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O albergue de peregrinos. Concepto moderno, nacido en los años ochenta del siglo pasado, para referirse al espacio donde hacen noche los peregrinos que realizan el Camino de Santiago a pie, a caballo o en bicicleta. Los primeros surgieron en España y Francia en la década de los noventa del siglo XX. Sustituyeron poco a poco a los refugios, un tipo de instalaciones mucho más modestas -a veces sin un mínimo de funcionalidad- que prestaron servicio a los primeros peregrinos contemporáneos en las décadas de los setenta y ochenta. Actualmente existen albergues exclusivos para peregrinos en otros lugares de Europa, en rutas relacionadas de manera directa o indirecta con el Camino de Santiago. La pernocta fue siempre una de las preocupaciones fijas en la mente del peregrino. Fruto de esa acuciante necesidad, en la Edad Media nació y se desarrolló una amplia red de hospitales de acogida a lo largo del Camino. A principios del siglo XIX, cuando los jacobitas eran ya casi inexistentes, cerraron los últimos establecimientos de este tipo. Sólo la Iglesia conservó, con mayor o menor disposición, la costumbre de ofrecer hospitalidad ocasional a estos caminantes en conventos de la Ruta.

En los años sesenta y setenta de la centuria pasada surgió, al mismo tiempo que renacía el viejo Camino de Santiago, la necesidad de ofrecer nuevas alternativas de acogida al creciente número de personas en tránsito. La intención era recuperar, desde una concepción moderna, la vieja y mítica hospitalidad de esta vía. Durante los años señalados, la denominación preferente para estos establecimientos fue la de refugio, en consonancia con la modestia de casi todos los primeros lugares de acogida que iban surgiendo en el Camino Francés.

Semejaba impropia la vieja denominación de hospital, que respondía a una red asistencial gestionada casi siempre por la Iglesia y por las entidades afines a ella y destinada a unos peregrinos que viajaban con frecuencia en condiciones extremas, a veces lamentables, casi siempre sin la más mínima alternativa, algo muy ajeno a la cómoda realidad moderna. Desde los setenta hasta principios de los noventa se utilizó con frecuencia el término refugio.

La peregrina y estudiosa Carmen Pugliese recuerda en este sentido a uno de los impulsores del Camino, Elías Valiña, que, frente al refugio, apuesta en los ochenta para que se imponga el concepto de albergue: “Estos últimos se conciben como instalaciones donde poderse cobijar, asear, pasar la noche dignamente, mientras que los refugios son simplemente lugares cubiertos donde lograr descansar al abrigo del viento, del sol y de la lluvia”.

Por lo tanto, a principios de los años noventa se impone casi en exclusiva el término albergue. Frente al refugio, apenas un techo bajo en el que pasar la noche, los albergues de peregrinos comenzaron a ofrecer una serie de servicios complementarios básicos, aunque fuese de forma austera y siempre compartida con los demás albergados.

Será gracias a los esfuerzos civiles de promoción del Año Jubilar compostelano de 1993 cuando surja definitivamente una cada vez más extensa red de atención a los peregrinos, utilizando casi sin excepción el nuevo término. Aquel año, los albergues que abren lo hacen en el Camino Francés en España, con algunos casos en Francia. Si hasta ese momento habían sido las entidades religiosas, alguna organización relacionada con el Camino e incluso algún particular los que habían abierto los primeros refugios y habían dispuesto los medios de atención más elementales, desde 1993 son las instituciones públicas españolas -destacan la comunidad autónoma gallega y varios ayuntamientos- las que impulsan y crean una amplia red de albergues destinada a promover indistintamente la peregrinación religiosa y el turismo cultural a través de la Ruta. A ellas se unen las primeras asociaciones jacobeas que crean y sustentan los primeros albergues privados.

Tras el boom de 1993, las instituciones públicas y algunas entidades privadas deciden ampliar la red de albergues a las restantes Rutas Jacobeas españolas y extranjeras, en un proceso que se mantiene en plena actividad a finales de la primera década del siglo XXI.

Varios de los albergues con más fama y prestigio están promovidos y atendidos por asociaciones del Camino extranjeras y españolas. En ellos tratan de mantener viva la legendaria hospitalidad de esta Ruta, basada en una atención específica básica y humanitaria, una labor sin ánimo de lucro y una vocación de servicio con un marcado acento espiritual, fundamentalmente de raíz cristiana. A mediados de los noventa también nacen los primeros albergues de peregrinos promovidos como negocio -casi siempre con precios moderados- por empresarios particulares.

