Enfrentamiento situado entre el mito y la realidad que habría tenido lugar en la primera mitad del siglo IX entre tropas cristianas y musulmanas. Es la primera y más famosa batalla vinculada al mundo santiaguista. Tras la muerte del rey Silo, casado con Adosinda -hija de Alfonso I (739-757)- accede al trono asturiano Mauregato (783-788), hijo bastardo de Alfonso I, después de su pacto con el emir de Córdoba Abderramán I (756-788). Mauregato se comprometió al pago del tributo de cien doncellas como agradecimiento por la ayuda prestada. Su sucesor, Bermudo I (789-791) accedió a sustituir este humillante pago por una cantidad de dinero. Cuando subió al trono Alfonso II el Casto (791-842) -que promocionó la peregrinación a Santiago después de que el obispo compostelano Teodomiro le comunicara la noticia del hallazgo de los restos del Apóstol- se negó a realizar este pago y consiguió vencer en la batalla de Lodos al moro Mugait, que se lo reclamaba.
A la muerte de Alfonso II el Casto, los sarracenos, comandados por Abderramán II (822-852), intentaron aprovechar la debilidad del rey Ramiro I (842-850) y volvieron a reclamar la entrega del tributo de las cien doncellas, pero ante la negativa del monarca emprendieron una batalla cerca de Albeada. Como los moros eran más numerosos, hubieron de replegarse en el collado que llaman Clavijo (Logroño). Así, el 23 de mayo del año 844, después de una dura batalla, en la que Ramiro recibió la inestimable ayuda del Apóstol, instituyó en Calahorra el Voto de Santiago. Así lo recoge la siguiente narración: “Yo, el rey Ramiro, confiando más en la misericordia de Dios que en la multitud de mi ejército, una vez atravesadas las tierras intermedias, enderecé mi camino a Nájera, de donde pasé a un lugar que se llama Albelda. Pero, entretanto, los sarracenos, conociendo nuestra venida por los rumores que les llegaron, reunieron contra nosotros todos los de aquende el mar; y avisados por cartas y mensajeros los de allende nos acometieron todos con gran multitud y fuerzas muy poderosas […]. Cayendo muchos de los nuestros a causa de los pecados, maltrechos y heridos los demás, nos dimos a huir y sin orden llegamos al collado que llaman Clavijo […] y estando yo durmiendo, se dignó aparecérseme, en figura corporal, el bienaventurado Santiago […]. Poseído yo entonces de mayor asombro, que en modo extraordinario me produjeron tales palabras, el bienaventurado apóstol me dijo: […] Buen ánimo y ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemigos por quienes te ves cercado […] y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte blanco […]. Armada ya y puesta nuestra gente en orden de batalla, entramos en lucha con los sarracenos y el bienaventurado apóstol de Dios se apareció como lo había prometido, instigando a ambos, pero realmente animando a nuestras huestes para el combate, y entorpeciendo y desbaratando a los contrarios”.
El relato continúa: “Tan pronto como esto vimos, entendimos que se había cumplido la promesa del bienaventurado apóstol y, alegres sobremanera con tan señalada visión, comenzamos a dar grandes voces que salían de lo íntimo del corazón, invocando el nombre de Dios y el del apóstol, con este grito: ¡Que Dios nos ayude y Santiago! Esta fue la primera vez y en aquel lugar que se hizo tal invocación en España; y por la misericordia de Dios no sin fruto, pues cayeron este día en el campo de batalla setenta mil sarracenos. A continuación, destruidas y tomadas sus defensas, seguimos en su alcance y conquistamos la ciudad de Calahorra, restituyéndola a la fe cristiana. Teniendo, pues, en cuenta, después de la inesperada victoria, este tan gran milagro del Apóstol, pensamos establecer para nuestro patrono y protector, el muy bienaventurado Santiago, algún don que durase por siempre. Por consiguiente, ordenamos por toda España e hicimos voto, que se ha de guardar en todas las partes de España, que Dios nos conceda librar de los sarracenos por la intercesión del apóstol Santiago, de pagar perpetuamente cada año, a manera de primicias, de cada yugada de tierra una medida de la mejor mies, y lo mismo del vino, para el mantenimiento de los canónigos que residen en la iglesia del bienaventurado Santiago y para los ministros de la misma iglesia”.
