(ca. 898-León 951). Rey de León (931-951). Sus enemigos musulmanes lo llamaron El Diablo a causa de su ferocidad y energía. Ramiro II visitó a comienzos del año 934 la tumba jacobea por orationes causa. Volvió para confirmar un voto a Santiago y para pedirle ayuda al Apóstol en su campaña contra los moros. En agradecimiento a sus victorias, donó bienes para sostenimiento y manutención de los romeros pobres.
Ramiro II fue un hombre de una profunda religiosidad, que en un documento del 21 de febrero del año 934, con ocasión de confirmar a la sede compostelana los privilegios otorgados por sus predecesores, se expresaba así: “De qué modo el amor de Dios y de su santo Apóstol me abrasa el pecho, es preciso pregonarlo a plena voz ante todo el pueblo católico.” Además, Ramiro II hizo donación, el 7 de abril del 945, de una iglesia para hospicio de peregrinos al monasterio de Sahagún.
Hijo de Ordoño II, a la muerte de su padre, se hizo con el dominio del norte de Portugal (926), al que añadió el de Galicia cuando murió su hermano Sancho en 929. Luchó activamente contra los musulmanes. Derrotó a las huestes del califa omeya Abderramán III en la batalla de Simancas (939), en la cual invocó al apóstol Santiago.
El reinado de Ramiro II será considerado como el de mayor trascendencia de la época imperial leonesa, debido al avance territorial que se va a producir.
Ramiro II se hizo con la corona leonesa tras la guerra civil que vivió el reino a la muerte de su tío Fruela II. La nobleza asturiana apoyó en este conflicto al hijo del fallecido rey, Alfonso Froilaz, mientras que los nobles galaico-portugueses colaboraron con los hijos de Ordoño II: Sancho, Alfonso y Ramiro. En el conflicto también participó Sancho Garcés I de Navarra apoyando a este segundo grupo que se alzó con la victoria.
El reinado de Ramiro puede dividirse en dos etapas, con una línea divisoria en el año 940. En el primer período figuran continuos enfrentamientos con Al-Andalus. La zona de La Rioja se mantendrá segura gracias a la alianza navarra, por lo que Ramiro toma Madrid de manera coyuntural y vence a Abd al-Rahman III en Osma (934). Esta derrota motiva que el califa organice un ejército cinco años más tarde para hacer reconocer la supremacía andalusí sobre los reinos del norte. Después de cruzar el río Duero sufrieron una nueva derrota en Simancas a manos de una alianza de leoneses, castellanos y navarros, aniquilando al resto del ejército musulmán en Alhandega. La línea del Duero quedaba asegurada, al tiempo que se creaba una zona defensiva entre este río y la sierra de Guadarrama, zona denominada Extrema Durii. Después puso en marcha un plan de repoblación que alcanzó las plazas fuertes de Salamanca, Peña Ausende, Ledesma o Sepúlveda.
Mientras estos primeros diez años del reinado de Ramiro son de esplendor exterior, los diez siguientes se caracterizan por los problemas internos provocados por los deseos de los nobles castellanos por conseguir autonomía. [IM]