XacopediaSan Guillerme, ermita de

En una de las cotas más altas del antiguo promontorio Nerio o cabo Fisterra, en el final de la Prolongación Jacobea a Fisterra en Galicia, en un lugar apartado de los hombres, solitario y remoto -como indican algunos textos antiguos-, se alzan las ruinas de la ermita de San Guillerme. Fue uno de los referentes más importantes para los peregrinos del pasado, hasta el punto de que se hablaba del camino a San Guillerme de Fisterra como una alternativa y complemento devoto y penitencial para los peregrinos que habían llegado hasta Compostela.

San Guillerme es uno de los principales hitos jacobeos en esta Ruta, junto con la implicación de Duio y su régulo o gobernador romano en la antigua leyenda de la inventio y las leyendas locales que hablan de la predicación de Santiago en esta tierra. Una muralla por veces ciclópea, adornada por todo tipo de maleza, rodea una roca natural cobijo histórico de ermitaños, lo que da al conjunto un aspecto de primitivo cenobio muy protegido de los intensos vientos que reinan en ese lugar. La entrada está perfectamente orientada a la salida del sol equinoccial. Desde la altura de San Guillerme, un conjunto dolménico destruido hace unos decenios, descendía en línea recta hasta el mar.

Diversas versiones corren acerca de la denominación del cenobio. La primera hace referencia a un peregrino ilustre, Guillermo, duque de Aquitania, quien se habría acercado hasta esos parajes para terminar sus días como eremita. Los detractores de la versión la descartan precisamente por la figura legendaria del propio duque medieval como peregrino, también identificado con el famoso Gaiferos de Mormaltán. Además, el San Guillermo que dio nombre a la capilla sufrió, sobre todo en peregrinos centroeuropeos, una confusión con la leyenda de San Guilhem de Maleval o Saint Guilhem-du-Desert, en Francia, tal como muestran muchos jacobeos en sus relatos. Es el caso de Peter Rieter (1428) o de Nompart II, señor de Caumont (1417) que, literalmente señala: Hay una gran montaña [Fisterra] y en donde existe una ermita de San Guillermo en el desierto.”

De la confusión anterior, tal vez surja el precioso relato de la barrica de vino, una antigua leyenda vinculada a este santo de tan honda raíz jacobea. Dejémosla en boca del alemán Erich Lassota de Steblovo (1580): “A una media milla de aquel lugar [la iglesia fisterrana de Santa María das Areas], cuando se retira el mar se ve al pie de una montaña, el vino que el demonio derramó. Porque se dice que un día vinieron allí algunos franceses, y pasaron al pie de la montaña; al ermitaño que bajó a verlos le regalaron un barril de vino tinto; al marcharse ellos el ermitaño quiso llevarse a sus espaldas el barril a la montaña, más un demonio disfrazado de campesino se le apareció, y el ermitaño le pidió el favor de ayudarle empujando por detrás el barril para que no le pesara tanto. Y el demonio se prestó a ello con mucha amabilidad. Pero, subiendo, el demonio en lugar de ayudar tiraba para atrás para que pesase más, y por último pegó un tirón tan fuerte, que hizo rodar al santo con su barril hacia abajo, y en este suceso no sólo el barril se estrelló, sino que el vino se puede ver todavía sobre las piedras derramado, y el ermitaño se rompió también un brazo y una pierna. Yo no pude verlo porque la mar estaba muy agitada.”

Sea como fuere, investigadores como Esmorís Recamán no tienen dudas de que el lugar estuvo antaño habitado por algún eremita de nombre Guillermo, a quien por sus virtudes, tal vez el propio pueblo acabó canonizándolo. Lo cierto es que el lugar se convirtió en un espacio de culto temprano, mucho antes de la llegada del Cristo de Fisterra. Son también numerosas las leyendas que sitúan allí el ara solis de los escritores clásicos, lugar, como tantos, posteriormente cristianizado; de ahí la ermita.

Del primer peregrino del que se tiene noticia en San Guillerme, y ya en época muy temprana, es de Jorge de Grisaphan, un joven caballero húngaro autor de las famosas Visiones Georgii. Llegado como peregrino a Compostela, Grisaphan decidió permanecer unos años en Galicia haciendo vida eremítica, por lo que preguntó a los clérigos compostelanos sobre la existencia de un sitio remoto y alejado de la gente para retirarse a orar. Estos le indicaron el eremitorio de San Guillerme, cerca de la iglesia de Santa María de Finibusterrae, y le comunicaron que sería adecuado para su retiro, añadiendo que “era un lugar muy solitario, desierto y apartado notablemente de los hombres y de sus viviendas, situado entre altísimos montes que casi nadie frecuentaba”. Pero la fama del ermitaño Grisaphan se extendió en la comarca y pronto la gente se apresuró a visitar al hombre santo, obligando al agobiado Grisaphan a abandonar su retiro después de cinco meses a pan y agua. El recogimiento de Jorge de Grisaphan en San Guillerme es prueba evidente de una prolongación penitencial y expiatoria al Finisterre, promovida -o al menos aceptada- por la propia Iglesia de Santiago Apóstol.

El Padre Martín Sarmiento, que visitó San Guillerme en 1745, indica que la memoria del culto debía estar muy reciente ya que aún se conservaba un “San Guillermo de Piedra vestido de agustino”. El fraile benedictino continúa su relato hablando de los cultos de la fertilidad que se daban en una pía o cama de piedra, donde marido y mujer yacían para procrear recurriendo a los poderes del santo y su ermita. Añade que, por visita eclesiástica, se mandó retirar la pila o cama para acabar con el indecoroso concurso. Señala también Martín Sarmiento la existencia de otra “cama de la fertilidad” en los cercanos montes de O Pindo, a la que también recurrían las parejas estériles. Hoy en día, un sarcófago allí existente es señalado como sustituto de la famosa pía o lecho de piedra mandada retirar por las pudorosas autoridades eclesiásticas.

Pero los ritos de fertilidad no sólo se vinculan con la procreación, sino con rituales propiciadores e impetratorios, como el de la lluvia fecundadora de campos y cosechas. En San Guillerme hay, como señala el antropólogo Manuel Vilar, vinculación clara entre ambos puntos, explícita ya en la leyenda según la cual el santo pretendía subir la cuba de vino desde un altar, una roca en el acantilado junto al mar, descrita por Jerónimo del Hoyo como “un peñasco que vate el mar, y ahí está un altar donde por tradición, en habiendo falta de agua, va esta villa [Fisterra] en procesión y dicen allí misa y luego dicen que llueve”. A su vez, Carré Aldao nos dice que a ella llegaban en peregrinación, durante el estiaje, los labradores de la comarca a impetrar que San Guillermo les enviase la lluvia.

En la actualidad (2009), las ruinas de San Guillermo y su entorno están siendo objeto de excavación por la Xunta de Galicia. Al lugar se puede acceder por una ruta señalizada, que parte cerca de la iglesia de Santa María das Areas, o también tomando una pista 150 m antes del faro de Fisterra, que asciende hacia el mirador de O Solpor y prosigue hasta las antenas de la vieja estación radiotelegráfica Marconi. Poco antes hay que tomar una pista de tierra que va hacia el norte y a menos de un kilómetro una senda señalizada lleva hasta las ruinas de la antigua ermita. [JAR]

V. Fisterra / Guillermo X


¿QUIERES DEJAR UN COMENTARIO?


**Recuerda que los comentarios están pendientes de moderación