Cardenal y arzobispo de Santiago de Compostela (Benejama, Valencia 1811-Toledo 1891). Arzobispo de Santiago desde 1875 a 1886 y de Toledo desde ese año hasta su muerte. Durante su mandato inició con éxito una tarea que parecía imposible y en la que ya nadie pensaba: la recuperación de la catedral de Santiago como centro de peregrinación internacional, una iniciativa que lo convierte en el prelado compostelano más relevante del siglo XIX y uno de los más decisivos de la historia.
Gracias a su privilegiada relación con la Corona, uno de sus primeros logros al frente de la archidiócesis compostelana fue que el rey Alfonso XII visitara la ciudad en 1877 y 1881. En el primero de estos años el monarca hizo coincidir su visita con la celebración de las fiestas patronales de la ciudad y presentó la tradicional ofrenda del 25 de julio al Apóstol. Era la primera vez que un monarca tenía este gesto. Aunque se trataba de un antiguo privilegio real, los reyes siempre habían actuado por delegación. Fue la primera medida del prelado santiagués a favor de la reactivación del santuario y enlazaría con lo que iba a suceder inmediatamente después: la búsqueda de las desaparecidas reliquias de Santiago, que logró recuperar y exponer de nuevo al culto en un proceso conocido como el redescubrimento.
Hombre práctico y resolutivo, como lo ha definido Juan José Cebrián, Miguel Payá no dudó en tomar las medidas que estimó oportunas para restablecer el lejano esplendor compostelano. Se lo exigían su gran prestigio e influencia y su confianza en el éxito de la tarea. Tendrá que luchar para ello con una Iglesia triste, desganada e inmovilista que no había hecho más que retroceder en todos los frentes en las últimas décadas. Payá está decidido a acabar con esa situación y dar sentido y trascendencia a su mandato. Para ello nada mejor que comenzar por lo más importante y difícil. Decide recuperar las desaparecidas reliquias de Santiago el Mayor, perdidas según algunas fuentes desde que se ocultaran en algún lugar de la catedral en 1589 ante el temor a una incursión inglesa que atacaba el puerto de A Coruña y tenía intención de llegar a Santiago, o de dudoso emplazamiento ya antes, según otras versiones. En todo caso, Payá cree posible su localización y manda recabar de modo discreto toda la información posible para iniciar la investigación. Disfraza los trabajos de búsqueda en la catedral de obras de mejora, los paga en gran medida de su bolsillo y, tras diversas vicisitudes, no exentas de tensiones y enfrentamientos con el Cabildo catedralicio, logra localizarlas enterradas en un espacio semiabandonado tras el altar mayor. Inmediatamente inicia las gestiones para confirmar su autenticidad.
Acorde con los nuevos tiempos, procura que su autenticidad sea abalada por informes científicos e inicia un complicado proceso de autentificación ante el Vaticano. Sus buenas relaciones en Roma, establecidas años antes cuando había participado con brillantez en el Concilio Vaticano I, su capacidad negociadora y el apoyo de la Corona española hacen que el proceso concluya de forma positiva el 25 de julio de 1884. Ese día el papa León XIII anuncia desde la iglesia de Santiago de Roma la autenticidad de los restos del Apóstol y de sus discípulos Teodoro y Atanasio. En noviembre el proceso alcanza su definitiva dimensión cuando el pontífice da a conocer al mundo, mediante la bula Deus Omnipotens, la buena nueva de que el cuerpo de Santiago se encuentra en Compostela, uno de los tres grandes centros de la cristiandad junto con Roma y Jerusalén -afirma-, e invita al mundo a peregrinar de nuevo a Compostela.
Aunque no se conocen con exactitud las causas que llevaron al cardenal Payá a tomar la iniciativa de búsqueda de los posibles restos apostólicos, lo cierto es que el contexto religioso y social europeo resultaba propicio. Estaban apareciendo nuevos centros de peregrinaciones y estas, combinadas con la aparición de un incipiente turismo, volvían a ser del interés de muchas personas. En este sentido, la iniciativa de Payá resultó providencial para Compostela, para la tradición jacobea y para su peregrinación, como se comenzó a percibir desde finales del siglo XIX y principios del XX, en especial durante los años santos compostelanos.
En el jubileo extraordinario de 1885 y en el de 1886 el cardenal Payá hizo ya los primeros intentos de recuperar el hecho jacobeo como un fenómeno ecuménico. Lanzó algunos mensajes que defendían nuevamente -y sin complejos- el culto jacobeo más allá de Santiago y Galicia. Tomó, además, y por primera vez en la historia, la iniciativa de invitar a los obispos de todo el mundo a incentivar la peregrinación a Compostela, aunque en ese primer momento el gesto apenas fuera más allá de las buenas intenciones. La memoria del denostado Voto a Santiago empezaba a quedar atrás y el cardenal consideraba llegado el momento de volver a proyectar la figura del Apóstol como uno de los grandes valores de las tierras de España y de la cristiandad.
Como medidas prácticas en tal dirección, inició la renovación de la muy anquilosada y casi inexistente estructura organizativa de los jubileos. Intentó convocar las primeras peregrinaciones modernas, con algún primer logro en tal sentido, aunque solo en Galicia, e impulsó determinadas obras en la catedral, que llevaba inmersa en décadas de abandono. Entre los trabajos en la basílica sobresale el inicio de la construcción de la cripta ubicada bajo el altar mayor para la muestra al culto de las reliquias del Apóstol Santiago, un complejo trabajo que concluiría su sucesor, el también cardenal José Martín de Herrera en 1891.
Pensó incluso Payá en publicar de manera íntegra el Codex Calixtinus (s. XII), conservado en la catedral compostelana, pero las malas relaciones que mantuvo con Antonio López Ferreiro, la otra gran figura clave en el renacimiento de la Iglesia compostelana a finales del siglo XIX, acabaron abortando este proyecto, que estaba muy en la línea de revitalización que había iniciado. Este texto esencial para el conocimiento del mundo jacobeo medieval comenzaba a ser estudiado con especial interés en el extranjero.
Desde la perspectiva actual es difícil imaginar lo que serían hoy la catedral compostelana y la peregrinación sin la iniciativa trascendental tomada por el cardenal Payá. Él dio de nuevo forma a la tradición, la hizo simbólicamente visible y le proporcionó un espacio de referencia. Fue una tarea decisiva. [MR]