En latín, Historia Compostellana. Obra concebida en tres libros que narra los relevantes hechos del periodo de gobierno del obispo y arzobispo compostelano Diego Gelmírez, al frente de la Iglesia compostelana desde 1100 hasta 1140, cuando Santiago y las peregrinaciones alcanzan su máximo apogeo medieval. Iniciada posiblemente hacia 1109 y concluida casi cuarenta años después, es una de las cumbres de la historiografía medieval española y europea. Con esta obra, Gelmírez, el hombre más decisivo en la historia de la Iglesia compostelana, quería recoger los principales documentos de su mandato y dejar por escrito los grandes momentos y hechos de este.
Con el Códice Calixtino, escrito también en el siglo XII en fechas más o menos coincidentes y también impulsado desde la Iglesia de Santiago, completa la variada documentación jacobea de la que disponemos durante el mandato de Gelmírez, que es, por lo demás, la más sobresaliente de todo el periodo medieval. Frente a la especialización en materia jacobea del Calixtino, la Historia Compostelana ofrece una visión general del periodo de Gelmírez en la que el tema jacobeo, razón de ser de la Iglesia compostelana, es protagonista destacado, cuestión de fondo permanente, pero centrado en el quehacer del arzobispo. Se busca engrandecer a la Iglesia compostelana a través de la figura del prelado sobreponiéndose a las múltiples dificultades y conflictos internos y externos de su mandato de más de cuarenta años.
El primer libro de la Historia es obra principal de Munio Alfonso. Canónigo clave en Compostela en el primer momento del mandato de Gelmírez, contó con la colaboración destacada del francés Hugo. Los libros segundo y tercero los realizaron el también francés Giraldo de Beauvais y posiblemente Pedro Marcio, respectivamente. A Giraldo, en todo caso, se le atribuyen igualmente los capítulos iniciales del libro I en los que se narran los orígenes de la tradición jacobea: el traslado del cuerpo de Santiago a Galicia y su posterior descubrimiento (s. IX).
Los asuntos directamente jacobeos salpican aquí y allá la Historia Compostelana y protagonizan los principales hechos, como los desvelos diplomáticos de Gelmírez hasta lograr para Compostela el reconocimiento de Iglesia metropolitana, en justa compensación a su condición de sede apostólica.
Giraldo de Beauvais ofrece una versión reducida del traslado -translatio- de los restos del apóstol Santiago desde Jaffa (Palestina) a Galicia, así como una descripción de los momentos en los que se descubre milagrosamente -revelatio- el sepulcro de Santiago en Compostela.
Giraldo se retrotrae a los orígenes de la diócesis compostelana para justificar la labor de promoción y difusión del culto al Apóstol y de su santuario, llevada a cabo por Gelmírez con tanto empeño y buenos resultados. También hay breves alusiones a la predicación de Santiago en Hispania, pero serían interpolaciones posteriores, ya que en tiempos del Gelmírez esta cuestión era algo que se debía evitar. El Papado, que más o menos aceptaba la translatio y la revelatio, sostenía que había sido San Pablo el primer evangelizador hispano.
Son varios los pasajes en los que se presenta una visión triunfalista de la peregrinación. Es célebre el del embajador musulmán Alí Ben Yusuf, en el que este se sorprende de la variada gente que va por la calzada de Occidente -el Camino de Santiago-.
Las obras de la catedral, destinada a engrandecer la meta compostelana a los ojos de sus muchos visitantes, son otra referencia habitual. Se alude, además, a la razia de Almanzor (997), que destruyó la ciudad pero respetó el altar y el sepulcro apostólico. Sobresale igualmente la narración del llamado “pío latrocinio”, por el cual Gelmírez se apodera de las famosas reliquias de Braga (Portugal), y las traslada a Santiago justificando que en la ciudad lusa no estaban protegidas. Era una forma más, aunque poco lícita, de engrandecer el santuario compostelano con nuevas reliquias.
De la Historia Compostelana se realizaron varias versiones manuscritas posteriores, esparcidas por distintas bibliotecas, a través de las que nos llegó la obra al presente. Los primeros fragmentos publicados y traducidos son obra de Enrique Flórez (1754). Este sacerdote se centra en los pasajes relacionados con la translatio y la revelatio. La primera traducción íntegra es 1950, realizada por M. Suárez y J. Campelo. En 1993 Emma Falque concluyó la edición más completa y documentada. [MR]