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Ruta de peregrinación jacobea en Galicia. Parte de las ciudades portuarias de Ferrol y A Coruña, en la provincia coruñesa, itinerarios que se unen a 43 km de Santiago. Desde Ferrol, la distancia que se ha de recorrer es de 118 km y 74 desde A Coruña.

Es el único Camino con meta en Santiago que nace y muere en Galicia. Pero esto es sólo si nos referimos a su trazado terrestre, ya que su verdadero origen, que se remonta a la Edad Media, está en diversos puertos que acercaban peregrinos de variado origen y condición a los muelles gallegos, principalmente al de A Coruña, desde el litoral atlántico europeo. La mayoría procedía de puertos ingleses, sobre todo del sur del país, lo que acabó por dar a esta ruta la denominación con la que es conocida.

Fue siempre una vía de irregular afluencia, muy mediatizada por los avatares de la historia. Investigaciones de historiadores británicos y gallegos descubrieron su relevancia, sobre todo en la Baja Edad Media. En los años noventa del pasado siglo fue señalizada y comenzó a contar de nuevo con caminantes y esporádicas peregrinaciones en barco.

En la Edad Media, peregrinos procedentes de la Europa nórdica (países escandinavos, puertos bálticos), de ciudades portuarias de la fachada atlántica continental, tales como Alemania, Holanda, Bélgica, norte de Francia, islas de Gran Bretaña, Irlanda e incluso de Islandia escogían la vía marítima para llegar a algún puerto gallego desde el que seguir por tierra a Santiago. Resultaba un viaje más económico y rápido, aunque no siempre más seguro y cómodo, dada la precariedad de las naves y los asaltos de piratas. Se acostumbraba a aprovechar para la travesía naves con escalas de transporte de mercancías, aunque también se organizaban viajes específicos.

El puerto de referencia era el de A Coruña. Los muelles de Padrón -hoy desaparecido-, Noia -el más próximo a Compostela, junto con el anterior-, Muros, Pontedeume, Betanzos, Ribadeo y Viveiro, entre otros, contaron con desembarcos. Ferrol, que surge en la Baja Edad Media como un puerto básicamente pesquero, fue lugar de llegada de peregrinos de cierta importancia, como indica el hecho de que contó con un hospital dedicado a atenderlos.

La peregrinación por el Camino Inglés, que se rastrea ya en el siglo XII, no alcanza relevancia hasta los siglos XIV y XV ante el incremento del recurso al barco por los ingleses, imposibilitados de viajar a través de Francia debido a la Guerra de los Cien Años, que enfrentó a estos países en distintos momentos de esas dos centurias. También la mejora en las técnicas de navegación y su expansión ayudó a ello.

Siguiendo las investigaciones realizadas en Inglaterra a principios de los sesenta del siglo XX por Constance M. Storrs, que estudió a fondo las peregrinaciones marítimas jacobeas, ejemplos destacados de este fluir los encontramos en 1428, cuando los peregrinos británicos embarcados hacia Galicia superaron los 4.000, o en el Año Santo compostelano de 1434 durante el que lo hicieron 3.100 en 61 barcos. Son datos oficiales basados en las licencias concedidas, que están incompletas. Eran frecuentes además los embarques clandestinos.

Según estos estudios, el precio del viaje era más o menos equivalente a la paga mensual de un trabajador medio, un coste relativamente asumible para gentes de extracción popular, las que realizaban de manera mayoritaria este tipo de peregrinación. El Camino Inglés era a veces una ruta sólo de vuelta. Hay noticias de peregrinos que tras llegar a Compostela por otras vías, escogían alguno de los puertos comerciales gallegos, especialmente A Coruña, para partir.

Como sucedió con las demás rutas jacobeas, la Reforma protestante (s. XVI), que se esparce justamente por los países más afectos a la peregrinación por mar, influyó de manera decisiva, junto a otros factores socio-económicos y políticos, en la decadencia de esta vía marítimo-terrestre. Apenas llegarán a partir de ahora viajeros ingleses y nórdicos, y los pocos que lo hacen serán de origen francés y vendrán, sobre todo con motivo de los años jubilares compostelanos y por tierra de forma preferente.

En el siglo XIX esta vía es ya un recuerdo del pasado y no será hasta las últimas décadas del XX cuando los historiadores -siguiendo los pasos de investigaciones anteriores- empiecen a revelar su tradición jacobea, con el puerto coruñés como principal referencia. Este fundamento histórico permitirá la identificación de la ruta. Durante los años noventa se tomaron las primeras iniciativas públicas para su revitalización terrestre -estudio de trazado, señalización, primeros albergues-, en un esfuerzo en el que resultó decisiva la aportación de diversas entidades culturales y de amigos del Camino.