Muchos historiadores dudan de la verdadera existencia de esta batalla ya que, según otras fuentes, lo que acabó definitivamente con el pago del tributo de las cien doncellas fue la batalla de Simancas, en el año 939, donde Ramiro II (931-951) venció a Abderramán III (929-961).
La Primera Crónica General, mandada realizar por el rey Alfonso X el Sabio (1252-1284), bajo el título De como Sant Yague parescio en suenno a este rey don Ramiro et dell esfuerço quel dixo, et de como el rey don Ramiro vencio a los moros, afirma que “pues que los moros sopieron que el rey don Alffonsso el Casto […] era muerto, et reynaua en su lugar el rey don Ramiro […] enuiaronle pedir que les diesse cada anno L donzellas de las mas fijas dalgo con que casassen, et otras L de las otras del pueblo con que ouiessen entre si sus solazes et su deleyte; et estas cient donzellas que fuessen todas uirgines”.
Al negarse Ramiro I a acuerdo tan temible lo acorralaron hasta Clavijo, donde, antes de emprender la batalla, se le apareció en sueños Santiago y le dijo: “Sepas que Nuestro Sennor Jhesu Cristo partio a todos los otros apostoles mios hermanos et a mi todas la otras prouincias de la tierra, et a mi solo dio a Espanna que la guardasse et la amparasse de manos de los enemigos de la fe […]. Rey Ramiro, esfuerça en tu coraçon, et sey bien firme et fuerte en tus fechos, ca yo so Yague, el apostol de Jhesu Cristo et vengo a ti por ayudarte contra estos tus enemigos. Et sepas por uerdad que tu uençras cras en la mannana con el ayuda de Dios a todos estos moros que te agora tienen cercado. Et digote que tomaran y muerte muchos de los tuyos, a los que esta apareiada la gloria de dios et la su folgança que siempre durara. Et por que non dubdes nada en esto que te yo digo ueer medes cras andar y en la lid en un cauallo blanco con una senna blanca, et gran espada reluzient en la mano. Et uos luego por la grand mannana confessaruos edes de todos uuestros peccados muy bien, et recibredes el cuerpo et la sangre de Nuestro Sennor Dios et nuestro Saluador; et pues que esto ouieredes fecho, non dubdedes nada de yr ferir en la hueste de los barbaros, llamando «Dios, ayuda, et sant Yague», ca ciertamientre sepas que todos los metredes a espada et los mataredes”.
En medio de la batalla, los cristianos, “quando uieron a sant Yague, fueron muy esforçados, et fiando en el ayuda de Dios et del apostol sant Yague, començaron de ferir en los moros muy de rezio, dando grandes uozes et diziendo: «Dios, ayuda, et sant Yague». Los moros fueron luego al ora uençidos; et murieron y bien LXX uezes mill dellos, assi como cuenta la estoria. Et los otros que escaparon, fuxieron todos los que pudieron foyr”.
Aunque no se puede fijar con exactitud la fecha en que verdaderamente se instituyó el Voto de Santiago, lo cierto es que al menos desde los últimos años de la Edad Media y hasta 1812 -poco después fue restituido por Fernando VII, revocado en el trienio liberal, repuesto de nuevo por el monarca y abolido definitivamente en 1834- supuso una importantísima fuente de ingresos para el Arzobispado y el Cabildo compostelanos, y para la construcción y mantenimiento de la catedral, el Hospital Real y otras instituciones relacionadas con el fenómeno jacobeo. Muchas son las representaciones artísticas de la batalla de Clavijo a lo largo de todo el Camino de Santiago, pero habría que destacar como una de las más significativas la de la fachada del compostelano palacio de Raxoi. En el contrato de obra se dice que “han de hacer en el Tímpano con que se remata el medio frontis de la obra de dicho Seminario, que está próxima a concluirse, la Medalla de la Batalla de Clavijo, arreglada en un todo y con la misma perfección que la han formado los dichos Gambino y Joseph Ferreiro en el modelo que se remitió a la villa y Corte de Madrid y aprobó D. Felipe de Castro, Estatuario de Su Majestad”. Se afirma, asimismo, que el edificio estará coronado por la figura de “Santiago a caballo y este en postura de galope, sostenido el grupo de Moros, según la altura y grandor que presenta el plan del frontis de toda la obra, formado por el Ingeniero D. Carlos Lemaur, Theniente Coronel de los Exércitos de Su Magestad: Y además de dichas figuras asimismo han de hacer los dos esclavos que se hallan en el plan de dicho D. Carlos, conforme en él están arrimados a la peana que sostiene dicho grupo”. Como escribió Rosalía de Castro En las Orillas del Sar:
Además, al entrar por el extremo sur de la catedral, por la puerta de As Praterías, a mano izquierda puede verse un tímpano en el que está representada también esta batalla; una inscripción recuerda que “en este dintel de una de las puertas de la antigua basílica, rodeado de una corona de ángeles, está representada la maravillosa aparición del apóstol Santiago en la batalla de Clavijo, en la cual libró a España del extermino que la amenazaba. Para perpetua memoria grabose esta inscripción en el Año Santo de1909”.
