Histórica torre de la ciudad de París, Francia, muy vinculada a la peregrinación jacobea. A semejanza de la sede del Ayuntamiento de París, construida sobre la antigua Place de Grève, la tour de Saint-Jaques (torre de Santiago), ese gran mástil dirigido hacia el cielo en los alrededores del Châtelet, es sin duda, junto con Les Halles, dominando Saint-Eustache y la cercana fuente de los Santos Inocentes, uno de los símbolos de la ciudad mercantil parisina. Su autor fue el arquitecto Giraud a principios del siglo XVI.
Su historia parece un milagro. Único y soberbio campanario de la antigua parroquia de Santiago de la Boucherie, se salvó durante la demolición, en 1797, de la nave que la acompañaba en la parte norte, gracias a una simple cláusula introducida en el acta de adjudicación que exigía que se conservase. En el emplazamiento de la iglesia destruida pronto surgió un mercado bautizado como Patio del Comercio, mientras que la propia torre, adquirida por el industrial Dubois, se convirtió en fundición de perdigón. Semejante tratamiento habría llevado inevitablemente a un desastre si Francisco Arago (1786-1843), astrónomo y físico, no hubiese persuadido a la ciudad de París para que la comprase, lo cual se hizo el 27 de abril de 1836.
Así estaban las cosas cuando en 1852 se pensó en prolongar la calle de Rivoli en dirección a la Saint-Antoine, con el fin de unir la plaza de la Concordia a la de la Bastilla. Además se había construido la iglesia de Santiago sobre un “montón”. Con ese nombre se designa a las lomas aluviales insumergibles que siembran la orilla derecha del Sena. Así pues, hizo falta allanar el montículo para dar a esta prestigiosa avenida un perfil rectilíneo digno de ella. Esta operación dio lugar a interesantes descubrimientos: a una primitiva capilla rematada en hemiciclo había sucedido una iglesia románica de planta rectangular, a su vez englobada en una vasta construcción gótica de planta irregular que desapareció en 1797.
En cuanto al campanario erigido entre 1509 y 1523 a horcajadas sobre la capilla de San Quintín, fue prácticamente socavado por su situación al borde sur de la nueva vía. Por lo tanto, era necesario apuntalarlo, recalzarlo y asentarlo sobre un zócalo. De este modo ganó 7 m suplementarios aunque actualmente la torre mide poco más de 57. De su restauración se encargó al arquitecto Théodore Ballu (1817-1885) que le devolvió su ornato.
En 1855, el Apóstol, cuya estatua inicial había sido lanzada al vacío en 1793, volvió a tomar posesión de su pedestal. Con una altura de cuatro metros y medio, la nueva efigie, encargada por Napoléon III, es obra del escultor Jean-Luis Chenillon (1810-1875). Un poco abandonada en medio de una “plaza ajardinada” para niños se pensó en atribuirle un anfitrión, que no es otro que Blas Pascal (1623-1662), autor de los Pensamientos. Su estatua, expuesta a los cuatro vientos, vigila la verticalidad de la torre.
A falta de vestigios visibles de la antigua iglesia, cuya fachada flamígera era notable, el recuerdo del más célebre de sus parroquianos planea todavía sobre el barrio. Una calle lleva su nombre: Nicolas Flamel (1330-1418), escritor miembro de la hermandad de su gremio. Él hizo que se abriese a la calle de los Escritores que bordeaba la iglesia, del lado norte, un elegante pórtico con tímpano en el cual mandó ser representado con su mujer, la señora Pernelle. Los esposos habían sido respectivamente presentados a la Virgen por Santiago y San Juan Bautista. Como Flamel había colmado a su parroquia de favores, pronto se corrió la voz de que había hallado la piedra filosofal gracias a viejos escritos indescifrables por él encontrados en León.
En París, durante el Antiguo Régimen, el 25 de julio, fiesta del Apóstol, era un día festivo. Ese día, los parroquianos de la Boucherie salían en procesión alrededor de su iglesia portando “la imagen de monseñor Santiago a modo de relicario” mientras que los cofrades del Hospital Santiago de los Peregrinos, mejor entrenados, reco-rrían grandes distancias de una iglesia a otra, provistos de sus preciosas reliquias. Es más, en Santiago de la Boucherie, hasta el reinado de Francisco I, el 30 de diciembre era festivo en honor del benoiste translation del cuerpo del apóstol traído desde Jerusalén, donde había conocido el martirio, hasta Galicia, su nueva patria. Actualmente hay peregrinos que inician su camino a Santiago ante la torre de Saint-Jacques. [HJ]
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