La idea de Santiago como ciudad levítica nace con el rey asturiano Alfonso II el Casto, cuando en el 834 peregrina al sepulcro de Santiago y concede un espacio de tres millas de radio alrededor de la naciente iglesia apostólica. Es el locus sancti Iacobi. El espacio estará bajo control y administración del obispo de Iria Flavia, en cuya sede se asentaba la naciente Compostela, y los monjes custodios del sepulcro, que construyen y se instalan en un pequeño cenobio que daría lugar al actual convento de San Paio, a unos pasos del templo. Surgen también otras pequeñas construcciones religiosas que completan el recinto para el culto y nacen pronto los primeros asentamientos en torno al locus que irán conformando la ciudad de Santiago.
Los monjes de San Paio, a la manera de los antiguos levitas bíblicos israe-líes, dedicarán su vida a la contemplación, atención y protección del espacio santo y utilizarán el territorio permanente en torno a él para su sostenimiento. El esquema se basa en las antiguas ciudades de los monjes levitas judíos, cuyos integrantes se dedicaban a la oración, el cuidado y el sostenimiento de los templos situados en el centro de un territorio que les era concedido. Eran los responsables de todo cuanto tenía que ver con el recinto y de rendir culto.
Es indudable que Compostela, a través de la fundación del locus sancti Iacobi en torno al templo de Santiago, surge como ciudad levítica -la única en España cuyo origen resulta tan evidente- y sobrevive así durante varios siglos, pese a que se vayan instalando en ella vecinos de todo tipo y condición, ajenos a la contemplación y las necesidades del templo. El trasfondo levítico fue capaz de englobar durante muchos años el pequeño conjunto urbano. Este concepto de Santiago, hoy sin trascendencia, ha tenido una especial acogida entre escritores y creadores, que lo han utilizado con frecuencia. [MR]