El año santo romano es el inspirador del de Santiago de Compostela aunque a veces se mantenga un origen anterior para éste. Casi desde los primeros tiempos del cristianismo Roma y los escenarios de la vida de Jesús en Tierra Santa se convirtieron en los centros de peregrinación cristiana.
En el caso de Roma se debió a la atracción que ejercían los sepulcros atribuidos a las dos grandes figuras del primer cristianismo, San Pedro y San Pablo, y a su condición de centro del poder de la Iglesia. De la conjunción de estas dos características surgirá el año santo romano, también conocido como año jubilar romano, jubileo romano o jubileo universal -por ser el único que se difunde desde el Vaticano con este alcance-. Lo instituyó en 1300 el papa Bonifacio VIII, que decidió conceder indulgencias plenarias durante ese año a los peregrinos, de cualquier origen, que visitaran Roma. Este primer año santo obedeció no tanto a la iniciativa papal como a la exigencia de muchos peregrinos que reclamaban resolver sus necesidades espirituales en un año que consideraban simbólico, ya que coincidía con un nuevo centenario del nacimiento de Cristo. Respondió el Papa estableciendo esta celebración en febrero y comunicando a toda Europa la buena noticia. El acontecimiento, según las crónicas, tuvo una respuesta multitudinaria. Se propuso celebrarlo de nuevo en 1400, pero el papa Clemente VI decidió reducir ese período a 50 años -enlazaba así con el bíblico jubileo judío- y lo convocó para 1350.
Posteriormente se pensó en celebrarlo cada 33 años. Finalmente, el papa Nicolás V decidió en 1450 que se celebrase cada 25 años. Se pretendía así que cualquier cristiano pudiera ganar el jubileo por lo menos una vez en la vida. Con esta última cronología se mantiene. Se han celebrado 26. Los últimos cinco fueron en 1900, 1925, 1950, 1975 y 2000.
Se constatan otros sesenta jubileos extraordinarios o menores. Obedecen a motivos muy diversos: inicio de un pontificado, aniversarios relevantes de la Iglesia, fin de alguna guerra, etc. El primero de este tipo lo convocó el papa Sixto V en 1585 y los dos últimos Juan Pablo II. Los años jubilares romanos, difundidos en todo el orbe católico y celebrados con un gran boato, constituyen un reforzamiento de la influencia espiritual del Vaticano y una fuente de recursos para la Iglesia.
Elemento inherente al jubileo romano son las puertas santas, símbolo del poder que esta celebración representa para recorrer el camino de la penitencia a la gracia. La primera que se creó fue la de la archibasílica del Salvador -o de San Juan- de Letrán, la iglesia más antigua de Roma (314), con motivo del jubileo extraordinario de 1423. En el Año Santo de 1500 el papa Alejandro VI introdujo este ritual en la basílica de San Pedro del Vaticano.
El jubileo romano fue y sigue siendo el central de todos los existentes, llevando a Roma a millones de personas de todo el mundo. Sólo lo sigue a distancia el jubileo compostelano. El último celebrado, en el año 2000, fue el más grande de la historia, al conmemorarse los dos primeros milenios del nacimiento de Cristo. Ese año el Vaticano concedió, por primera vez, la posibilidad de ganar las indulgencias jubilares no sólo en Roma, sino también en varios lugares de Tierra Santa y otros centros católicos relevantes, como Santiago de Compostela.
Hay constancia de la concesión de indulgencias a los peregrinos romanos desde al menos el siglo XII. Pero fue con la institución del año santo cuando adquirieron un mayor eco. En 1300 se obtenían confesando, comulgando y visitando -15 veces, si se era extranjero y 30, romano- las basílicas de los dos apóstoles de la ciudad, San Pedro y San Pablo. El papa Benedicto XIV estableció, con motivo del Año Santo de 1750, unas nuevas exigencias para ganar el jubileo. Son las que, en gran medida, siguen vigentes.
En el Jubileo del año 2000 estos requisitos fueron -además de la peregrinación- la confesión, la comunión, el rezo de alguna oración conocida como el Credo o el Padrenuestro y la realización de alguna obra de caridad.
Se ganaba también el jubileo visitando la basílica de San Pedro o cualquiera de las tres iglesias mayores o patriarcales de la ciudad, todas ellas con puerta santa: San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros. A mayores, había que participar en la misa, en otra celebración litúrgica o en un ejercicio de piedad, como el vía crucis, el rosario, etc. También se obtenía permaneciendo en alguna de las basílicas citadas en meditación espiritual, rezando un Padrenuestro, realizando la profesión de fe o mediante una invocación a la virgen María.
Determinados peregrinos procuran visitar estas cuatro iglesias y, en algún caso, los otros tres grandes templos históricos de la ciudad -San Sebastián Extramuros, Santa Cruz de Jerusalén y San Lorenzo Extramuros- considerados también jubilares. Es un itinerario que requiere un tiempo considerable, ya que algunas personas lo realizan a pie.
Hay un evidente camino de ida y vuelta entre los años santos romano y compostelano, pese a que ciertos sectores eclesiásticos santiagueses siguen concediendo una mayor antigüedad al segundo. Pero también porque la celebración compostelana casi siempre contó con el visto bueno del Vaticano. A pesar de ser el impulsor de la celebración jubilar romana como la central de la Iglesia, casi nunca puso grandes trabas -sí en algunos momentos cierta indiferencia- al jubileo compostelano.
Algunos de los pasos que evidencian ese camino de ida y vuelta entre los dos grandes jubileos del mundo católico se remontan al siglo XIV. Con motivo del Año Santo romano de 1350 el rey castellano Alfonso XI solicitó al Papa que las personas que no pudieran viajar a Roma obtuvieran la indulgencia plenaria de ese año en Santiago.
Cuando en el segundo cuarto del siglo XV se establece el año santo compostelano como hoy lo conocemos, el espejo en el que se mira la Iglesia local es el de la celebración romana, conocida y admirada en Compostela. La justificación, por su parte, estaba clara: Santiago era el segundo santuario de la cristiandad y la concesión de indulgencias se remontaba, cuando menos, al siglo XII.
Durante el siglo XV el Papado asimilará el atrevimiento compostelano. Lo evidencia concediendo indulgencias plenarias muy semejantes a las de la celebración romana, de la que se copiarán pequeños pero simbólicos detalles, como el ritual de la Puerta Santa (s. XVI).
En este camino de consolidación hay un dato más que debe tenerse en cuenta: cuando ambos jubileos coincidieron en el tiempo -sólo sucedió en 1700- el santiagués no interrumpió su celebración, lo que se ha considerado como un argumento más a favor de su relevancia histórica. Así lo había establecido el papa Sixto V en el siglo XVI, al anunciar que las indulgencias plenarias compostelanas no se suspenderían cuando coincidieran en el tiempo con las romanas. Y así lo confirmaron otros pontífices como Inocencio XII (s. XVII) o Benedicto XIV (s. XVIII). [MR]
V. año santo compostelano / Puerta Santa de Santiago / Roma, peregrinación a