XacopediaAlfonso III el Magno, cruz de

Se conoce popularmente con esta denominación la cruz votiva de estilo asturiano que el monarca Alfonso III el Magno y su mujer Jimena donaron, con motivo de su peregrinación a Compostela en el 874, al altar de Santiago. Joya de gran carga simbólica, ya que se trata de la más antigua ofrenda al Apóstol que llegó hasta el siglo XX, desapareció de la catedral compostelana en mayo de 1906, sin que se volvieran a tener noticias de su paradero. Realizada en Oviedo, capital del reino, era muy semejante a la hermosísima cruz de los Ángeles, conservada en la basílica ovetense y realizada casi setenta años antes (808).

La que para muchos fue -y lo fue todavía más tras su extraño y nunca aclarado robo- la más mítica obra del tesoro catedralicio santiagués, medía 46 cm de alto por 44 de ancho y 2 de grosor. Su anchura oscilaba entre los 6 y los 3,5 cm. Sobre una estructura base de madera recubierta de láminas de oro con una trama de filigrana y dos medallones en la cruceta, se repartían cerca de ochenta piedras preciosas y finas, entre las que el historiador santiaguista Mauro Castellá Ferrer (s. XVII) cita -tras advertir que ya en aquel tiempo faltaban muchas- topacios, amatistas, turquesas, cornalinas y perlas.

Una inscripción en el reverso mostraba la siguiente dedicatoria en latín: “En honor del apóstol Santiago donan esta cruz los siervos de Cristo el príncipe Alfonso y la reina Jimena. Por esta señal está protegido el creyente. Con esta señal se vence al enemigo. Se concluyó en la era 912 [año 874]”. La altísima significación y valor de esta joya, de la que se han realizado varias reproducciones, da idea de la relevancia concedida por la corona astur al naciente santuario compostelano. Un santuario ubicado en un extremo del reino, muy alejado de Oviedo, la capital, y que comenzaba a competir por la primacía espiritual del reino.

Hasta su desaparición en 1906, la cruz de Alfonso III se mostraba en la capilla de las Reliquias de la catedral compostelana, en el tramo central de su también desaparecido retablo barroco, en este caso por un incendio en los años veinte no menos misterioso. A pesar de la trascendencia de este robo, el más famoso y llorado de los acontecidos en la historia de la basílica compostelana, nunca se llegó a tener la más mínima pista -al menos a nivel oficial- sobre su autor o autores.

El polígrafo gallego Filgueira Valverde llegó a sugerir que la desaparición de esta cruz podría relacionarse con un grupo de supuestos ladrones de origen marsellés que por aquellas fechas se encontrarían en Santiago. Se podría tratar, por lo tanto, de un encargo. Apoyaría esta tesis el hecho de que en la capilla de las Reliquias se conservaban accesibles, una vez franqueada la entrada, joyas con un valor económico y artístico mayor, que no fueron robadas. Se ha especulado sobre si se llevó la cruz fuera de España. También se ha comentado la posibilidad de su utilización, tras el robo, en ritos iniciáticos. Nunca se perdió la esperanza de recuperarla, pero tampoco se obtuvo, que se sepa, la más mínima prueba sobre su posible paradero.

Una reproducción en latón y falsa pedrería ocupa el espacio de la original en la calle central del actual retablo de la capilla de las Reliquias, construida a finales de los años veinte del siglo pasado. Otra réplica, en este caso de gran calidad, se realizó en 2004, con motivo del primer año jubilar compostelano del siglo XXI. Se puede ver en la sala de exposiciones de la S.A. de Xestión do Plan Xacobeo, en Santiago. Las buenas intenciones de estas réplicas no hacen más que acentuar el sueño del mito maltratado, el clamor de la ausencia. [MR]


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