Rey de Castilla (Soria 1155- Ávila 1214). Reinado: 1158-1214. Favoreció la acogida de peregrinos en su reino, pese a que le tocó vivir una época muy belicosa. Durante su minoría de edad la política interna se caracterizó por la lucha por el poder entre las familias más poderosas de Castilla, y por la pérdida de territorio a favor de León y Navarra, reinos vecinos con los que mantendrá largas disputas. En 1170 asume el control del Reino castellano, iniciando una política exterior encaminada a la recuperación de Tierra de Campos, tomada por los leoneses, y la Rioja, invadida por los navarros. En la frontera sur dará tierras y poder a las órdenes militares, en especial a las de Calatrava y Santiago, a cuyos caballeros cede el castillo de Uclés -Cuenca-, para evitar ataques almohades. No obstante, no puede evitar que el califa Abu Yusuf Yaqub desembarque en Tarifa un potente ejército al que tendrá que enfrentarse en Alarcos (1195), con el desenlace de la destrucción del ejército castellano.
Su vecino y rival, el monarca Alfonso IX de León, en desacuerdo permanente con Castilla, no dudó en firmar una política de alianza con los musulmanes, entendido por Roma como un acto de traición al cristianismo, lo que supone la excomunión del rey leonés y el ensalzamiento del castellano, que verá cómo el papa Inocencio III declara la cruzada contra el Islam andalusí. Esta llamada dará lugar a una alianza entre castellanos, aragoneses y navarros, agavillados junto con las órdenes militares contra el califa almohade Miramamolín, a quien vencen en 1212 en tierras de Jaén, en la célebre batalla de las Navas de Tolosa.
A pesar de desarrollar una política tan belicosa, encaminada a prestigiar el Reino de Castilla, Alfonso VIII siguió cultivando el tradicional espíritu de acogida en el Camino de Santiago, fundando y dotando monasterios para el Císter -afirmando así las fronteras del Reino castellano, frente a las aspiraciones de León y Navarra-, y edificando en las afueras de Burgos, en 1187, el Gran Hospital del Rey, el mayor y mejor dotado de los hospitales de la ruta jacobea en la España medieval.
La labor asistencial en esta institución burgalesa fue tan relevante, tanto a nivel sanitario como espiritual, que en el siglo XIII ya era considerada por la Crónica General de Alfonso X, como una obra excelente, por la cual el soberano que lo había mandado edificar merecía “ser coronado por Dios”. El Gran Hospital del Rey contaba con salas separadas para hombres y mujeres y disfrutaba de una botica bien surtida de ungüentos, aceites, drogas, especias y plantas medicinales, con los que se hacían los diversos remedios que se aplicaban a enfermos y peregrinos, según las disposiciones de médicos y enfermeros. En cuanto al cuidado del espíritu, cada peregrino podía participar de los oficios religiosos, rezaba por el alma de los reyes fundadores y oía misa antes de partir. El más célebre de los hospitaleros de este centro asistencial fue San Amaro, peregrino francés del siglo XIII que, a su regreso de Santiago, decidió quedarse en el Gran Hospital fundado por Alfonso VIII para servir a sus hermanos los peregrinos. [FS]