Desde la Edad Media, la cultura cristiana occidental considera peregrinaciones mayores las que tienen como meta las ciudades de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela. Las sendas hacia las tres, que recorrían casi toda la piel de Europa en las más diversas direcciones, contribuyeron a forjar un sustrato espiritual que, para muchos, está en el fundamento de la unidad europea. Las tres alcanzaron este relieve por tener como meta otros tantos lugares vinculados al origen del cristianismo: en Jerusalén, y en el resto de Tierra Santa, había difundido Jesús su doctrina y había sido crucificado; en Roma, centro del cristianismo, se consideraba que se encontraban los sepulcros de los dos grandes apóstoles de Cristo, Pedro y Pablo, y en Santiago estaría enterrado uno de los apóstoles predilectos de Jesús, Santiago el Mayor, a quien la tradición, pese a determinadas suspicacias papales, le atribuía la predicación en el extremo occidental europeo.
Desde el siglo IX, con la invención del sepulcro de Santiago el Mayor en Compostela, las tres peregrinaciones son coetáneas. Las de Jerusalén y Roma habían comenzado a fraguarse ya en los primeros siglos del cristianismo. En alguna ocasión se ha apuntado la posibilidad de otras peregrinaciones mayores -Loreto, por ejemplo, en Italia, vinculada a la tradición mariana-, pero las tres citadas son las que se han consolidado como tales a través de los siglos. [MR]