(París 1919-Aix en Provence 1996) Historiador francés. Especialista en historia medieval, ha profundizado en temas de historia agraria y artístico-cultural, siempre enfocados desde un ángulo sociológico. Entre sus obras destacan La economía rural y la vida en el campo en el Occidente medieval (1962) y Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200) (1976), así como estudios sobre temática jacobea.
Para Georges Duby, en confrontación con la peregrinación a Roma, queda el camino santo a la tierra de Santiago Apóstol, en cuya promoción y organización van colaborando los poderes políticos y eclesiásticos del occidente medieval conforme el frente de lucha contra el Islam se mueve hacia el oeste y se van obteniendo resultados territoriales, no sólo espirituales, en la Península Ibérica, que echan de menos en las cruzadas orientales. El afianzamiento de Santiago de Compostela como foco principal de la peregrinación medieval es consecuencia, pero también causa, de la consolidación religiosa, política y social de los herederos del Imperio romano occidental frente a su gemelo oriental y, más aún, frente al mundo musulmán. La consolidación del occidente medieval tendrá como base la formación de un nuevo sistema social, marcado indeleblemente por la religión cristiana, de ambiciones universales -globales, diríamos hoy- que harán de Europa, durante cinco siglos, el centro de un nuevo mundo en expansión.
Duby expone también que el deseo colectivo de austeridad y pobreza evangélica, el ejemplo viajero y mártir del fundador del cristianismo y sus más cercanos seguidores, se plasma perfectamente en la peregrinatio: penitencia y ascesis, rigor y voluntad de superación, que San Bernardo difunde en el siglo XII descalificando al mundo como morada del diablo y empujando a los creyentes a expatriarse de la vida terrenal peregrinando a las ciudades mártires, evangélicas y santas. El Camino de Santiago era largo, difícil y plagado de riesgos, pero también soportable: ni tan duro como viajar hasta el santo sepulcro, ni tan próximo y ligero como los caminos que iban a Roma, donde se confun-dían romeros con prelados traficantes de favores, nada que ver con el peregrino penitente que buscaba el perdón de sus pecados y la intercesión divina a través del que murió en la cruz. [IM]