En los años ochenta llegaron las primeras peregrinaciones contemporáneas. Una de las pioneras fue la realizada por un grupo de vecinos y estudiosos coruñeses en el Año Santo de 1982, aunque se vieron obligados a marchar por carretera. La ruta todavía no estaba señalizada. En los noventa, por barco hasta el puerto de A Coruña llegaron las primeras peregrinaciones extranjeras. La mayoría de los peregrinos actuales del Camino Inglés lo realizan casi siempre por sus tramos terrestres y de forma individual o en pequeños grupos.

Como ya explicamos, los itinerarios de los barcos con peregrinos para Compostela podían llegar a ser tan diversos como sus puertos de salida. Sin embargo, el trazado terrestre resultaba más preciso. Actualmente se consideran sus puntos de partida el puerto de Ferrol y la iglesia de Santiago de A Coruña, las dos grandes urbes portuarias del noroeste gallego, a 118 y 74 km respectivamente de Santiago. El tramo ferrolano se inicia bordeando casi todo el interior de la ría de Ferrol. Antiguamente los peregrinos que podían hacerlo intentaban cruzar esta lengua de mar en barca hacia el sur, ahorrando así un considerable tiempo. Continúa por localidades costeras en las que hay constancia de la antigua arribada de peregrinos, como Pontedeume y Betanzos.

El itinerario que ahora se ofrece a los peregrinos procura mantener, en lo posible, los trazados históricos, aunque este objetivo no siempre se logra, ante la desaparición de las viejas sendas por la construcción de nuevas autovías, carreteras y vías secundarias, así como por el desordenado desarrollo urbanístico, muy intenso en varias zonas de la ruta. No estamos ante una vía de peregrinación primigenia como el Camino Francés, pero por momentos aún es posible adivinar la radiación de fondo del fulgor jacobeo de otro tiempo.

Un mar que aparece y desaparece como consecuencia de su sinuosa relación con la costa gallega en esta zona es quizá el motivo más evocador del camino de Ferrol a Betanzos, en tanto que el estuario del río Eume, que da paso, río arriba, a los excepcionales bosques que visten el cañón de este curso fluvial, es quizá el punto culminante -aunque no demasiado respetado en su parte final por la inquietud humana- de la diversidad natural que ofrece la ruta.

Dejando atrás los aires marineros de la ría coruñesa, también reclamarán la atención del caminante los contornos de Carral, desde donde se abren de manera decidida las tierras agrícolas del interior, que lo acercarán, sin grandes esfuerzos, a Compostela. La pequeña, pero histórica aldea de Hospital de Bruma, que acoge en sus cercanías -un kilómetro antes- la confluencia en una única vía de los caminos de A Coruña y Ferrol, es el símbolo de esta transición. Faltan 43 km para Santiago.

Tras pasar la zona urbana de Sigüeiro y su puente, el casco urbano compostelano recibe al caminante en la plaza de La Paz, presidida por la escultura de bronce de un peregrino vestido al estilo tradicional. De inmediato aparece la zona histórica de la ciudad, y en ella, tras la puerta de A Pena, hoy desaparecida como toda la muralla medieval, las plazas de San Martiño Pinario y A Inmaculada, que sitúan al peregrino ante el sancta santorum de la cultura jacobea: la catedral y el conjunto urbano y arquitectónico que la circunda. Los peregrinos del Camino Inglés -como los del Francés- entran en la basílica por la puerta norte, la de A Acibechería, también conocida antiguamente como El Paraíso. Si es año santo, muchos prefieren realizar la entrada por la Puerta Santa, en la plaza de A Quintana.

Este camino cuenta, como dijimos, con un trazado delimitado, pero se siguen evaluando antiguos tramos históricos. Dispone (2009) de albergues públicos en Neda, Miño -ambos en el tramo desde Ferrol- y Hospital de Bruma -punto de confluencia-.

A través del Camino Inglés es posible seguir la huella de significativos ejemplos de cultura jacobea. Emocionante tenía que resultar para los antiguos peregrinos el faro de la Torre de Hércules, de origen romano (s. II), que anunciaba la entrada en el puerto coruñés. Ha sido declarado Bien Patrimonio de la Humanidad en 2009.

