Es uno de los prodigios plasmados en el Códice Calixtino y en la historia popular de la ciudad riojana de Santo Domingo de la Calzada, en el Camino Francés, fundada por el santo del mismo nombre al cual se le atribuyen diversos milagros. Estamos, al margen de sus diversas versiones, ante el milagro jacobeo más difundido y representado a lo largo de la historia en Europa.
Aunque existen, como decimos, numerosas versiones, la más extendida cuenta que un matrimonio alemán que peregrinaba a Santiago con su hijo Hugonell paró en Santo Domingo a pasar la noche. Allí la joven mesonera se enamora del chico pero él la rechaza, por lo que ella, despechada, esconde en su zurrón una copa de plata. A la mañana siguiente, cuando la familia se dispone a continuar el camino, el joven es acusado de robo y, al encontrar la copa entre sus pertenencias, el corregidor lo declara culpable y lo condena a la horca. Los padres, desolados, continúan hasta Santiago y al cabo de un mes, ya de regreso, se acercan al patíbulo, donde todavía está el cuerpo de su hijo, para rezar por él. Entonces se dan cuenta de que está vivo y acuden al corregidor para que lo suelte. El juez se encuentra sentado a la mesa a punto de trinchar un gallo y una gallina asados y al oir sus palabras, incrédulo, dice: “¡Tan cierto es el cuento que me acabáis de narrar como que estas aves están vivas!”. De inmediato el gallo y la gallina saltaron del plato y comenzaron a revolotear, probando la inocencia del joven. De esta leyenda nació el dicho popular En Santo Domingo de la Calzada cantó la gallina después de asada.
El milagro del peregrino condenado a la horca tras una falsa acusación se encuentra en todos los grandes repertorios de la época: Speculum historiale (1250), La leyenda áurea (ca. 1255-1266), Passional (ca. 1300) y, con variantes, en las Cantigas de Alfonso X (1252-1284) y en el mismísimo Codex Calixtinus (s. XII). Este último lo recoge en su libro II, capítulo V, bajo el título Del peregrino colgado a quien el santo Apóstol salvó de la muerte, aunque estuvo pendiente en el patíbulo treinta y seis días. En todo caso, nada se dice en el Codex del portento del gallo y la gallina ni de Santo Domingo de la Calzada, que sí aparecen ya en la Historia de la vida y milagros de Santo Domingo de la Calzada escrita por Fray Luis de la Vega e impresa en 1606. La influencia del prodigio en la ciudad riojana fue tal que su escudo incorporó al gallo y a la gallina, que también están presentes en el crucero de la catedral y en la hornacina de este templo conocida como “el gallinero”, en la que conviven siempre dos aves blancas. [TRI]