Teoría utilizada con frecuencia para justificar la predicación de Santiago de la Península Ibérica. Señala que los apóstoles se esparcieron por el orbe para difundir su palabra. Se fundamenta, en origen, en algunas citas bíblicas.
En su último encuentro en la tierra con los apóstoles, Jesucristo les dijo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la Tierra” (Hechos de los Apóstoles, 1, 8). También recoge Marcos estas palabras: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura […]. El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos se fueron de allí a predicar por todas partes y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban” (16, 15-20).
La capacidad para esta misión se la había otorgado Jesús a los apóstoles cuando “les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el Publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones:”[…], Id predicando que el Reino de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (Mateo, 10, 1-8). También les da a los apóstoles la capacidad para perdonar: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos” (Juan, 20, 22-23).
Según el Códice Calixtino (s. XII), “el número de los apóstoles no carece de gran misterio, porque el número doce se compone del tres y del cuatro, enseña que habían de predicar la fe en la Santísima Trinidad por los cuatro puntos cardinales”. Para completar el número de doce, después de la traición de Judas Iscariote, “hicieron un sorteo y cayó la suerte sobre Matías, que fue contado con los once apóstoles” (Hechos de los Apóstoles, 1, 26).
Para que pudieran cumplir mejor su cometido, el día de Pentecostés, “se les aparecieron como lenguas de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse” (Hechos de los Apóstoles, 2, 3-4). También les dijo Jesús: “No os angustiéis sobre cómo habéis de hablar o qué habéis de decir […] pues no sois vosotros los que habláis, es el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros” (Mateo, 10, 19-20).
En el Evangelio Apócrifo de San Juan, que Díaz y Díaz data en el siglo IV, antes de narrar la Asunción de María al Cielo, se asegura que los apóstoles se habían dispersado para cumplir el mandato del Maestro y difundir el evangelio por toda la Tierra. El Espíritu Santo dijo a los apóstoles: “Venid todos en alas de las nubes desde los confines de la Tierra y reuníos en la ciudad santa de Belén para asistir a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que está en conmoción: Pedro desde Roma, Pablo desde Tiberia, Tomás desde el centro de las Indias, Santiago el Mayor desde Jerusalén. Andrés, el hermano de Pedro, y Felipe, Lucas y Simón el Cananeo, juntamente con Tadeo, los cuales habían muerto ya, fueron despertados de sus sepulcros por el Espíritu Santo […]. También Marcos, vivo aún, llegó de Alejandría, juntamente con los otros, llegados, como se ha dicho, de todos los países”. Juan, por su parte, se encontraba en Efeso y Bartolomé en la Tebaida, se afirma.
La supuesta predicación de Santiago el Mayor en Hispania está avalada por la leyenda y la tradición, pero no se justificó por escrito hasta finales del siglo VI, en el Breviarium Apostolorum, donde se dice: “Iacobus qui interpretatur subplantator, filius Zebedaei, frater Iohannis; hic Spaniae e occidentalia loca praedicatur et sub Herode gladio caesus occubuit sepultusque est in Achaia Marmarica octauo kalendas augustas”.
San Pablo habla también de su proyecto de viajar a España: “Cuando vaya a España, al pasar espero veros y que vosotros me encaminéis allá después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía. Ahora, sin embargo, marcho a Jerusalén […]. Así que, terminado esto […] iré a España, pasando por ahí” (Carta a los Romanos, 15, 24-28) [JS]