Narra una leyenda supuestamente ocurrida en el año de 44 d.C., cuando, en una cierta mañana de verano, un ilustre jinete de Maia (Portugal) llamado Caio Carpo Palenciano salió a pasear con su mujer, con la que hacía poco que se había casado, y varios parientes y amigos. Cuando cabalgaban por el arenal de la playa de Matosinhos alguien vio en el mar una barca navegando en dirección norte; al detenerse todos para observar la sublime belleza de la embarcación, que navegaba tranquilamente, de repente, el caballo de Caio entró en el agua. El jinete intentaba refrenar al animal pero este buceó y desapareció con Caio en el mar. Al poco, el caballo subió a la embarcación y ambos se encontraron cubiertos de vieiras. El jinete, maravillado con lo acontecido, preguntó a los marineros quiénes eran, a lo que respondieron: “Somos cristianos, discípulos de un hombre santo llamado Iago. Venimos de muy lejos, huidos del odio de hombres que persiguen a los seguidores de Cristo y traemos aquí, en esta barca, el cuerpo de nuestro Maestro y vamos para tierras de España donde nuestro Maestro predicó el Evangelio de Jesús Cristo y donde esperamos conseguir dar descanso al cuerpo de este Apóstol”. Cuando Caio les pregunta sobre el prodigio que sucedió con su caballo responden: “Eso, señor, significa que es un escogido de Nuestro Señor! Las conchas de que se ve cubierto son la señal de Santiago, que quiere verle en la ley de Jesús Cristo. A partir de hoy, distinguirán a los siervos de este santo hombre”. [AR]