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Forma histórica de referirse a los peregrinos de Roma y secundariamente de otros grandes centros de peregrinación, como Tierra Santa e incluso Santiago. Con el tiempo amplió su uso para aludir a cualquier persona que visitase un santuario o una ermita. Un proceso semejante siguió el sustantivo ‘romería’, que en la Edad Media era sinónimo de ‘gran peregrinación’, especialmente a Roma. Siglos después, en directa relación con el nuevo uso del término ‘romero’, comenzó a ser utilizado para referirse a cualquier fiesta popular de origen religioso que exige el desplazamiento hasta su lugar de celebración.
Hasta el renacer contemporáneo de la peregrinación por el Camino de Santiago era frecuente denominar como romeros a los peregrinos que llegaban a Santiago. A principios del siglo XX era más habitual este término que el de peregrino, como se puede comprobar en los textos y en la prensa de la época. Este alto uso se explicaría por el hecho de que Santiago había perdido la singularidad de centro de peregrinación de ámbito europeo, siendo considerado como un santuario más, por muy significativo que hubiese sido en tiempos pasados. Hoy el vocablo está en casi total desuso, sustituido por el término ‘peregrino’ para referirse a quien realiza cualquier tipo de peregrinación.
Ayuda a entender el proceso histórico seguido por el término romero y su relación con la peregrinación compostelana la consulta de las Partidas, de Alfonso X el Sabio (s. XIII), como recoge Vázquez de Parga. Tras señalar que romeros y peregrinos son todos los que “fazen sus romerias e pelegrinajes por servir a Dios e honrar los Santos”, las Partidas diferencian con claridad entre unos y otros: el romero “va a Roma para visitar los Santos Logares en que yazen los cuerpos de Sant Pedro e Sant Pablo” y el peregrino al “sepulcro Santo de Hierusalem e los otros Santos Logares” o “en pelegrinaje a Santiago o a Sant Salvador de Oviedo o a otros lugares de luenga e de estraña tierra”. Pero dicho esto matiza que ambos términos acostumbran a ser utilizados indistintamente por la gente: “Assi llaman al uno como al otro”.
Pocos años después, en una conocida cita de Dante (s. XIII), este diferencia entre los peregrinos que van a Jerusalén, a los que llama palmeros; los que van a Santiago, que son los peregrinos propiamente dichos, y los romeros, los que van o vuelven de Roma. Resulta quizá una división demasiado rígida, al menos vista desde España, como acabamos de ver en la cita de las Partidas.
Dicho todo lo anterior, si vamos al origen etimológico del término ‘romero’, lo que descubrimos es que procede del griego bizantino romaios, de donde pasó al latín oriental como romaeus [literalmente, romano]. Su uso como sinónimo de peregrino aparece con las peregrinaciones a Tierra Santa en los inicios del primer milenio; era la forma utilizada por los habitantes del Imperio bizantino para referirse a los viajeros procedentes del occidente europeo que se dirigían a los santos lugares. El vocablo ‘romaní’ como sinónimo de gitano o del idioma hablado por estos se ha vinculado con este origen. [MR]


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