Conde de Castilla (ca. 910-Burgos 970). Llamado Fernando González, es más conocido en los cantares de gesta y crónicas posteriores como Fernán González. Nació probablemente en el castillo de Lara, en la sierra de la Demanda burgalesa, en una fecha indeterminada de los inicios del siglo X. Peregrinó a Compostela en la mitad de esa centuria (probablemente en el 956) en compañía del primer abad del monasterio de Cardeña, Damián, y de Sancho el Craso de León.
Según cuenta una leyenda, el apóstol Santiago se le habría aparecido al conde en la batalla de Hacinas, disputada contra el caudillo moro Almanzor, para darle fuerzas y ayudarlo en la victoria cristiana pronunciando la frase: “¡Ferrando de Castiella, hoy te crece gran bando!”. Finalmente, el ejército de Fernán González venció a los moros al grito de “¡Santiago y cierra!”, y, para algunos, esta fue la primera vez que se registra el que luego será un grito famoso entre los cristianos peninsulares cuando entren en batalla.
Este noble castellano desempeñó un papel fundamental en la configuración y fortalecimiento del territorio y sentimiento castellano. Algunos estudiosos sostienen que la figura del conde tiene aún mayor carácter castellano y fue más decisiva en la historia de Castilla que la del Cid Campeador. De hecho, en el extenso período de tiempo que Fernán González gobernó Castilla, logró la independencia de facto del condado y estableció el carácter hereditario de su gobierno.
A mediados del siglo XIII un monje anónimo de San Pedro de Arlanza compone el poema de clerecía dedicado a este conde y conservado en un manuscrito del siglo XV. El texto expone ya con claridad los elementos fundamentales de la ideología española en torno a Castilla y su estrecho lazo con la Iglesia cristiana. En sus versos se refiere a la presencia del sepulcro de Santiago en la península, motivo que parece honrar el territorio: “Fuertemente Dios quiso a España Honrar / Cuand al santo apóstol quiso y enviear / De Inglatierra e Francia quísola mejorar / Sabet non yaz apóstol en tod aquel logar.” [XIV]