Algunos de estos nuevos establecimientos privados están regentados por extranjeros y personas procedentes de los más diversos lugares de España que, tras realizar el Camino, deciden hacer de este parte de su vida, viviendo en él y de él, con un sentido vocacional evidente. Destaca, además, el singular caso de varios albergues abiertos en la provincia de León, regentados por asociaciones vecinales. Están situados, sobre todo, en lugares de montaña y se inspiran en la antigua vocación hospitalaria de estas zonas con los peregrinos.

El mayor albergue de peregrinos jacobeos es el centro público de acogida del Monte do Gozo, en Santiago de Compostela, con unas 800 plazas. Fue gratuito desde 1993, cuando se inauguró, hasta enero del 2008. Ese mes el Gobierno gallego inició el cobro de 3 euros por noche en todos los albergues públicos de la Comunidad. En 2010 el precio subió a 5 euros. Hasta finales del 2007 hacer noche en la red pública gallega de albergues había sido gratis.

En 2008 el itinerario con mayor número de albergues era el Camino Francés, con casi 250, tanto públicos como privados. Pero crecían sin parar en otras rutas, como el Camino de Fisterra-Muxía, los caminos de la costa cantábrica y la Vía de la Plata, con su prolongación gallega por el Camino del Sudeste. Los establecimientos públicos los siguen promoviendo casi siempre las instituciones locales y autonómicas y los privados están gestionados por la Iglesia, asociaciones de amigos del Camino de Santiago, empresarios y viejos peregrinos. Todos prestan sus servicios sin ánimo de lucro, excepto los de carácter empresarial. En casi todos se cobran cantidades pequeñas que permiten al menos cubrir gastos. En 2008 el precio medio de los albergues de peregrinos no sobrepasaba los cinco euros, con unas diez mil plazas disponibles en España. La ciudad de Santiago contaba con más de mil plazas exclusivas para peregrinos -Xunta de Galicia, Iglesia y particulares- seguida con cantidades superiores a las 200 por ciudades del Camino Francés como Estella, León y Astorga. En los albergues públicos casi nunca es posible la reserva, pero sí en distintos albergues privados.

Como se decía, los albergues ofrecen una atención especializada básica -cama o litera y medios de higiene- y servicios complementarios compartidos -lavandería, sala de estar y cocina-. En algún caso es posible cocinar -casi ninguno tiene restaurante, lo que lo alejaría del concepto frugal y de descanso de los albergues- y acomodar los caballos si se opta por esta forma de viaje.

Casi todos estos establecimientos han diseñado unos horarios fijos para los distintos servicios, adaptado a las horas habituales de llegada y partida del peregrino, y que es necesario respetar. Acostumbran a cubrirse las plazas por orden de llegada -los albergues privados pueden admitir reserva previa- y el peregrino pasa una única noche -con algunas excepciones- en cada albergue, ya sea por exigencias de la acogida o por la necesidad de continuar el viaje.

Los albergues, como el propio Camino, se han convertido en un espacio de convivencia único en el mundo, dadas las especiales circunstancias que crea el hecho de entenderse y compartir recursos, intimidades y anhelos en unos espacios casi siempre reducidos y comunitarios. Algunos días, y en alguno de ellos, han hecho noche peregrinos de más de una docena de nacionalidades, creencias y culturas, así como de edades, profesiones y medios económicos igual de diversos.

La moderna picaresca del Camino lleva a que determinados supuestos peregrinos busquen todo tipo de soluciones extrañas y oportunistas -se han descubierto casos de uso parcial del coche- para hacerse con una plaza en un albergue, ya que en determinados momentos del año -primavera y verano- pueden resultar insuficientes ante el incremento de caminantes.

En casos como los anteriores, los poderes públicos, obligados a responder al viejo espíritu hospitalario del Camino, procuran reforzar la oferta mediante el uso temporal de pabellones polideportivos y otros espacios ocasionales. Esto sucede sobre todo en Galicia, ya que es en esta Comunidad donde más peregrinos inician la Ruta. En alguno de los últimos años santos jacobeos ha tenido que intervenir incluso el Ejército, facilitando tiendas de campaña.

Carmen Pugliese mantiene, en una línea minoritaria pero fundamentada y defendida por otros expertos y amantes del Camino, que quizá sería oportuno corregir un poco la línea seguida en los últimos años “y devolver a la acogida de los peregrinos el toque espartano que se perdió con los años”. [MR]

V. hospital / hospitalidad


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