Cuando alguien tenía que realizar la peregrinación a Santiago, por haber hecho un voto, para obtener una indulgencia, para hacer una petición o para condonar una pena, y no podía cumplir con esa obligación, contaba con la posibilidad de pedírselo a alguien o contratarlo para que peregrinara en su lugar. Las personas a las que se les encomendaba esta tarea se llamaban peregrinos por encargo o peregrinos vicarios.
De igual manera, los que consideraban que alguien estaba más cercano al santo por la devoción que le profesaba, le pedían que rogase por ellos o peregrinase en su lugar para obtener sus favores. En el milagro XIII del libro II del Códice Calixtino (s. XII), se cuenta que un caballero pide la intercesión de un colono suyo que había peregrinado a Santiago, después de haberle golpeado. “El caballero, habiéndosele retorcido y aun roto el brazo, quedó como exánime postrado en el suelo y, absuelto por los sacerdotes, pedíale perdón diciendo: Raimberto, peregrino de Santiago, ruega al Apóstol en quien confías, por mi salud. Y Santiago, a ruegos de Raimberto, le devolvió su salud primera por obra de la clemencia divina”.
Algunas personas pedían ayuda al Apóstol para resolver un problema mediante su intercesión y le prometían acudir a su santuario en peregrinación. Cuando, por motivos de salud o por cualquier otro impedimento, no podían cumplir con su voto, le encargaban a un amigo o a un familiar que lo hiciese en su nombre o bien contrataban a alguien que peregrinase en su lugar.
Desde el siglo XII, tanto las autoridades civiles, mediante una sentencia penal, como las religiosas, a través del sacramento de la penitencia, imponían a los delincuentes, malhechores o pecadores el castigo de realizar la peregrinación a Santiago de Compos-tela, pero también a otros santuarios para redimir sus culpas. Esta pena tenía como objetivo que el penado sufriera los rigores de la peregrinación y se apartase, al menos temporalmente, del lugar en el que había cometido el delito o el pecado. Según señala Arribas Briones, la autoridad civil “contempló la posibilidad de redimir la pena en dinero, siempre que esta no tuviera carácter infamante. Admitiéndose, en algunos casos, el envío de un sustituto, que, a veces, debía de ser una persona determinada; como se recogía en el derecho municipal de Lieja cuando, por ejemplo, se trataba de una mujer casada, con condena por un hecho anterior a su matrimonio, en cuyo caso, si el marido mostraba su conformidad, podía hacerse sustituir en la peregrinación por este”. En otros casos, el sustituto podía ser un padre, un hijo, un hermano u otro familiar o amigo cercano o bien alguna persona a la que se le pagase por ello.
Era habitual la existencia de peregrinos por encargo que estaban obligados a realizar el viaje piadoso en cumplimiento de una manda testamentaria. El fallecido, bien por no haber podido cumplir en vida su voto de caminar hasta la tumba de Santiago, bien porque le quería imponer esta obligación al heredero, le ponía como condición en su testamento el deber de viajar a Compostela antes de recibir los bienes que le fueran otorgados.
Otro tipo de peregrinos vicarios eran los que recorrían el Camino de Santiago para solicitar la intercesión del Apóstol en favor de una persona querida, para pedir la curación de una enfermedad, la solución a un problema económico, laboral o sentimental o por cualquier otro motivo; en ocasiones acudían en agradecimiento por un favor ya realizado a ese ser querido. También había personas adineradas que contrataban a caminantes para que fueran a Compostela para pedir por ellos, por sus familiares o por la solución favorable de un asunto de su interés.
La peregrinación por encargo podía ser incluso en representación de un país, una ciudad, una parroquia, una asociación o cualquier otra entidad. Los comisionados, generalmente, eran miembros de la entidad a la que representaban y acudían en peregrinación a Compostela para demandarle a Santiago algún beneficio para la comunidad, la lluvia para las cosechas, la paz con los vecinos, la curación de una peste, la prosperidad de la comarca o la solución favorable de cualquier otro problema. Sin embargo, en otras ocasiones, los comisionados eran contratados por la entidad correspondiente. Se conservan ejemplares diversos de todos estos motivos en países como Italia, Francia, Alemania, Holanda, etc.
La práctica de pagar a una persona para que realizase una peregrinación a Santiago en nombre de otra fue considerada por la Iglesia, en algunas ocasiones, escandalosa. Para los casos en que el compromiso fuera imposible de cumplir por el interesado o una persona vicaria allegada pero no remunerada, se ofreció como alternativa la posibilidad de que el devoto pagase una cantidad, acorde con su fortuna y con lo que pedía, a la Iglesia a cuyo santuario pretendía peregrinar. Sin poder ser catalogada de forma estricta como peregrinación por encargo, en las últimas décadas es frecuente que familiares y amigos de alguna persona fallecida en el Camino concluyan la ruta por ella. [JS]