XacopediaCamusat, Jacques

Peregrino francés (1920-2007), ingeniero, empresario y aviador durante la Segunda Guerra Mundial. Hizo su primer camino en bici, en 1992, por deporte, pero peregrinó cinco veces (algo frecuente) a partir de los 72 años, y ahí empieza a ser singular. Se convirtió a la fe católica en el Camino, hecho no infrecuente, pero dejó testimonio público, y eso es menos habitual.

En la colegiata de Santo Domingo de la Calzada, en la que había entrado por curiosidad, un sacerdote desconocido le brindó asistir a su misa y Jacques, inopinadamente, aceptó. Fue el comienzo de su reacercamiento a Dios. La fase de catequesis tuvo lugar en la escalinata de San Nicolás, en Villafranca del Bierzo, a cargo de un padre Paúl. Hablaron durante dos horas en inglés americano, la única lengua que compartían, y Jacques -él lo contó varias veces- subió como una centella a O Cebreiro a pesar del viento, la lluvia y los años.

Al llegar a Compostela mandó un fax desde el Hostal de los Reyes Católicos al Consejo Nacional de los Ingenieros y Científicos: “Franceses, ¡despertad! Dios existe. Yo lo he encontrado en el Camino de Santiago de Compostela”. Seguía una invitación a la fe y a hacer el Camino, con citas de Einstein. El presidente del Consejo le contestó amablemente y le hacía ver que no podía, en cuanto tal, recomendar que ingenieros y científicos de toda Francia hicieran el Camino.

Camusat volvió cuatro veces, cada año más viejo y más vigoroso. Comunicativo, se hizo amigo de un grupo de peregrinos vigueses, a los que bautizó como “les energúmenos” y con los que mantuvo trato; y de la americana Lisa Boily, de la que cuidó a distancia en la segunda peregrinación de esta. Acompañó a los peregrinos británicos de la Confraternity of Saint James en peregrinaciones a Canterbury. Una de sus peregrinaciones fue con su familia llevando burros de apoyo para la impedimenta. Fibroso y de buena hechura, Jacques Camusat hizo subidas a los Alpes y a picos del Himalaya, siempre al final de sus setenta años y primeros ochenta.

Falleció repentinamente, en abril del año 2007, en un albergue de los Alpes durante una estancia de preparación previa a una nueva expedición al Himalaya. En su funeral, cerca de París donde vivía (Saint-Nom-la-Breteche), cinco vieiras sobre el ataúd evocaban sus otras tantas peregrinaciones a Santiago de Compostela.

La conversión declarada de Jacques es una punta de iceberg de tantas otras que pasan ocultas. Se puede decir que, no obstante, la verbosidad en albergues, sobremesas y encuentros en el Camino, los más importantes efectos de la peregrinación quedan encerrados en la intimidad de los caminantes, sea por pudor, por carencias del lenguaje o por indefinición de las sensaciones. Los confesores de la catedral hablan de abundantes conversiones a la gracia pero no son más explícitos, sellados por el sigilo sacramental. Tenemos que acudir a los testimonios escritos, siempre escasos, y extrapolar. Un eslovaco escribió en mayo del 2003: “El Camino ha durado cuarenta y un días y cada día la gracia de Dios hizo maravillas […] pero la gracia mayor es que estamos aquí vivos y sanos, ¡gracias, Dios mío!”. Y su compañero de peregrinación anota a continuación: “Publico un secreto: en este Camino ha surgido un nuevo cristiano en este mundo, ¡¡yupi!!, ¡alegrémonos!”. [MC]


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