Es así como se conoce el pequeño templo que tras el descubrimiento del sepulcro de Santiago (ca. 820-830) construye el rey Alfonso II el Casto con la ayuda del obispo de Iria Flavia, Teodomiro, a quien correspondía la jurisdicción eclesiástica del lugar del hallazgo. Fue la primera iglesia jacobita, mas puede que no el primer templo compostelano: seguramente ya existía una modesta ermita muy próxima, en el lugar actualmente ocupado por la iglesia de San Fiz de Solovio. En ella moraba Payo, a quien la tradición atribuye la primera visión del sepulcro apostólico.
Alfonso II concede gran relevancia al descubrimiento para la consolidación de su reino, a pesar de la promoción religiosa que inicia de la naciente ciudad de Oviedo. Por lo tanto, era esencial disponer lo antes posible en Santiago de un espacio idóneo para el culto, tanto para que los monjes pudieran establecerse de inmediato en el lugar para custodiar el sepulcro como para los primeros peregrinos.
Casi no hay datos de este primer templo de Santiago, pequeño y sencillísimo, pero esencial para iniciar la consolidación de la tradición jacobea. En su estructura rectangular, con la misma orientación que la actual catedral, se integró como espacio central para el culto la planta superior del edículo de origen romano en el que había sido descubierto el sarcófago de Santiago, situado en la inferior o cripta. La pequeña iglesia, “de piedra y barro”, según cita medieval, se completaría con un sencillo pórtico. Desapareció unos 40 años después, cuando en el 872 comenzaron las obras de la basílica promovida en el mismo espacio por el rey Alfonso III el Magno. [MR]
V. Alfonso II el Casto / Santiago, edículo de / locus sancti Iacobi