De la antigua red viaria se conservan algunas infraestructuras que fueron claves para el paso de los peregrinos. Así sucede con los puentes de Pontedeume, en la desembocadura del río Eume, que en su origen (s. XIV) contaba con 79 arcos y 600 m de longitud, y Sigüeiro, sobre el caudaloso río Tambre, casi a las puertas de Santiago, también de origen medieval y hoy muy reformado y entregado al tráfico de automóviles.

Pero si queremos buscar un monumento jacobeo referencial del Camino Inglés, ese es la iglesia de Santiago de A Coruña, de origen románico, a la que acudían muchos peregrinos a su llegada al puerto, antes de partir hacia Compostela. Destacan también, sin la simbólica relevancia de la anterior, las iglesias de Santiago de Betanzos, con una imagen del Apóstol en su tímpano, y la de Pontedeume.

Para los peregrinos históricos tan importante eran los espacios sagrados como la atención hospitalaria. Queda la memoria de diversos hospitales, casi siempre modestos. Es el caso de los del Espíritu Santo de Ferrol y Neda (s. XVI), de Pontedeume -situado sobre el gran puente de la localidad-, y de los varios con que contó Betanzos, en la ruta ferrolana y, por supuesto, de los tres que como mínimo existieron en A Coruña y sus cercanías. En los archivos históricos es posible rastrear referencias a defunciones de peregrinos ingleses, alemanes, franceses y nórdicos. En la continuación del trayecto por tierras interiores, el hospital de referencia y casi único -dada la brevedad del trayecto- era el de Bruma, a 42 km de Santiago, del que se conserva la capilla.

Quedan otras huellas, si se quiere más difusas, que confirman la identidad de la Ruta. Así sucede con la fuente del Inglés -de nombre bien clarificador- en Barciela, ya en el municipio de Santiago, o entrando en la ciudad, con la memoria del hoy desaparecido humilladero -milladoiro- de Meixonfrío, donde algunos peregrinos depositaban una piedra -ancestral rito intercultural de los caminantes venidos de lejos- y rezaban una oración.

Con la desaparición en el siglo XIX de la amurallada puerta de A Pena, la peregrinación perdió el principal símbolo de su entrada en la ciudad histórica compostelana, que en el breve recorrido que lleva hasta la catedral cruza por la plaza de la iglesia barroca del convento de San Martiño Pinario, un cenobio ligado en su origen medieval al culto jacobeo, y, provisionalmente (hasta 2011), al lado del Museo das Peregrinacións, en la parte alta de la plaza de San Miguel dos Agros, de visita obligada después de la estancia en la catedral.

Al margen de alguna leyenda y ciertas aportaciones de la memoria popular, el patrimonio inmaterial del Camino Inglés está representado por los relatos y las huellas de varios peregrinos y ejemplos de literatura popular. Sobresale el texto del inglés William Wey, que llega al puerto coruñés y a Santiago en el Año Santo de 1456.

El Camino Inglés ha incrementando de manera constante los peregrinos en los últimos años. Salen, sobre todo, de Ferrol. Es, sin embargo, la ruta menos transitada en Galicia. En 2008, según la Oficina del Peregrino de Santiago, recibieron la compostela unas 1.500 personas procedentes de esta vía.

Influyen en lo anterior el hecho de que los peregrinos de A Coruña no reciben este documento acreditativo de la peregrinación concedido por la catedral compostelana -se exigen al menos 100 km y la ciudad herculina está a 74- y el haber sido en origen un itinerario terrestre complementario de las rutas marítimas. Asimismo, es escaso el número de personas que llegan en barco para continuar por la ruta por tierra.

Esta relativa afluencia representa, sin embargo, un atractivo para los peregrinos que buscan una cierta soledad y pequeñas grandes sorpresas. Con o sin compostela, no deja de ser emocionante ponerse en camino ante lugares con tanta historia y fuerza simbólica jacobea como la iglesia de Santiago, en A Coruña. Igualmente, las investigaciones de Constance M. Storrs permitieron que la británica Confraternity of Saint James y la irlandesa Irish Society of the Friends of Saint James iniciasen la recuperación contemporánea de las peregrinaciones marítimas desde Gran Bretaña e Irlanda, respectivamente. Una de las primeras tuvo lugar a principios de los pasados años noventa entre Cornualles (sur de Inglaterra) y el puerto de A Coruña. En los años 2007 y 2008 se realizaron sendas experiencias entre los puertos irlandeses de Dingle y Dublín, con destinos respectivamente en los gallegos de A Coruña y Ferrol. [MR]

V. Coruña, A / mar, peregrinación por


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