Hospital construido a principios del siglo XVI para la atención a los peregrinos que llegaban a Santiago de Compostela, transformado desde 1954 en parador de turismo. Está situado en la plaza de O Obradoiro, en las inmediaciones de la catedral.
Fue este centro asistencial compostelano uno de los grandes hospitales históricos de peregrinos del Camino de Santiago, quizás sólo igualado por el hospital del Rey de Burgos y San Marcos de León, como correspondía a la meta de la Ruta Jacobea. La iniciativa para su construcción partió de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, a finales del siglo XV.
Tras la derrota en 1492 del Reino de Granada, el último bastión musulmán peninsular, estos monarcas deciden agradecer la que consideran fundamental ayuda del apóstol Santiago -“patrón de nuestras Españas”, señalan- a su causa. Lo hacen estableciendo, a favor de la diócesis compostelana, el llamado Voto de Granada, por lo que debía destinarse un tercio de este a la construcción y mantenimiento de un gran hospital en Santiago, para acoger sobre todo a peregrinos pobres y enfermos, ya que, como aseguran los monarcas en el documento fundacional, “muchos de ellos perecen en el suelo de la catedral y en otras partes, por no tener quien los reciba y aposente”. Fue, por lo tanto, un servicio fundamental para la pervivencia de Santiago como centro de peregrinación, aunque esta entrase en una lenta pero progresiva decadencia desde el siglo XV.
El Hospital Real va a ser en un primer momento, tras la catedral, el conjunto constructivo más representativo y el de mayores dimensiones de la ciudad, y con su impronta contibuirá a dar forma a la plaza de O Obradoiro, donde ocupa su frente norte.
El edificio es obra del arquitecto castellano-andaluz de origen flamenco Enrique Egas (ca. 1455-1534) quien, reclamado en distintos lugares de España, levantó también el hospital de Santa Cruz de Toledo, el hospital Real de Granada, la biblioteca de la Universidad de Salamanca, etc. Comenzó su construcción en 1501 y su estilo abre Santiago y Galicia a las ideas arquitectónicas renacentistas, aunque finalmente es, sobre todo, una obra ecléctica, con ciertas reminiscencias góticas a la manera del propio Egas. Dispone su estructura en torno a cuatro patios y una hermosísima capilla central.
Tras superar diversas dificultades, los trabajos concluyen en 1527 con la construcción de la capilla, de influencia portuguesa. Posteriormente se realizarán numerosas reformas. Entre sus elementos artísticos destaca su esplendorosa portada plateresca, obra de artistas franceses y con un mensaje vinculado a la salvación, la cornisa y sus gárgolas, así como el cierre exterior con cadenas de la fachada. Dada su finalidad de atención a los peregrinos, conserva numerosos elementos decorativos de carácter jacobeo, entre los que sobresale la escultura del Santiago peregrino del friso superior de la portada.
El hospital fue en un principio destinado a la asistencia de los peregrinos y secundariamente a la atención sanitaria; por este motivo el edificio se construyó cerca de la catedral, aunque para ello fue necesario derrumbar un barrio entero de casas. Sin embargo, con el paso de los siglos la asistencia médica se convirtió en el principal objetivo del hospital. La razón es obvia: la decadencia de la peregrinación, pero no descuidó, al menos hasta finales del siglo XIX, a los cada vez más desperdigados y ocasionales romeros. En 1743 el italiano Nicola Albani asegura que encontró en él “casi ciento sesenta peregrinos de diferentes naciones”, añadiendo que no hay día que no lleguen a la ciudad treinta o cuarenta. Sin embargo, el servicio prestado parece no pasar por sus mejores momentos: “No da a los peregrinos otra cosa que tres noches de alojamiento con malísimas camas”, afirma Albani, quien a lo largo de su relato rara vez se muestra crítico y exigente en estos temas.
En el siglo XIX la llegada de peregrinos de diversas nacionalidades no se interrumpirá, pese a la decadencia extrema del fenómeno, como demostró la investigadora Carmen Pugliese. En los registros del centro constan años en los que su número apenas alcanza las pocas decenas, otros con varios cientos y son casi inexistentes los años sin anotaciones. Del total, algo más del treinta por ciento fueron extranjeros de distintas nacionalidades, principalmente -por este orden- portugueses, franceses e italianos.
En los primeros años del siglo XX se aprecia un incremento ocasional y siempre modesto de afluencia al viejo hospital con motivo, sobre todo, de los años santos. Sin embargo, las cada vez más acuciantes necesidades sanitarias acabarán relegando a los peregrinos a una casi total falta de atención. También es cierto que con el nacimiento de los nuevos medios de transporte y usos sociales dejan de llegar peregrinos a pie y ya casi nadie reclama atención en el centro. Por otra parte, los avances médicos lo convierten en poco funcional para la sanidad del siglo XX. En este contexto, el viejo y grandioso edificio comienza a ser visto como un emplazamiento idóneo para dar salida a las demandas de la ciudad de disponer de un recinto adecuado para la estancia de las numerosas autoridades, tanto españolas como foráneas, que volvían a visitarla desde los años cuarenta, y se decide su transformación en tal sentido.
En julio del Año Santo compostelano de 1954 el viejo Hospital Real abrió de nuevo sus puertas transformado en hotel con el nombre de Hostal de los Reyes Católicos. Su antigua función sanitaria la asumió un moderno hospital universitario pensado para ser el principal centro sanitario público de Galicia, en tanto que los peregrinos, que comenzaron a llegar a la ciudad de nuevo a pie en los años cincuenta, recibían con frecuencia la hospitalidad de las instituciones eclesiásticas.
En los años sesenta el Estado integró el edificio en la Red de Paradores Nacionales. Es históricamente uno de los hoteles estatales más rentables de España gracias al resurgir de Santiago como centro de peregrinación y su confirmación como gran destino cultural y turístico. La cafetería del hotel, accesible para el público, es uno de los espacios que rememora la antigua función asistencial, ya que era en sus orígenes el comedor de los peregrinos sanos.
En recuerdo de su vieja tradición jacobea, la dirección del Hostal de los Reyes Católicos ofrece cada día un pequeño número de comidas gratuitas a quien acredite su condición de peregrino del Camino. Los beneficiados son los diez primeros en llegar, ofrece y pueden tomar desayuno, comida y cena. [MR]