En su sentido religioso, la peregrinación es una metáfora de la vida del hombre y marca un camino que tiene como meta alcanzar la felicidad; en el caso de los cristianos es el premio de la salvación. Y de todas las peregrinaciones posibles, la realizada a pie es, sin duda, la más intensa en experiencias, tanto en el pasado como en el presente, tanto en el ámbito espiritual como en el vivencial.
En la actualidad, muchos peregrinos que no dan a su viaje a Santiago por las rutas jacobeas un sentido religioso buscan una experiencia que los aleje, al menos por unos días, de los agobios que provoca la sociedad de consumo y poder alcanzar una paz espiritual que la vida cotidiana no les permite. El homo mercator es sustituido, mientras dura la experiencia, por el homo viator que encuentra, en el hecho de caminar hacia un destino, un modo de aprender con las cosas que le salen a su paso y un medio para conocerse a sí mismo. El peso de la historia, la huella que otros dejaron a lo largo de los siglos y el impresionante patrimonio cultural, natural y artístico que el Camino de Santiago ofrece, ayudan sin duda a conseguir esos objetivos.
La peregrinación a pie es más completa que la que se realiza con la ayuda de otros medios de locomoción, ya que supone un mayor esfuerzo. El Camino para los peregrinos lleva implícito, desde el sentido cristiano, la obligación de desprenderse de los bienes materiales y sólo quedar con lo necesario para el viaje, ya que la peregrinación implica desprendimiento. Como dice el Códice Calixtino, “los peregrinos, para que puedan entrar en la patria celestial que les ha sido prometida a los fieles, han tenido que pasar por muchos engaños de los mesoneros, y han tenido que escalar los montes y descender a los valles y que soportar el terror de los bandidos y las angustias de los trabajos, para llegar a la mansión de los santos”. El propio Códice Calixtino se pregunta: “¿Qué será de aquellos que con caballos y mulas lucidísimas y con grandes equipos de comodidades van allá? Si San Pedro fue a Roma descalzo y sin dinero y habiendo sido crucificado llegó al Señor, ¿cómo muchos peregrinos cabalgando con mucho dinero y dos vestidos, comiendo manjares deliciosos, bebiendo más vino de la cuenta y nada repartiendo entre sus hermanos se dirigen a él? Si Santiago, sin dinero ni calzado, fue peregrino por el mundo y finalmente degollado subió al Paraíso, ¿cómo los repletos de tesoros, sin dar a los necesitados se dirigen a él?”
Las exigencias del Calixtinus, al resultar extremas, orientan en todo caso sobre el Camino realizado a pie y con los medios básicos.
La mayoría de los peregrinos realiza el Camino a pie. Según los datos de la Oficina de Acogida de Peregrinos de Santiago, en el mes de agosto de 2009 llegaron a pie y recibieron la compostela 28.582 peregrinos, de un total de 35.000; en julio, 22.164, de un total de 26.195; en junio, 15.509, de un total de 19.285; en mayo, 13.411, de un total de 16.439; en abril, 8.832, de un total de 10.237; en marzo, 1.560, de un total de 1.808; en febrero, 619, de un total de 681, y en enero, 487, de un total de 520. En el año 2008, llegaron a pie a Santiago, 103.669 caminantes, de un total de 125.141; en 2007, vinieron a pie 93.953, de un total de 114.026; en 2006, lo hicieron 81.783, de un total de 100.377; en el Año Santo de 2004, llegaron a pie 156.952 peregrinos, de un total de 179.944; en 2003, hicieron su viaje a pie 60.721 peregrinos, de un total de 74.614; en 2002, lo hicieron a pie 55.991, de un total de 68.852; en 2001, se registraron 49.569 peregrinos a pie, de un total de 61.418; en 2000, vinieron a pie 43.678, de un total de 55.004; en el Año Santo de 1999, los peregrinos a pie fueron 128.019, de un total de 154.613; en 1998, 21.930, realizaron el Camino a pie, de un total de 30.126; en 1997, hubo 17.934 peregrinos a pie, de un total de 25.179; en 1996, vinieron a pie 16.393, de un total de 23.218; en 1995, llegaron a pie 13.044, de un total de 19.821; en 1994, los peregrinos a pie fueron 10.393, de un total de 15.863; y en el Año Santo de 1993 llegaron a Compostela 61.470 peregrinos a pie, de un total de 99.436. Los que no realizaron la ruta a pie lo hicieron a caballo y en bicicleta.
Desde el siglo XI la principal vía de peregrinación a pie fue el Camino Francés, que tiene cuatro rutas que parten desde Francia.
A lo largo de la historia, la mayoría de los peregrinos se dirigían a pie a Santiago, aunque en la Edad Media algunos venían a caballo o a lomos de otros animales. A mediados del siglo XX empezaron a llegar algunos peregrinos en bicicleta o a través de otros medios de locomoción.
