Puerto de montaña (1.057 m) de los Pirineos occidentales, en el Camino de Santiago en Navarra, España. A 752 km de Santiago. Aquí culmina la demorada subida a los límites pirenaicos por el valle de Valcarlos iniciada, 25 km antes, en Saint-Jean-Pied-de-Port, Francia. Roncesvalles es el siguiente destino, apenas a 2 km. A Ibañeta también van a parar los peregrinos que tras seguir por la ruta paralela de los puertos de Cize deciden tomar en el alto de Lepoeder un desvío de 4 km, entre un hermoso entorno de hayas, hasta este puerto cargado de tradiciones y leyendas carolingio-jacobeas.
Ibañeta está entre los cuatro puertos más famosos del Camino Francés, junto con Somport, punto de entrada a través del Pirineo por tierras de Aragón; el monte Irago y la Cruz de Ferro, en León, y O Cebreiro, al inicio de Galicia. Hoy, como en el pasado, figura entre los lugares más emblemáticos del Camino y entre los que más despiertan el espíritu inquieto de los peregrinos, tanto por sus leyendas y tradiciones como por las vistas espectaculares sobre el valle de Valcarlos, que se acaba de dejar atrás.
Ibañeta se ha citado en alguna ocasión como “puerto de Roncesvalles”, por la proximidad y relación histórica con este fundamental emplazamiento de la Ruta Jacobea. Para algún estudioso, sería en realidad el puerto de Cize que cita el Codex Calixtinus (s. XII), aunque actualmente reciba este nombre la ruta por los collados de Bentartea y Lepoeder.
Situado al final de las duras subidas de los montes Pirineos, el peregrino sentía al llegar al puerto de Ibañeta la alegría de la meta superada. Esto lo convirtió en punto propicio para todo tipo de simbologías jacobeas. Tenía, además, un especial significado para los peregrinos franceses y alemanes como epicentro de las leyendas que unen a Carlomagno (s. VIII) con estas tierras a través del desastre de la retaguardia de su ejército en los desfiladeros de la zona, asunto que en el siglo XII se convirtió en literatura a través de la celebérrima Chanson de Roland y los relatos fantásticos del Codex Calixtinus, que sitúan al gran emperador por estas tierras convertido en un devoto defensor de Santiago y el cristianismo.
Como consecuencia de esta relación, real y legendaria a la vez, durante la Edad Media se atribuyó a Carlomagno la fundación en Ibañeta de una capilla, capella Caroli Magni, en honor a los caballeros de su ejército allí muertos en batalla (778) y un hospital dedicado a su caballero Roldán, que así aparece citado en la guía del peregrino del Codex.
Lo cierto es que en el lugar se construyó un convento benedictino dedicado a San Salvador, pero del que no hay datos hasta el siglo XII. Al lado de la iglesia existía en los primeros años un peñasco que la tradición consideraba que era el que Roldán había partido con su espada antes de morir, al intentar romperla para que no cayese en manos infieles. La gran piedra era objeto de continuada devoción por los peregrinos franceses. Con el tiempo, los monjes de Roncesvalles compraron el lugar y sus posesiones, y la roca sería trasladada a esta abadía, señala Joseph Bédier.
Al lado de la iglesia conventual del Salvador se levantó un hospital destinado a la atención de los peregrinos y viajeros que atravesaban este durísimo lugar, sobre todo en invierno. La Guía del peregrino del Codex lo llama “hospital de Roldán”, quizá debido a que la tradición atribuye su fundación a Carlomagno y a este legendario caballero de su ejército. Junto con el de Santa Cristina de Somport (Aragón), es el único hospital citado en este texto medieval, pero no se le concede tanta relevancia.
En realidad, el hospital de Roldán lo fundaría en 1127 el obispo de Pamplona Sancho Larrosa, a instancias del rey de Aragón y Navarra, Alfonso I el Batallador. El centro perdió relevancia años después, al ser absorbido por la vecina abadía de Roncesvalles, de la que dependía y donde se concentraron los servicios.
Un monje del hospital tañía una campana en las noches más duras de niebla y nieve para orientar a los caminantes. Muchos habían muerto al perderse o ser devorados por las fieras. El convento, hoy desaparecido, todavía mantenía cierta actividad en el siglo XVI. Ya en el XVII, el peregrino italiano Domenico Laffi constata solo la existencia de una pequeña capilla.
Con motivo del Año Santo compostelano de 1965, con el que se inició la promoción moderna del Camino, la Diputación Foral de Navarra levantó en el puerto de Ibañeta, al borde de la carretera que une Valcarlos y Roncesvalles, una capilla de factura arquitectónica moderna -y no a gusto de todos- que recuerda la relevancia peregrinatoria de Ibañeta y al desaparecido convento del Salvador, cuyo nombre conserva.
Como parte de este conjunto, se levantó una cruz que evoca el lugar en el que, según la tradición popular, Carlomagno oró mirando hacia Santiago. Este hecho legendario, que el Codex sitúa por esta zona, pero sin concretar el sitio exacto, dio lugar a la costumbre de muchos peregrinos del presente y el pasado de depositar pequeñas cruces, casi siempre improvisadas y de madera, en Ibañeta. Son fácilmente visibles. Muchos de los depositantes son peregrinos franceses. Al lado de la cruz de 1965 se colocó una pequeña campana para mantener vivo el recuerdo de la antigua y hospitalaria costumbre de hacerla sonar en los días más obtusos de niebla, nieve e invernía.
También se sitúa aquí desde 1967 un monumento dedicado al caballero Roldán. Recuerda su muerte en esta zona, junto con toda la retaguardia del ejército carolingio, en la batalla de Roncesvalles (778). Es un monolito de piedra sobre el que se colocaron unas mazas y una espada alusivas a la trágica gesta. [MR]
V. Cruz de Carlomagno