La representación del apóstol Santiago como matamoros fue siempre muy cuestionada, hasta el punto de que en el propio Códice Calixtino se vio la necesidad de defender su utilización en boca del mismo Apóstol, que se le aparece a un obispo griego “vestido de blanquísimas ropas y no sin ceñir armas que sobrepujaban en brillo a los rayos del sol, como un perfecto caballero, y además con dos llaves en la mano” y le dice: “Esteban, siervo de Dios, que mandaste que no me llamasen caballero, sino pescador; por eso me aparezco de esta forma, para que no dudes más de que milito al servicio de Dios y soy su campeón y en la lucha contra los sarracenos precedo a los cristianos y salgo vencedor por ellos. He conseguido del Señor ser protector y auxiliador de todos los que me aman y me invocan de todo corazón en todos los peligros.
Y para que creas esto más firmemente con estas llaves que tengo en la mano abriré mañana a las nueve las puertas de la ciudad de Coimbra que lleva siete años asediada por Fernando, rey de los cristianos, e introduciendo a éstos en ella se la devolveré a su poder. Dicho esto, se desvaneció a sus ojos”.
Las más insignes figuras del galleguismo trataron de resaltar la imagen eminentemente viajera, peregrina y pacificadora que la figura del Apóstol tiene en Galicia y que confiere a los Caminos de Santiago su carácter europeísta y universal en abierta antítesis con la imagen del matamoros de la épica castellana. Castelao, en un dibujo publicado el 25 de julio de 1923 en el diario Galicia de Vigo, identifica la figura de Santiago peregrino, al que llama “o noso”, con Galicia, y al matamoros, al que llama “o deles”, con Castilla. Esta misma idea de Castelao fue también desarrollada por Ramón Cabanillas en el soneto titulado Noso señor Santiago:
Más tarde, Uxío Novoneyra rechazó también en sus versos la imagen de Santiago matamoros:
Por su parte, Miguel de Cervantes, en el capítulo LVIII de la segunda parte de El Quijote, hace decir a su protagonista: “Este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido, y así lo invocan y llaman, como a defensor suyo, en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas, derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos [sarracenos] escuadrones”.
En este mismo sentido, fray Luis de León se refiere también al belicoso Santiago en una de sus liras:
Esta vertiente guerrera del Santiago matamoros hizo que el Apóstol fuera considerado como protector de los cristianos en su lucha contra los musulmanes en la Reconquista, aunque su ayuda no fue siempre suficiente, ya que, según nos dice con ironía la copla popular:
Huidobro y Serna asegura que “el número de estas imágenes del Santiago matamoros es indiscutiblemente mayor, en Galicia inclusive, que el del Santiago pobre y peregrino”.
Por su parte, el Cabildo de la catedral de Santiago de Compostela, aunque en alguna ocasión se llegó a plantear la posibilidad de retirar la imagen de Gambino en la que Santiago aparece en la batalla de Clavijo arremetiendo con su espada contra los moros, nunca quitó de su sitio la talla, pero delante de las figuras de los sarracenos pone un gran centro de flores para taparlos. [JS]