XacopediaFuegos del Apóstol

Denomi-nación de la más espectacular y conocida actividad vinculada a la Fiesta de Santiago, un espectáculo pirotécnico celebrado en la plaza de O Obradoiro de la ciudad de Compostela en la noche del 24 al 25 de julio. Anuncia el inicio de la Fiesta de Santiago el Mayor y alcanza repercusión internacional, sobre todo cuando coincide con la celebración de los cíclicos años santos compostelanos.

Las citas documentales más antiguas sitúan su origen en el siglo XVI, cuando se iluminaba la plaza con candelas de colores para resaltar el inicio del día del Apóstol. Ya en los siglos XVII y XVIII aparecen las primeras referencias al fuego como tal, con la quema de un castillo y el lanzamiento de cohetes. Por este motivo, los compostelanos se referían a este acontecimiento como a noite do lume [la noche del fuego], sin duda un hecho de gran impacto cuando todavía no existía la electricidad.

El profesor de Historia del Arte de Santiago, Miguel Taín Guzmán, autor de un estudio sobre los fuegos del Apóstol, revela que con esta celebración se recuerda el primer martirio de un apóstol de Cristo relatado en la Biblia. Relata que las celebraciones religiosas en la catedral se nombran ya en la Historia Compostelana y en el Códice Calixtino (s. XII).

Popularmente, por el Apóstol se celebraba la fiesta del cendal, bien documentada en el siglo XVI pero de procedencia anterior. Se trataba de un concurso hípico, organizado por el Ayuntamiento en un campo abierto situado en las inmediaciones de la capilla de San Caetano. Al vencedor de la carrera se le envolvía la cabeza con un cendal [tela de seda muy delgada y transparente] y recorría triunfante las calles de la ciudad hasta la catedral donde el deán le hacía entrega de quiniento maravedís.

También eran conocidos los juegos de cañas y sortija de la plaza de O Obradoiro. El juego de cañas consistía en que unos equipos formados por doce jóvenes de la nobleza compostelana, montados a caballo, hacían una carrera mientras se lanzaban cañas entre sí, con la única protección de un escudo. El jugador más hábil era el que conseguía librarse de la cañas y, a su vez, golpear a sus contendientes con sus lanzamientos. Su origen está en los torneos de caballeros medievales y en el deseo de eliminar cualquier peligro de lesión, transformándolos en un juego ritualizado de reglas estrictas. En Compostela, el Ayuntamiento proveía la seda de sus libreas. Ligado con el anterior, con los mismos participantes, se jugaba a la sortija, en la que se demostraba la destreza para ensartar, a lomos del caballo, una sortija pendiente de un poste o de una cinta en la punta de una vara.

Se sabe que el 25 de julio de 1531 se celebró una corrida de toros en la plaza de O Obradoiro, organizada por el Ayuntamiento con el apoyo del gremio de los carniceros de la ciudad que luego vendían la carne de los toros para cubrir los gastos. Por la documentación encontrada se intuye que esta lidia tiene un origen más antiguo.

En 1545 aparece por primera vez la noticia de la iluminación de la plaza con candelas. Tales luminarias son el precedente más antiguo de los conocidos como fuegos del Apóstol, aunque no es hasta la Edad Moderna cuando se consolida la organización de festejos la víspera del día del Apóstol, 24 de julio, en la plaza de O Obradoiro, espacio urbano de titularidad pública que se convierte en estos años en el recinto por excelencia de las fiestas de la ciudad. Estas consistían en una corrida de toros, la quema de un castillo, el lanzamiento de fuegos artificiales y el encendido de luminarias al anochecer. Tras la celebración de la lidia, era costumbre que los palcos y talanqueras fueran utilizados al llegar la noche para asistir a un espectáculo de luces y fuegos artificiales conocido como la “quema del castillo”. Su existencia se documenta durante los siglos XVII y XVIII y son el precedente de las actuales fachadas neomedievales que simbólicamente se queman hoy en las fiestas. El diseño de estas estructuras, diferente cada año, se concertaba con el maestro mayor de obras de la catedral, que también se encargaba de su programa iconográfico alusivo a la victoria del Apóstol sobre el Islam. Por ejemplo, en 1701 se representa la traslación del Apóstol, en 1706 la batalla de Clavijo o en 1710 la venida del rey Almanzor.

Particularmente documentado está el castillo de 1706 dedicado a la batalla de Clavijo, debido a trazas del arquitecto catedralicio Domingo de Andrade. Contaba con pinturas alusivas a la batalla, obra del pintor Juan Carballo, y con tres figuras con morriones militares, dos de ellas en actitud de lucha. Un Santiago con la espada desenvainada fue lanzado por un cable desde la torre de las Campanas, el cual, al contacto con el castillo, entró en llamas y deflagró artificios pirotécnicos. Paralelamente a la quema se utilizaban artificios pirotécnicos; de hecho, consta la existencia de maestros coheteros vecinos en la ciudad, e incluso la catedral llegó a contar con alguno asalariado.

