago, en 1879.

Más recientemente, en esta plaza se celebraron los grandes actos europeístas políticos y religiosos que en las dos últimas décadas de la pasada centuria confirmaron la peregrinación jacobea y el Camino de Santiago como patrimonio común de los europeos. Una placa en el centro del zócalo recuerda desde 1987 que esta ruta fue declarada por el Consejo de Europa el primer Itinerario Cultural Europeo. Fue también escenario de algunos de los espectáculos artísticos más relevantes de los últimos años jubilares. Sigue siendo, en definitiva, la gran puerta triunfal y de encuentro de Santiago.

La puerta de O Obradoiro de la catedral y la propia plaza se han convertido en los últimos años también en punto de salida. Cada vez son más los peregrinos de todas las nacionalidades que, como sus antepasados más aventureros, inician en O Obradoiro el Camino que los llevará hacia los míticos lugares jacobeos de Fisterra y Muxía, en la actual Costa da Morte, donde las gentes de la Edad Media intuían el irremediable y temible final de la tierra y donde se veía morir, cada atardecer, un sol majestuoso.

Es un Camino que la Iglesia compostelana -al menos una parte de ella- nunca vio con buenos ojos. La meta es Santiago. Por eso la despedida es casi siempre discreta. En todo caso tiene su sentido religioso esta ruta: al final, en el extremo, esperan el Cristo de Fisterra y la Virgen de A Barca, llegada al lugar para dar ánimos a Santiago en su predicación.

Lo ideal sería hacer la salida hacia Fisterra en un atardecer despejado y avanzar despacio, girándose para ver posarse el sol rojizo sobre la fachada catedralicia de O Obradoiro. Lo hace de forma grandiosa, pero sin prisas, hasta que toman el relevo las sombras de la noche para difuminar su perfil.

Zapatones//// Resulta difícil marcharse de la plaza de O Obradoiro sin encontrarse con el peregrino más famoso de Compostela y del Camino. Todo el mundo lo conoce como Zapatones -en realidad su nombre es Juan Carlos Lema- y desde principios de los años noventa hizo de este recinto su lugar de trabajo: aquí saluda y recibe a los peregrinos de las más variadas procedencias -muchos preguntan por él- siempre ataviado con la vestimenta histórica de los peregrinos, un bordón al uso y su larga y descuidada barba blanca. Cuando no está, lo normal es que se encuentre realizando alguno de los Caminos de Santiago. Asegura haberlos hecho más de cincuenta veces (2009).

El apelativo de Zapatones -afirma- se lo puso una hija suya cuando lo vio vestido de peregrino con unas gruesas botas. Puede ser, como puede ser o no cuanto cuenta. Desde que tras una infancia difícil, una juventud problemática y algún trabajo rutinario y esclavizante decidió que lo suyo eran los caminos, escogió para siempre el Camino de Santiago y se convirtió en la representación más reveladora -en el mejor de los sentidos- del gallofo moderno. Servicial, atento, sabio a su modo, amante del buen beber -no tanto del buen comer-, a veces -sólo a veces- un poco faltón, buscavidas… Es difícil imaginarse O Obradoiro contemporáneo sin sus estatuas humanas en su pedestal y sin Zapatones en el centro de la plaza. No todo el mundo entiende su presencia. Sí pareció comprenderla el rey Juan Carlos, quien hace unos años le conquistó el corazón: “Tienes la sala de estar más bonita de España”. Zapatones se lo creyó. Y deja pasar a todo el mundo. [MR]


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