Aunque desde los primeros tiempos hubo peregrinos que llegaban a la Península Ibérica por el Mediterráneo, el Cantábrico o el Atlántico, casi todos terminaban su recorrido a pie. Así, los llegados por el Mediterráneo continuaban su ruta por diferentes vías y acababan uniéndose al Camino Francés; los que venían en barco por el Cantábrico utilizaban el Camino del Norte y los que arribaban por el Atlántico se unían al Camino Portugués; los que desembarcaban el los puertos de Ferrol y A Coruña, utilizaban las dos variantes del Camino Inglés. Después de su viaje a Compostela, algunos continuaban peregrinando a pie hasta Fisterra o Muxía, donde se encuentran la piedra de Os Cadrís y la piedra de Abalar, que recuerdan la barca de piedra en la que la Virgen María se le apareció al apóstol Santiago en estas tierras. También caminaban hasta Padrón para conocer el epicentro de la translatio.
Antes de emprender el Camino de Santiago a pie, es recomendable efectuar un sencillo reconocimiento médico y realizar un entrenamiento previo los días anteriores a la partida, para ir adaptando paulatinamente el cuerpo al esfuerzo. Las molestias musculares que aparecen durante la marcha y que pueden obligar a descansar durante algún día o incluso a tener que abandonar la peregrinación son debidas, generalmente, a la falta de forma física, aunque también a esfuerzos excesivos, cambios bruscos de ritmo o a paradas en lugares húmedos que es conveniente evitar. En verano se debe proteger la cabeza para prevenir las insolaciones, así como el resto del cuerpo de los efectos nocivos del sol, por lo cual es imprescindible el uso de cremas solares. Para planificar las etapas, hay que tener en cuenta la distribución de los albergues, el número de kilómetros que se van a recorrer y el nivel de esfuerzo y dificultad que requiere cada tramo.
También son fundamentales una buena dieta y una hidratación adecuada. Las proteínas no deben ingerirse cuando se está haciendo el mayor esfuerzo sino en los momentos de descanso y en las jornadas de entrenamiento y preparación. Las vitaminas precisas durante la ruta se cubren con el aporte de frutas frescas y frutos secos. La comida más fuerte del día debe realizarse al final de cada etapa. Si se toma agua, hay que asegurarse de que es potable. En casos de agotamiento por el calor, se debe colocar a la persona en un sitio fresco y hay que darle de beber líquido abundante, bebidas isotónicas y agua, sola o mezclada con bicarbonato y sal. Si aparecen calambres fuertes, hay que aumentar la cantidad de sal. Los servicios médicos de urgencia realizan una muy relevante labor de apoyo, pero no se debe recurrir a ellos más que cuando sea necesario, pues por ese motivo pueden dejar de atender un caso más urgente. Es conveniente llevar encima la tarjeta sanitaria.
Las ampollas y rozaduras se pueden evitar en la mayoría de los casos utilizando el calzado y los calcetines adecuados, y cuidando la higiene de las uñas. El vestido y el calzado para la marcha deben ser holgados y transpirables. Lógicamente, la ropa tendrá que estar adaptada a la climatología de la época en que se realice el Camino y ha de ser cómoda. Deben llevarse varias camisetas, jersey, chubasquero, ropa interior, varios pares de calcetines, pantalón corto y largo, bañador si es verano, abrigo si es invierno, etc. Cuando se realiza la peregrinación en verano, es recomendable llevar una visera para protegerse del sol, y en invierno, un gorro de lana para el frío. Si se viaja de noche, no se puede olvidar usar distintivos reflectantes. Cuando se camine por la carretera, hay que circular por las aceras, si las hay, o por el arcén del lado izquierdo y en fila para no invadir la carretera.
Debe utilizarse como calzado unas botas que abracen el tobillo, pues los caminos son irregulares y se corre el riesgo de sufrir esguinces. La bota debe ser alta, impermeable y transpirable para evitar la sudoración del pie, que puede ocasionar ampollas y micosis. Los calcetines deberán cambiarse a menudo. También resultarán útiles unas chanclas para descansar. Se puede incluir un minibotiquín con vendas, gasas y esparadrapo para vendar los tobillos en caso de que se sufra un esguince, antisépticos y desinfectantes para las ampollas, medicamentos para tratar la micosis y las inflamaciones, aunque en el Camino también se pueden resolver estas necesidades.
Un saco para dormir, una bolsa de aseo, una linterna, una navaja, una o dos toallas, jabón de lavar la ropa, teléfono móvil, documentos de identidad, mapas y guías de la ruta son convenientes para realizar el viaje.
En cuanto al comportamiento, hay que respetar la naturaleza y el patrimonio artístico, cuidar la limpieza de los locales de refugio y acampada y procurar ser respetuoso y amable con la población. Aunque el Códice Calixtino dice que “los peregrinos, tanto ricos como pobres, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen a Santiago. Pues quienquiera que los reciba y diligentemente los hospede, no sólo tendrá como huésped a Santiago, sino también al Señor”, este comportamiento debe ser recíproco.
Por otra parte, para obtener la compostela, que es el documento mediante el cual el Cabildo de la catedral compostelana acredita que los peregrinos realizaron, conforme a las condiciones que esta institución impone, el Camino de Santiago, hay que recorrer a pie al menos los últimos cien kilómetros de cualquiera de las rutas. [JS]