En las cuentas de los fuegos de 1699 el cohetero Sebastián Gómez Cancela diseña para el castillo un gran número de troneras y brebarías, mientras que para iluminar el cielo factura docenas de voladores, cohetes de luces, culebrillas, pies de cabra, cohetes de corneta, cohetes de tres y cuatro truenos, cohetes de palenque, cohetes de cuatro y cinco subidas, cohetes de cuerda, carretillas de chispa, carretillas dobles, alcancías y granadas. Las torres de O Obradoiro se adornaron con luminarias de papel y banderas. Como anécdota se cita que se adquirió por precaución un carro de ramas verdes y escobas con que apagar el fuego.

El 25 de julio, en cambio, se reservaba para los oficios religiosos en el interior de la catedral, que se enriquecieron a partir de 1643 con la ceremonia de la Ofrenda Real de mil escudos de oro al Patrón de las Españas.

En los primeros años del siglo XIX las fiestas del Apóstol del 24 de julio van a cambiar, debido al relevo del Cabildo de la catedral por el Ayuntamiento de la ciudad en su organización y financiación, incluidos los fuegos.

Consecuencia de ello es la desaparición de los castillos y su sustitución por las actuales fachadas neomedievales, todas ellas encargadas por la corporación municipal concejo y diseñadas por sus arquitectos. La causa de ello es la desamortización de los bienes de la Iglesia de 1855 y la disminución de medios económicos por el Cabildo catedralicio compostelano para organizar las fiestas.

La fachada más antigua de la que se tiene noticia en las vísperas del Apóstol en Compostela data de 1852 y se debe a una traza del arquitecto municipal Manuel Prado y Vallo de la que no se conserva ninguna imagen. De ella sólo se sabe que se dispuso un espectáculo de luces descrita como “luz eléctrica producida por un foco de cincuenta pilas de Bunsen, equivalente en potencia y claridad a seiscientas bujías”. Se procedió a su quema la noche del 26 -no se hizo antes por la lluvia- con fuegos de artificio, que entonces ya había.

Desde ese momento se van a levantar fachadas similares para las fiestas del Apóstol hasta la actualidad, que no se renuevan anualmente sino cada cierto período de tiempo, bien por el deterioro de la estructura, bien por un deseo de renovación para conmemorar un nuevo año santo. Así se documentan nuevas fachadas en 1858, 1862, 1869, 1875 y 1880, cuando el arquitecto municipal Faustino Domínguez Coumes-Gay se encarga de la famosa fachada neomudéjar de ese año santo, que fue utilizada hasta 1999.

En el año 2000 el Ayuntamiento compostelano patrocinó la construcción de una nueva fachada para las fiestas del Apóstol, recuperando el diseño de García Vaamonde, que sigue en uso cada 24 de julio. Las razones expuestas por el Ayuntamiento para el cambio fueron claras: la fachada neomúdejar no se adaptaba “ni al Concilio Vaticano II ni a los nuevos tiempos de búsqueda de la convivencia entre civilizaciones, culturas y religiones”. Resulta un planteamiento indiscutible, pese a que la fachada gótica actual esté vacía de representatividad simbólica, más allá de la que le aporta el hecho material de la quema como tradición compostelana.

En la actualidad los Fuegos del Apóstol tienen tres partes: un espectáculo pirotécnico situado en el entorno de la catedral, que abre y cierra la celebración; una proyección con juegos de luz sobre las torres y muros de la catedral con temáticas alusivas al mundo jacobeo, y la quema de la fachada, punto culminante de la noche. Miles de personas procedentes de los más diversos lugares del mundo llenan la principal plaza compostelana desde primeras horas del día 24.

La cátedra de Petrología de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Minas de Madrid realizó un estudio sobre la posible afección en la piedra de la catedral de Santiago causada por la actividad pirotécnica producida en sus inmediaciones durante los Fuegos del Apóstol. Era una cuestión que preocupaba a muchos.

Entre las consideraciones del informe se encuentran las relacionadas con dos efectos de la pirotecnia: incremento brusco de la temperatura y onda de presión. En cuanto al primer aspecto, concluye que “dada la baja carga explosiva, su capacidad deflagrante, en lugar de detonante, su confinamiento blando, a corta distancia, y la elevada resistencia mecánica de la piedra, sus efectos son, predeciblemente, prácticamente nulos, en la forma usual en que se colocan”. En cuanto a la onda de presión, el estudio destaca la alta resistencia mecánica del granito, por lo que “su límite de afectación se encuentra muy alejado de las pequeñas ondas de presión generadas por las igniciones. Además, la detonación se produce en el aire, que se transmite por onda aérea a los materiales, a través de los que viaja como onda terrestre. Ahora bien, la transmisión aérea implica un fuerte gradiente de pérdida de energía, pérdida aún mayor por el cambio de medio, de forma que la energía derivada de una carga muy débil, como son las pirotécnicas utilizadas, es claramente incapaz de producir daños en un material como el granito”. [IM/ MR]


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