Sostiene que las fuerzas naturales de la Tierra influyen en el comportamiento humano de forma determinante. Ha tenido un notable éxito entre quienes defienden un Camino de Santiago iniciático y precristiano. Los defensores de estas posiciones afirman que las fuerzas telúricas [de tellus, tierra] internas -corrientes de aguas subterráneas, fallas, zonas magnéticas, etc.- y externas -estrellas, árboles, etc.- han condicionado en gran medida el surgimiento y trazado de la Ruta Jacobea. Advierten sobre todo sobre la influencia de las primeras. En este sentido, Jean-Marie Lepage señala que “si se cotejan los mapas franceses de corrientes telúricas (Universidad de Estrasburgo), de fallas geológicas e impactos sísmicos con los Caminos a Compostela, se puede observar que estos caminos ‘frecuentan’, a veces durante largas distancias, estas corrientes, fallas y puntos sísmicos”. Este mismo autor observa que en distintas representaciones artísticas del Camino en Francia y España se pueden ver escenas que serían representativas de esta influencia.
Quienes defienden estos presupuestos, cuyo carácter científico no ha acabado de tomar forma en un sentido u otro, mantienen que grandes y pequeños edificios religiosos del Camino Francés, especialmente románicos y góticos, así como determinados hitos de este, obedecen a criterios telúricos. En España, sería el caso especialísimo de la capilla navarra de Eunate, donde estas fuerzas se manifestarían de forma muy destacada y beneficiosa para quienes entren en contacto con ellas. Entre los hitos naturales sobresale la Cruz de Ferro, en los montes de León. Lepage y otros autores han vinculado la ubicación de Eunate y otros templos -sobre los que la unanimidad no es tan clara- con el saber iniciático y antiquísimo de los compagnons, los antiguos maestros constructores del Camino. Estos habrían puesto sus conocimientos telúricos al servicio de la Ruta y sus usuarios mediante la construcción de estos templos, que actuarían a modo de señales para iniciados. [MR]